¿Cuándo aprenderán, Ángeles?: por qué necesitamos parar el cáncer de los ‘reboots’

Lo cosa iría más o menos así:

– El reboot de Los Ángeles de Charlie es una película innecesaria que rescata un concepto rancio que, además, ya tuvo su remake hace veinte años.
– Pero te me tienes que relajar, chiqui. ¿No ves que los nuevos ángeles ahora son feministas?
– Sí, pero siguen obedeciendo las órdenes de Charlie al otro lado del altavoz.
– Vete y te acuestas un rato. A efectos prácticos, Bosley, la jefa de la agencia es una mujer que, por cierto, sólo trabaja con otras agentes mujeres.
– ¿Y qué? Es un poco sospechoso que ninguna de ellas sea precisamente fea, ¿no te parece?
-Bueno, Kristen Stewart lleva el pelo corto.

Y así podríamos seguir, rizando un rizo que, da igual el modo en que se estruje, sólo terminará estampándose contra una única conclusión inevitable. Más allá del escrutinio de ética, roles y mensaje al que hoy es sometido cualquier producto cultural, en este caso, señor juez, la fiscalía pide para el acusado la pena capital: nadie había pedido un reinicio de la saga de Los Ángeles de Charlie del mismo modo que nadie había pedido una sexta entrega de Terminator. Ha quedado demostrado que nadie está dispuesto a pagar para someterse a dos horas minutos de reboot de Los Ángeles de Charlie.

Casi nadie.

Por si acaso, y antes de que nos volvamos locos, es conveniente tener clara cuál es la diferencia entre un reboot y un remake

Ludopatía de reboots en Hollywood

Después de recaudar menos de nueve millones en su primer fin de semana en más de 2.500 cines de Estados Unidos (y ha costado 75 millones), la nueva patraña urdida bajo la marca de Los Ángeles de Charlie ya forma parte de la lista de innecesarios reboots de predecible fracaso. Y no es que no estuvieran avisados. La lista no es precisamente corta.

Las palabras del director del reboot de Los Cazafantasmas, Paul Feig, de hace tres años ejemplifican muy bien lo que le ha pasado a la nueva Los Ángeles de Charlie: “Ha sido un problema porque la película se convirtió en una causa. Creo que para parte del público estaba en plan ‘¿Qué cojones? No queremos ver una causa, sólo queremos ver una puta película». (Enlace a la noticia)

A pesar de todo, el año que viene tendremos una nueva entrega de Los Cazafantasmas. Esto bien podría resumir el dantesco panorama (de descampado de creatividad) que acecha a la cartelera.

Los Ángeles de Charlie y Los Cazafantasmas femeninos son dos ejemplos superlativos (y extremos) de la reboot manía que azota a Hollywood desde comienzos del milenio. Una ludopatía que lo deja todo perdido de millones de inversión, butacas por ocupar y talento desperdiciado. Un ejercicio de constante ensayo y error que, una de cada diez veces, da en la tecla (el Batman de Cristopher Nolan o Mad Max), justificando así la venida de otra ristra de intentonas de hedor fétido y razón de ser inexistente.

Películas capaces de hacerle a uno cuestionarse la deriva misma de la evolución del ser humano y de su maquinaria de raciocinio.

NO, no, no, sí, no, no, no…

A pesar de Jackie Chan, la nueva Karate Kid produjo vergüenza ajena. A pesar de Tom Cruise, era demasiado pronto para otra ristra de regresos de regresos de La momia. Lo mismo puede decirse de Dwayne Johnson con Jumanji (y este reboot ya cuenta con secuela). Aplicar a Jumanji la pegajosa capa de Dwayne Johnson (un hombre que es en sí mismo un género de películas, todas prescindibles) resulta hasta ofensivo si recordamos al entrañable e incomparable Robin Williams.

De vez en cuando, la cosa funciona. Pero.

El reboot de It en 2017 (y su inesperado buen rendimiento en la taquilla) justificó la estúpida e inocua Anabelle de 2019.

