Estos versos que exploraremos son parte de un hermoso y filosóficamente profundo poema del gran autor Rubén Darío. Descubre con nosotros un breve resumen de Los motivos del lobo.
Rubén Darío, el príncipe de las letras
Antes de un resumen sobre Los motivos del lobo, es necesario pasearnos un poco por la figura de su autor, Rubén Darío. Nacido como Félix Rubén García Sarmiento, el nicaragüense proyectó una sombra artística sobre el panorama latinoamericano que aún permanece, a pesar de resquemores vanguardistas y nacionalistas.
Como padre del modernismo de lengua hispana en el continente, Darío logró penetrar en el orden métrico del verso francés clásico e imbuir a continuación el verso español de los ritmos galos. El resultado fue una estructura pulida y preciosista de tópicos míticos, acusada de artificiosa por sus críticos, pero aceptada unánimemente como la base de la nueva poesía latinoamericana a principios del siglo XX.
Los motivos del lobo es una de sus fábulas versificadas donde reflexiona sobre la naturaleza del mal y su relación con lo primitivo espontáneo, el espíritu dominante en la sociedad humana y la funcionalidad del ideal religioso en estos contactos. En el siguiente vídeo vemos una recitación con voz profunda del poema entero.
Resumen de Los motivos del lobo, la ferocidad irredimible
Los versos de Darío narran el encuentro entre un lobo salvaje y San Francisco de Asís, místico cristiano con una ideología célebre en favor de los animales como criaturas de Dios y hermanos del hombre. El encuentro no es por simple amistad. El lobo lleva bastante tiempo asolando cruelmente las tierras del santo, devorando tanto rebaños como pastores y cazadores.
Francisco recurre a su capacidad de comunicación animal para intentar despojar al lobo del rencor de Luzbel y Belial que parece animarlo. El lobo ofrece sus razones: la necesidad de sustento guía su instinto, muy al contrario del cazador humano, que mata y tortura por diversión a los otros animales de Nuestro Señor.
El santo conviene en que existe en el hombre mala levadura, en alusión al pecado primigenio, y acuerda con el lobo su pacificación a cambio de ser alimentado regularmente por la aldea. El acuerdo queda sellado con un apretón de pata. Y el lobo pronto se hizo sumiso en el convento, mascota de sus habitantes y audiencia insólita para los salmos.
Pero en ausencia de Francisco, el lobo volvió al monte y reanudó sus ataques. Al pedirle el santo explicaciones frente a su cubil, el lobo reveló que había visto los pecados capitales correr libres en cada casa de los seres humanos. Pudo observar el conflicto fraterno, la lujuria y la imposición por fuerza sobre los débiles. Pronto el manso lobo sufrió también la ira y sorna de los hombres, despertando de nuevo sus ansias salvajes.
El dulce San Francisco no tiene respuestas válidas para el lobo. Lo deja solo en el monte, soltando el santo algunas lágrimas en su camino de regreso y entonando un desconsolado Padre Nuestro.
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