Disputa del cuerpo de Antonio Canova tras su muerte

medusa de Antonio Canova

Hace doscientos años, el 13 de octubre de 1822, moría en Venecia Antonio Canova, célebre artista, apreciado por papas, reyes, emperadores, que encerraba la gracia y la belleza en la blancura del mármol, a través de obras atemporales, preciosos iconos de un nuevo estilo clásico.

Aquella muerte, que fue inesperada por varios aspectos, suscitó una profunda y generalizada emoción pero también una absurda disputa por los restos de quien había sido definido, no equivocadamente, como el nuevo Fidias.

Disputas tras la muerte de Antonio Canova

Esta es la historia de lo sucedido a raíz de la muerte de Antonio Canova, una historia con tintes góticos, compuesta por disecciones, disputas por las partes del cuerpo a conservar y tres funerales oficiados.

Murió en su preciada Venecia

Venecia, domingo 13 de octubre de 1822. Eran poco más de las siete de la mañana cuando en casa de Antonio Francesconi, descendiente del más conocido Florestano Francesconi que en 1720 había abierto el Caffe Florian en la ciudad lagunar, el aire se vuelve tenso, decididamente funesto, debido al estado de salud de Antonio Canova que hizo temer lo peor.

venecia antonio canova

El último viaje de Antonio a Venecia

El gran escultor fue a Venecia para saludar a su querido amigo Francesconi, haciendo así una breve pausa antes de retomar el camino hacia su Possagno natal, donde esperaba recuperar la fuerza que hacía tiempo parecía haberlo abandonado. De hecho tenía aún otro trabajo por completar que Sleeping Nymph comenzó un año antes.

Pero poco después de llegar a Venecia, la salud del escultor se deterioró rápidamente. Los dolores gástricos se vuelvieron terribles y no le daban respiro. El 13 de octubre de 1822, a las 7.43, moría Antonio Canova.

Para Leopoldo Cicognara, expresidente de la Academia de Bellas Artes de Venecia, además de ser muy amigo de Canova, las causas de la muerte estaban ligadas, tal como escribió en la biografía del escultor, a problemas gástricos y biliares no resueltos pero también a una deformación del esternón, que se produjo tras el uso prolongado del taladro, cuyo mango estaba constantemente apoyado sobre el pecho.

La riña sin sentido sobre los restos de Antonio Canova

La noticia de la muerte de Canova corrió rápidamente por las calles venecianas, provocando desconcierto, incredulidad, emoción, sentimientos idénticos a los vividos en París, Viena, Roma, Berlín, San Petersburgo, Londres y en muchas otras ciudades europeas. El nombre del gran escultor, gracias a sus innumerables obras, sonaba por todos lados. Entre todas las obras destacaban estatuas, bustos, bajorrelieves, cenotafios…Y eso lo hizo famoso en todas partes.

Pero no era todo bonito y maravilloso… casi de inmediato, se generó una increíble y estraña disputa en los círculos cercanos al escultor en torno a su cuerpo, o mejor dicho, a algunas partes de él. Como si hablaramos de un lienzo macabro con toques anatómicos y a la vez truculentos. Una historia que parece sacada de un cuento medieval, como si se tratara de un santo medieval del que obtener preciosas reliquias para ser exhibidas ab aeterno para el morbo de la curiosidad de algunos admiradores.

¿Quiénes se disputaban partes de su cuerpo?

La singular disputa era sobretodo entre su natal Possagno, que reclamaba los restos de su más ilustre conciudadano y Venecia, opuesta a entregar a su hijo adoptivo que dio sus primeros pasos decisivos en la ciudad lagunar, dando a luz obras maravillosas como Dédalo e Ícaro, o Orfeo y Eurídice que Canova empezó a esculpir a los dieciséis años, fascinado por el mito narrado por Ovidio en las Metamorfosis.

