A fines de 1944, después de la liberación de Francia, las fuerzas aliadas se preparan para cruzar el Rin y avanzar hacia el corazón del Reich. Adolf Hitler, sin embargo, todavía tiene una carta que jugar: una contraofensiva en el bosque de las Ardenas, un último intento de cambiar el rumbo de la guerra.
A pesar de la sorpresa inicial, la feroz resistencia de los soldados estadounidenses y la reacción del general Patton llevan al fracaso de la operación alemana. El destino de Alemania está sellado.
4 pinceladas sobre Adolf Hitler
Adolf Hitler nació el 20 de abril de 1889 en Braunau, Austria. Pasó su juventud en Linz y Viena y en 1912 se trasladó a Múnich, donde en agosto de 1914 acogió el estallido de la Primera Guerra Mundial. Combatiente herido y condecorado, el cabo Hitler internaliza profundamente la experiencia del conflicto. En 1919 se unió al Partido de los Trabajadores Alemanes. Gracias a sus habilidades oratorias pronto se convirtió en el líder reconocido de la nueva derecha, dando origen en 1920 al Partido Nacionalsocialista.
Después del fallido Putsch de Munich del 9 de noviembre de 1923, Hitler fue arrestado y pasó unos años en prisión. Durante su encarcelamiento escribió «Mein Kampf» (Mi batalla) que se convirtió en el texto programático de la política seguida, a partir de 1925, por el Partido Nacionalsocialista. A lo largo de los años, aumentó progresivamente el consenso dentro del país. El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado Canciller del Reich. A partir de ese momento comenzó la dictadura nazi del Führer que duró doce años.
Las primeras víctimas del expansionismo de Hitler fueron Austria y Checoslovaquia y, poco después, Polonia, cuya invasión el 1 de septiembre de 1939 provocó el estallido de la Segunda Guerra Mundial. La avalancha nazi se extiende por el centro-norte de Europa, pero en 1942 cambia el rumbo de la guerra y Alemania está atrapada en un control cada vez más estrecho. El fin de Hitler se materializó en el búnker de Berlín, donde el 30 de abril de 1945 el dictador se quitó la vida junto a su esposa Eva Braun disparándose en la cabeza. A partir de ese momento comenzó la dictadura nazi del Führer que duró doce años.
De la operación “ Wacht am Rhein ” a “ Herbstnebel ”: el plan de Hitler para la ofensiva de las Ardenas
En el otoño de 1944, el Tercer Reich está ahora rodeado de enemigos. En el este, los soviéticos han llegado al Vístula, en Polonia, y se preparan para lanzar otra gran ofensiva. Al oeste, los Aliados han llegado ahora a las orillas del Rin, la frontera natural de Alemania. En el frente occidental, aunque con dificultad y a costa de numerosas pérdidas, los alemanes consiguieron frenar el avance enemigo, frustrando las ambiciones aliadas, gracias a una serie de cruentas batallas defensivas a lo largo del llamado Muro Oeste o Línea Sigfrido, la fortificada línea que defiende las fronteras occidentales de Alemania.
Los altos mandos angloamericanos, a pesar de la forzada pausa que les impide concluir la guerra antes de Navidad, están completamente convencidos de la imposibilidad de que los alemanes emprendan acciones ofensivas. Piensan que los alemanes no tienen ni la fuerza ni la intención. El comandante alemán del Frente Occidental ( OB West ), el mariscal de campo Gerd von Rundstedt, es considerado un hombre prudente y conservador, un hábil estratega defensivo, pero los Aliados sobrestiman su peso. y gripe
En efecto, fue Adolf Hitler, a través de sus albaceas Wilhelm Keitel y Alfred Jodl, respectivamente jefe supremo y jefe de personal del Oberkommando der Wehrmacht (OKW, Alto Mando de las Fuerzas Armadas Alemanas), quien decidió las acciones a emprender en todos los frentes. Después del intento de asesinato el 20 de julio de 1944 por parte de un grupo de oficiales del ejército, Hitler se volvió cada vez más desconfiado de la «vieja guardia prusiana» y se rodeó solo de sus leales.
La contraofensiva de Hitler está por llegar
El Führer está agitado, suspicaz, visiblemente enfermo, al borde de la paranoia, pero no por ello menos decidido. Tiene un plan en mente, una contraofensiva masiva, y no escucha a nadie que le aconseje ser cautelos. Así pues, el 16 de septiembre de 1944 reunió en Wolfsschanze, su cuartel general, a Keitel, Jodl y Guderian, los únicos en los que confiaba, y les explicó sus intenciones.
La idea de Hitler es repetir el ingenioso golpe asestado a Francia en la primavera de 1940. Pretende irrumpir en el sector más débil del frente enemigo y cortando en dos su despliegue.
Como cuatro años antes, no en vano, el punto débil de los Aliados vuelve a situarse en las Ardenas. Se trata de una región montañosa llena de bosques que se extiende entre Bélgica, Alemania y Luxemburgo. Es una zona difícil de cruzar, a lo largo de un frente de más de 100 km, que sin embargo está mal tripulado, en su mayoría por tropas estadounidenses consideradas cuantitativa y cualitativamente inferiores a las alemanas.
