Poemas de Coral Bracho que te inspirarán ¡conócelos!

¿Buscas calidad y buenos versos? haz ingresado en el artículo apropiado, los poemas de Coral Bracho, son uno de los mejores que podrás leer y disfrutar.

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Realizó muchas obras a lo largo de su vida incluyendo la labor de traducción.

¿Quién es y los poemas de Coral Bracho?

Coral Bracho es una escritora nacida en la ciudad de México el 22 de mayo de 1951, esta reconocida escritora también se desarrolló como profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Autónoma de México, se desempeñó en diferentes áreas relacionada con la literatura y el idioma, pudiendo tener reconocimiento mundial.

A lo largo de su vida y carrera, esta escritora ha colaborado en la elaboración de un diccionario español hablado en su país y el cual ha formado parte del consejo de redacción de la revista La Mesa Llena. Su estilo poético se caracteriza por tener corrientes metafóricas, con tendencias eróticas y para ello se beneficia del tránsito y la mezcla de los reinos mineral, vegetal, animal y humano.

En diferentes páginas web, podrás encontrar todo lo que debes saber sobre sus premios, fechas y distinciones en su trayectoria como escritora, sin embargo a continuación se presentan algunos de sus más famosos poemas, para que puedas disfrutar de ellos.

En este vídeo podrás visualizar a la escritora mexicana recitar uno de sus poemas para todos aquellos que deseen deleitarse con los versos de esta mujer.

Poemas de Coral Bracho

Sus poemas más emblemáticos, son los más conocido por su comunidad lectora, en este artículo te enseñamos más de su material a continuación.

Trazo del verso

Entre el viento y lo oscuro
entre el gozo ascendente
y la quietud profunda,
entre la exaltación de mi vestido blanco
y la oquedad nocturna de la mina,
los ojos suaves de mi padre que esperan; su alegría
incandescente. Subo para alcanzarlo.
Es la tierra
de los pequeños astros, y sobre ella,
sobre sus lajas de pirita, el sol desciende. Altas nubes
de cuarzo, de pedernal. En su mirada,
en su luz envolvente,
el calor del ámbar.
Me alza en brazos. Se acerca.
Nuestra sombra se inclina ante la orilla. Me baja.
Me da la mano.
Todo el descenso
es un gozo callado,
una tibieza oscura,
una encendida plenitud.
Algo en esa calma nos cubre,
algo nos protege
y levanta,
muy suavemente
mientras bajamos.

La penumbra del cuarto

Entra el lenguaje.

Los dos se acercan a los mismos objetos. Los tocan
del mismo modo. Los apilan igual. Dejan e ignoran
las mismas cosas.

Cuando se enfrentan, saben que son el límite
uno del otro.

Son creador y criatura.
Son imagen,
modelo,
uno del otro.

Los dos comparten la penumbra del cuarto.
Ahí perciben poco: lo utilizable
y lo que el otro permite ver. Ambos se evaden
y se ocultan.

Amor es su entornada sustancia

Encendido en los boscajes del tiempo,

el amor es su entornada sustancia.

Abre con hociquillo de marmota, senderos y senderos inextricables.

Es el camino de vuelta de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen resplandecer. Como zafiros bajo la arena hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración de pedernal, blanca y hundiéndose y volcando su espuma.

Así nos dicen al oído: del viento, de la calma del agua, y del sol que toca, con dedos ígneos y delicados la frescura vital.

Así nos dicen con su candor de caracolas; así van devanándonos con su luz, que es piedra, y que es principio con el agua,

y es mar de hondos follajes inexpugnables,

a los que sólo así, de noche,

nos es dado ver y encende.

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Desde esta luz

Desde esta luz que incide, con delicada flama,
la eternidad. Desde este jardín atento,
desde esta sombra.
Abre su umbral el tiempo,
y en él se imantan
los objetos.
Se ahondan en él,
y él los sostiene y los ofrece así:
claros, rotundos,
generosos.

Frescos llenos de su alegre volumen,
de su esplendor festivo
de su hondura estelar.
Sólidos y distintos
alían su espacio
y su momento, su huerto exacto
para ser sentidos. Como piedras precisas
en un jardín. Como lapsos trazados
sobre un templo.

Una puerta, una silla,
el mar.
La blancura profunda
desfasada
del muro. Las líneas breves
que lo centran.
Deja el tamarindo un fulgor
entre la noche espesa.
Suelta el cántaro el ruido
solar del agua.
Y la firme tibieza de sus manos; deja la noche densa,
la noche vasta y desbordada sobre el hondo caudal,
su entrañable
tibieza.

La brisa

La brisa toca con sus yemas el suave envés de las hojas. Brillan y giran levemente. Las sobresalta y alza con un suspiro, con otro.

Las pone alerta.

Como los dedos sensitivos de un ciego hurgan entre el viento las hojas; buscan y descifran sus bordes, sus relieves de oleaje, su espesor.

Sus brillos graves

Cimbran sus fluidas teclas silenciosas.

Vivo junto al hombre que amo; en el lugar cambiante; en el recinto que colman los siete vientos. A la orilla del mar.

Y su pasión rebasa en espesor las olas.

Y su ternura vuelve diáfanos y entrañables los días.

Alimento de dioses son sus labios; sus brillos graves y apacibles.

Ahora que sabes algunos de los poemas de Coral Bracho, parte de su vida y sus obras te invitamos a seguir y leer el siguiente artículo interesante en nuestra página web sobre el análisis del En el momento del parpadeo de Walter Murch en el que podrás conocer todos los detalles y procesos de adaptación a los distintos formatos posteriores a su publicación.


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