Al final, la disputa se resuelió de forma decididamente macabra. Durante la autopsia, se extrajo el corazón de Antonio Canova y se guardó en una urna de pórfido, que se guardó temporalmente en la Academia de Bellas Artes de Venecia. Posteriormente la urna fue trasladada definitivamente a la iglesia veneciana de los Frari. Se guardó dentro del monumento piramidal erigido en memoria del escultor por sus propios alumnos que, en su diseño, se inspiraron en el monumento funerario que el propio Canova había creado en honor de María Cristina de Austria. Estaba basado en el proyecto, nunca terminado, de un monumento a Tiziano.

Egipto y Antonio Canova

El cenotafio de María Cristina de la iglesia agustina de Viena, que Stendhal consideró el monumento funerario más bello que existe, fue, sobre todo por su original forma piramidal, un evidente homenaje de Canova a la pasión por el antiguo Egipto que el sensacional descubrimiento de la Estela de Rosetta lo había vuelto a encender.

Pero volvamos al cuerpo de Canova y a esa disección artística que no afectaba sólo a su corazón. Durante la sesión de autopsia, también fue amputada la mano derecha de Canova, un símbolo tangible del genio del escultor de Treviso.

Roma Antonio Canova

Los 3 funerales de Antonio Canova

Pero la historia post-mortem de Canova no solo está marcada por disecciones espeluznantes sino también por la ejecución de tres funerales, demostración numérica de la fama imperecedera del artista veneciano.

El primero se celebró en Venecia, tres días después del fallecimiento. Para acoger el solemne funeral de Antonio Canova se encuentra la espléndida basílica de San Marco. El funeral fue oficiado el 16 de octubre por el húngaro Giovanni Ladislao Pyrker, nombrado dos años antes patriarca de Venecia por el Papa Pío VII.

El 25 de octubre de 1822 se celebró el segundo funeral, esta vez en su Possagno natal, de acuerdo con los deseos que el propio Canova había expresado en varias ocasiones. Fue una función más íntima donde incluso se involucró a toda la ciudad de Treviso.

Finalmente es el turno de Roma. En la Ciudad Eterna, donde el genio de Canova se había establecido definitivamente, donde tuvo lugar el último de los tres funerales. El 31 de enero de 1823, en la concurrida basílica de los Santi Apostoli, se celebró el funeral en honor de Canova. Entre los cientos de personas que acudieron a la iglesia también se encuentraba Giacomo Leopardi, que fue durante mucho tiempo un gran admirador del escultor.

El abad Melchiorre Missirini pronunció la oración fúenbre. Era amigo y hombre de confianza de Canova, pero, según las crónicas, las palabras pronunciadas por el religioso no fueron como para quedar grabadas. De hecho, muchos lo juzgaron como inadecuados para inmortalizar la fama imperecedera de Canova.

Dos obras de Antonio Canova, Cupido alado y Eros tipo Centocelle

Cupido alado y Eros tipo Centocelle, Antonio Canova

Entre los detractores de esa oración también estaba Leopardi quien, la misma noche del funeral, durante una cena en la casa romana del cardenal Angelo Mai (ese Mai a quien el poeta había dedicado previamente versos célebres) criticó que la intervención fue demasiado lenta.

Es una pena que cuando Leopardi hizo este comentario, no se diera cuenta de que Missirini también estaba entre los comensales, que no compartiría esa opinión «poética».

Respecto a la división tripartita del cuerpo de Antonio Canova, el gran historiador del arte Roberto Longhi, que no era muy fan del escultor veneciano, escribió irónicamente en sus «Cinco siglos de pintura veneciana»:

«Canova fue un artista nacido muerto, cuyo corazón está en el Frari, cuya mano está en la Academia, y el resto no sé dónde.»*

Cuando Roberto Longhi escribió estas palabras, la mano de Canova aún se conservaba en Venecia. Y luego se trasladó definitivamente al monumento funerario de Possagno, y se guardó en una caja de cristal donde se colocó junto a la capilla del escultor.


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