Aprovechando el mal tiempo previsto a finales del otoño de 1944 (que habría impedido a los Aliados confiar en su preponderante superioridad aérea) y el factor sorpresa, los ejércitos alemanes debían cruzar las Ardenas, llegar al río Mosa (100 km hacia el oeste) y luego doblarse hacia el norte, sobre Amberes (a unos 200 km del frente). El puerto de la ciudad belga es tan importante para el esfuerzo bélico de los Aliados, que reconquistarlo, en la mente de Hitler, habría puesto en peligro la estabilidad de todo el frente occidental, provocando un «segundo Dunkerque» y cambiando el rumbo de la guerra. O al menos, de eso está absolutamente convencido Hitler.
Las «piedras del camino» no detienen a Hitler
Más inciertos son sus generales. Gerd von Rundstedt, el comandante de setenta años de edad de OB West, bajo cuyo mando se iba a llevar a cabo la operación, cuando se enteró del plan, declaró:
“¿Amberes? Si fuéramos a llegar hasta el Mosa tendríamos que arrodillarnos y dar gracias a Dios».
Incluso el mariscal de campo Walter Model, comandante del Grupo de Ejércitos B, artífice de la eficaz estrategia defensiva implementada en esos meses, aunque admite la posibilidad de lanzar un contraataque, propone una «pequeña solución» a Hitler. Una ofensiva menor, para atrapar a un número sustancial de divisiones estadounidenses, pero se ignora.
Hitler, solo con la ayuda de Jodl, dirige personalmente los preparativos de su «gran solución», cuyo plan operativo está listo ya en octubre. Inicialmente, el plan tomó el nombre de » Christrose «, pero casi de inmediato se cambió a » Wacht am Rhein » («Guardia en el Rin»), un nombre que sugiere deliberadamente cualquier cosa menos las verdaderas intenciones de los alemanes.
La operación, prevista para finales de noviembre, implica el uso de tres ejércitos, para un total de 12 divisiones de infantería y 18 divisiones blindadas. Se basa en dos factores fundamentales: el efecto sorpresa y el mal tiempo, es decir, dos bastante aleatorios, sobre todo el segundo.
Para garantizar al menos la primera condición, el efecto sorpresa, los preparativos se desarrollaron en gran secreto. Keitel, seguro de ser interceptado por el espionaje aliado, difundió una orden falsa a todos los comandantes del frente occidental. Comunicó la imposibilidad de emprender acciones ofensivas, mientras que Hitler encomienda al oficial de las SS Otto Skorzeny la operación » Greif « (lit. «grifo»).
Escuadrones bien preparados
Inteligentemente dirigidos, escuadrones de soldados alemanes que hablan inglés con fluidez y visten uniformes estadounidenses se infiltran detrás de las líneas estadounidenses para causar estragos. Lo hacen mediante la difusión de órdenes falsas y varios sabotajes. La operación es un éxito. Muchas unidades estadounidenses entran en pánico y en el momento del ataque alemán todavía estarán en medio de una gran confusión.
Mientras tanto, numerosas divisiones blindadas, incluidas muchas unidades retiradas del frente oriental, fluyen de manera cada vez más masiva cerca de las Ardenas. En el área entre el Westwall y los ríos Rin y Mosela. Los soldados y tanques de la Wehrmacht avanzan solo de noche. Al amparo de la oscuridad, lejos de las carreteras, al abrigo de una espesa vegetación.
La artillería y las unidades blindadas se abastecen entonces con unas 15.000 toneladas de municiones y 14 millones de litros de combustible. Suficiente para cubrir las necesidades de los carros para unos 150 km de avance, al menos sobre el papel. Se trata de un enorme esfuerzo logístico, que no pasa del todo desapercibido, pero que efectivamente se disfraza, al paso de los Aliados, convencidos de que se trata de maniobras exclusivamente defensivas.
Todo a punto…pero tendrá que esperar…
Todo está listo a finales de noviembre, pero es necesario aplazar el inicio de la operación, que mientras tanto ha cambiado de nombre por el aún más enigmático “ Herbstnebel ” (“niebla de otoño”). De hecho, los Aliados están presionando sobre Aquisgrán (al norte de las Ardenas) y es necesario hacerlos retroceder. Además, las condiciones meteorológicas siguen siendo buenas, lo que garantiza la cobertura enemiga desde arriba. Habrá que esperar, pues, al mal tiempo, que llega providencialmente a mediados de diciembre.
En la noche del 15 de diciembre de 1944, 250.000 soldados, miles de tanques y vehículos motorizados, 350 aviones, incluidos los nuevos aviones de combate Me-262, estaban listos para la acción. La infantería alemana está bien armada y acaba de ser reorganizada en la División Volksgrenadier. Está compuesta por reclutas muy jóvenes y veteranos más experimentados llamados o transferidos de otros departamentos.
Las divisiones blindadas finalmente están equipadas con 200 Tiger I y 45 Tiger II, los nuevos tanques pesados que pesan casi 70 toneladas. Van armados con un cañón de 88 mm, mucho más mortíferos que sus contrapartes de tanques estadounidenses. La moral, a pesar de la difícil situación en Alemania, es alta. Los jóvenes soldados de la Wehrmacht están impulsados por un profundo sentido patriótico, de hecho, el destino de Alemania depende de su éxito.