Que Ocean’s Eleven funcionase bien no debería haber dado pie a pensar que también lo harían sus dos secuelas, así como su ignominioso reboot-revisión girl power llamada Ocean’s 8.

La guerra del Planeta de los Simios, con un 84 en Metacritic, más o menos lo consiguió (historia diferente es lo que pasó con la entrega de 2001, protagonizada por el incansable Mark Wahlberg). Michael Bay lo intentó en 2014 con Las Tortugas Ninja, una película tan mala que ofendió a fans y no fans de la saga. Pero es que a Michael Bay se le debería directamente prohibir acercarse a menos de dos mil metros de un estudio de grabación. La lista de reboots fracasados viene larga y llena de sorpresas, dado el sigilo con el que muchas de estas carísimas birrias se pasearon por la cartelera. Viernes 13, El rey Arturo, Robin Hood… algo bello y hermoso se muere en el mundo cada vez que algún ejecutivo de Hollywood decide saltar sin red.

El año pasado, con el recuerdo de Angelina Jolie todavía presente, la nueva Tomb Raider (2018) recaudó más bien que mal (274 millones a cambio de 94 de presupuesto) a pesar de ser una película con un guión miserable. Caso distinto fue el de la no menos miserable Saban’s Power Rangers (2017), una basura que costó 100 millones y recaudó 142. Curiosamente, la de los Power Rangers es una de las poquísimas licencias de las que se ha deshecho Disney tras vendérsela a sus creadores originales. Por algo será.

Desde 2001, se han estrenado ocho películas de Spider-Man

La vergonzosa intentona de 2015 de resucitar a Los cuatro fantásticos no fue menos deplorable que la segunda venida de Spider-Man (previa a la tercera, de la mano de Disney Marvel). La única diferencia (no menor) es que el Spider-Man de Andrew Garfield vino en forma de dos películas que fueron tan o más bochornosas como el tercer Spiderman de Sam Raimi (2007). El saldo total de la travesura es de siete películas de Spiderman en veinte años (ocho si contamos el reboot del multiverso). Como centrarse en el cajón de los súper héroes queda feo, solo un apunte más: sí, hubo una vez en la que Nicolas Cage casi fue Superman y en la que, de verdad, Edward Norton protagonizó una película de Hulk.

Un apunte más y terminamos este artículo tan doloroso de escribir. Sin dejar de lado al hombre araña, Spider-Man ha vuelto a ser noticia esta semana tras haberse convertido en arma arrojadiza. Más que de telerañas, hablamos de hostias voladoras. Elizabeth Banks, directora del MISERABLE (es necesario insistir) reboot de Los Ángeles de Charlie, ha segurado que si su película no ha funcionado en la taquilla ha sido por culpa de los hombres, que «ya que no quieren ver a mujeres en películas de acción», añadiendo además que existen «37 películas de Spider-Man y nadie se queja».

Si alguien de la casa Marvel comete la improbable osadía de responder a esta ida de olla, ya lo tendremos, será una realidad: reboots que se pelean en en el lodo (y en bikini) por mantener su dignidad.

¿Cuándo aprenderán preguntas? Nunca, pues nada hay que aprender. Si uno de cada nueve reboots funciona, las cuentas de los cinco grandes estudios siguen cuadrando al final del año. Tal es el beneficio que se agencian con el resto. Con las que pasan por el aro de algo que, como dice Scorsese, hace tiempo dejó de tener relación con la calidad. 

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¿Cuál es la diferencia entre reboot y remake?

El remake suele ser una revisión que permanece fiel al espíritu de una película ya existente: Titanic, El planeta de los simios o Superman.

El reboot suele aplicarse a sagas (aunque no necesariamente) y se caracteriza por una reinterpretación de los elementos básicos de una película ya existente: ángeles de Charlie feministas, antorcha humana negra (Fantastic Four 2015), Spider-Man decadente (Into the Multiverse) o un Jumanji que pasa de ser un juego de tablero a un juego electrónico. Los reboots pueden llegar incluso a modificar el género original de la película tal y como hemos visto recientemente con Joker.


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