Tenemos que hablar de la niña de ‘Stranger Things’

Hoy, 20 de noviembre, es el Día Universal del Niño. Hablemos, pues, de algo que pasó la semana pasada.

Porque hubo un ratito de la semana pasada en el que parecía que el mundo se había convertido en un lugar un poco más seguro para ser niño. Dos súper corporaciones como Disney y Google decidieron poner al día sus principios. La primera lo hizo con la medida estética de mantener oculto en su nueva plataforma de streaming el episodio de Michael Jackson de Los Simpson que homenajea a un supuesto abusador de menores. La segunda, con el rotundo endurecimiento de las políticas publicitarias de los canales de Youtube orientados a niños o que usen a niños para lucrarse (canales que, en la práctica, han sido sentenciados de muerte). Al tercer día, la niña de Stranger Things reapareció para ponder orden.

Un inocente photocall protagonizado por el elenco al completo de la serie Stranger Things ha vuelto a poner de relieve todo el trabajo que les queda por hacer a muchos medios de comunicación. Según estos medios, protagonista sólo ha habido una, la niña, cuyo nombre hemos sido incapaz de encontrar o recordar en Postposmo.

Por quitarnos el elemento noticioso de encima, y citando la frase más repetida en todos los artículos sobre el asunto: la niña de Stranger Things ha entrado en la pubertad. Dicen que Once «ha crecido», que «se ha hecho mayor». La única verdad que podemos permitirnos en este asunto es que Once sigue teniendo quince.

La culpa es de los medios de comunicación

Asimilada la innecesaria (por evidente) aclaración de que está feo eso de decir que una niña es sexy, medios como Telecinco, 20 Minutos, ABC, La Vanguardia o La Sexta, han visto conveniente reincorporar a la chiquilla a su eterna e indómita carrera recaudatoria de clics. Ya no hablan de ella del modo bochornoso en que lo hicieron algunas revistas hace tres años con el lanzamiento de la serie. Pero siguen hablando de ella por motivos ajenos a la serie.

El simple uso del pretérito perfecto (ha crecido) en favor del presente continuo (está creciendo) ya dice mucho sobre la naturaleza ruín del tratamiento informativo. Que el asunto del cambio físico se exponga como acontecimiento concluso (y envuelto en un aura de «sorprendente transformación») denota la cínica y miserable condición de unos medios que, amparados en la ausencia de etiquetas cosificadoras de sus informaciones, han reabierto la barra libre de titulares, artículos, vídeos y tweets sobre el aspecto físico de una niña de quince años.

En su contínua travesía hacia las profundidas de la podredumbre, el programa de televisión Zapeando ha alcanzado nuevas fronteras de bajeza moral tras comentar, con el mismo grado de chusquería marca de la casa, la vestimenta de una niña de quince años, llegando incluso a especular con la posibilidad de que se haya sometido a una operación de cirugía estética.

Un giro de tuerca aún más respulsivo se produce en los llamados artículos de reacciones, tan usados en la práctica totalidad de los ámbitos informativos. Del deportivo al político. Los medios, en lugar de decir que Donald Trump es tonto, se hacen eco de «la oleada de indignación en las redes», de «la cascada de críticas», de que «los fans están que arden» o incluso del lánguido «algunos usuarios dicen», para poner de manifiesto que Donald Trump es tonto.

Así, La Vanguardia estima adecuado citar a un usuario de Twitter que asegura que la niña «aparenta cuarenta años y parece recién salida de rehabilitación». Y aquí no ha pasado nada. El periódico está blindado y se exime de responsabilidad alguna en un ejercicio de total apego a la ley y a los códigos deontológicos del periodista, que no siempre casan con los de la ética y la moral (la mayoría de las veces, cuando la naturaleza misma del acontecimiento noticioso es más que dudosa).

Telecinco, en su ya tradicional línea de líder absoluto de la bajeza, se atreve incluso a publicar un artículo donde menciona y enlaza a una de las pocas escorias informativas estadounidenses con los arrestos de titular en plan «La niña de Stranger Things no tiene buen aspecto». En el mismo artículo de la web de Telecinco donde la cadena nos recuerda que la niña ya tuvo que cerrar en 2018 su cuenta de Twitter agobiada por las críticas, nos enteramos de que Fulanito Menganítez ha hecho un meme que compara a la niña con Britney Spears o Jennifer Aniston.

No hay nadie a los mandos.

La culpa es de los padres

Algo no funciona bien en el mundo cuando una niña de quince años tiene a su nombre una empresa de joyas y, más importante para el caso que nos ocupa, una línea de maquillaje (tan dependiente, como todas las firmas del sector, de lo que digan o dejen de decir de dicha empresa las publicaciones orientadas al público femenino).

Algo está completamente roto cuando una niña de quince años (con un cutis propio de una niña de quince años) es usada como escaparate válido para demostrar la efectividad de dichos productos en un vídeo que roza los dos millones de visitas. El vídeo lleva por título «Mis rutinas de cuidado de la piel».

Algo está del todo podrido cuando asimilamos que dicho vídeo se publicó a modo de ejercicio de transparencia y disculpa por el escándalo montado en un primer vídeo en el que la niña decía estar aplicándose los productos de su marca cuando realidad sólo se estaba frotando la cara con los dedos desnudos.

La culpa es de los lectores

No te quedes ahí. Haz la prueba. Abre una ventana nueva en el navegador y comienza a teclear el nombre de la niña en Google. Estas son algunas de las sugerencias de búsqueda (basadas en las búsquedas más populares de todo el mundo):

-«Edad»
-«Novio»
-«Marbella» (lugar de nacimiento)
-«Altura»
-«Pandora» (de nuevo, una casacada de imágenes de una menor de edad al servicio de su empresa de productos de bisutería)

Si al nombre le añadimos un verbo como «es», Google auto completa la sugerencia con adjetivos. Adivina cuál es, además de «vegana» y también empezando con uve, el otro adjetivo más buscado.

Nadie a los mandos.

Los medios de comunicación tienen dos opciones para lidiar con la evidente sed de noticias que despierta la joven protagonista de una de las series del momento: entrar o no entrar. Los que entran, lo hacen por miedo a que los lectores vayan a tomar nota en caso de enterarse del asunto por medios de la competencia. Al final del día, todo vuelve a resumirse en una lógica hipercapitalista cuya autoridad es reforzada cuatro veces al año en forma de Estudio General de Medios o de informe Comscore.

Los que no entran, son pocos. Pero son. Es de agradecer que medios como El País o El mundo esta vez no hayan dedicado ni una línea a la reciente bomba informativa. Quizás no todo esté perdido.

Como sociedad metida de lleno en un constante y velocísimo proceso de superación tras superación de sus fronteras en todos sus ámbitos (desde el cultural, al social, el tecnológico y el humanitario), resulta deplorable que la menor de edad que protagoniza Stranger Things tenga que venir para recordarnos (no ella, sino la respuesta del mundo a ella) la pasta de la que están hechas las cosas extrañas.

Concluimos el primer y último artículo que esta web dedicará al respecto con una cita sacada del más infalible oráculo y compendio de sabiduría contemporánea (con perdón de Michael Jackson):

¿»Y los niños? ¿Es que nadie va a pensar en los niños? – Helen Lovejoy, The Simpsons


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