Gloria, dolor y gloria en la crítica: ¿de verdad es para tanto?

La última película de Pedro Almodóvar, Dolor y gloria, ha recibido muy buenas críticas por tierras americanas desde su estreno allí hace poco más de un mes. El New York Times habló de la cinta en términos de «sublime» y el LA Times resumió el trabajo como «Pedro Almodóvar en su mejor momento». El último espaldarazo de prestigio acaba de dárselo la revista Time, que ha nombrado Dolor y Gloria mejor película del año 2019. Ni Joker, Érase una vez en Hollywood o (pongámonos serios de una vez), Parásitos. No. Dolor y gloria.

La contribución de Dolor y Gloria al imaginario cinematográfico y a su historia es innegable. Su capacidad para conectar con el público, no tanto.

A diferencia de Parásitos, la verdadera mejor película del año 2019, Dolor y Gloria es la historia de una persona. Parásitos, la de una sociedad. Parásitos ofrece varias capas de lectura, todas accesibles para toda clase de públicos, edades y espectros sociales. Dolor y gloria, no. Pedro Almodóvar crea artefactos cinematográficos à la Truffaut, Jean luc-Godard o Buñuel. Lleva haciéndolo desde que la crítica americana se enteró de que existía.

Con la mente puesta fuera

No es ningún secreto que en América triunfa lo foráneo del mismo modo en que en España (y en todo el mundo) el público siente una filia desmedida por lo estadounidense. Tampoco es ningún secreto que en España no pocos espectadores abandonaron el cine tras ver Dolor y Gloria con cierta sensación de hambre no saciada: «¿ya? ¿Esto era todo?».

Por desgracia, los españoles nunca vamos a disfrutar de Almodóvar tanto como el público extranjero.

Dolor y Gloria es una cinta que, por estética, códigos y atmósfera, estaba destinada a triunfar fuera mucho más de lo que lo ha hecho dentro, en su país de origen. A Woody Allen le ha pasado más o menos lo mismo con la totalidad de su carrera profesional. Y mira que no es corta. Hace años que pareciera que Pedro Almodóvar hace sus películas con la mente más puesta en el extranjero que en España. Nada reprensible hay en ello. Alice Munro luce mucho más que Elvira Lindo.

Podría argumentarse que la trama de Dolor y Gloria es renqueante. Que no hay historia o que, si la hay, carece de la robustez esperable como para levantar en torno a ella un metraje de 108 minutos. Uno podría pensar que no sucede gran cosa en la película, que en esencia no es más que un desfile de postales que ganan en electricidad y carga artística cuando uno se entera de que son postales auto referenciales que aluden a la vida misma del propio director de la película.

Por muy entrañable que sea tender la ropa sobre los arbustos del río, vivir en una cueva o darle al niño un bocadillo con chocolate, todas esas estampas ya nos las sabíamos porque pertenecen a la historia y tradición de la España que existió antes de ayer y de la que todavía nos hablan nuestros abuelos.

Sorpresa final de Dolor y gloria

La golosina de la última escena es un ejercicio perfecto de golpetazo sobre la cara del espectador, al que, para cuando encienden las luces de la sala, aún no le ha dado tiempo ni de asimilar lo que le acaba de ser revelado. Asimilar la sorpresa, el desconcierto y, si acaso, el buen hacer del manchego. A la crítica le chifla salir de la sala contenta y desesquematizada.

La sorpresa final de Dolor y Gloria pone de manifiesto una estructura/planteamiento muy original. Pero esa sorpresa no se basta para sostener la supuesta majestuosidad de una cinta autobiográfica que, cuando le conviene, sólo es ficción salteada de capítulos reales. Cuando le convienen, las escenas son semi autobiográficas, o inventadas, o puro Almoóvar non-fiction, etc,etc. Si se nos vende como una película basada en la vida de Pedro Almodóvar, la cinta debería asumir todas las consecuencias de envolverse en semejante celofán. Por muy feo que esté fumar caballo como un descosido.

A esto, la revista estadounidense Variety lo ha llamado «un trabajo maduro de metaficción meticulosamente trabajada».

Dolor y gloria es una película deliciosa y necesaria de ver. Es comprensible que las críticas hayan sido enormemente favorables. Sus 108 minutos se nos mueren en un visto y no visto. Dolor y gloria cumple de sobra con lo que es el buen cine que entretiene y, además, brinda calidad. Ahora bien, tampoco nos volvamos locos. Será que pasa lo que pasa siempre. Que nadie es profeta en su tierra. Que a los españoles Almodóvar sigue sin salirnos.


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