Los mitos romanos, son producto del crecimiento del imperio romano. Desde Roma conquistaron muchos territorios, era un imperio en constante expansión. Esto trajo consigo, la acogida de creencias y costumbres de culturas muy diferentes a la suya, de hecho como cultura realmente eran una interesante mezcla. La consecuencia directa de este intercambio se puede ver en los dioses romanos. Estos son una adopción de los dioses griegos, a los cuales les cambiaron el nombre.
¿Qué son?
Los mitos romanos son el conglomerado de cosas en las que creían sus habitantes, es decir, son historias legendarias de los que poblaban las ciudades romanas de la era antigua. Esta era se considera conformada por dos períodos: en primer término, era un período de costumbres ancestrales y de simbología. Estas eran las creencias que orientaban los mitos y los ritos de origen local. Si quieres aprender más sobre los mitos de las grandes civilizaciones puedes leer, mitos mayas.
En segundo término, básicamente intelectual y calmoso, se trató de la integración de las formas del primer término; con una contribución de costumbres y usos totalmente novedosos, procedentes de los mitos y costumbres religiosas de los griegos.
Naturaleza de los antiguos Mitos Romanos
El pueblo romano no tenía un sistema de leyendas en secuencia, comparable al mito de los Titanes o a la atracción de Zeus por Hera. Esto cambió cuando sus literatos y poetas, comenzaron a reproducir los patrones de la literatura de Grecia, al final del ciclo de la última república.
Sin embargo, algo que sí existía en el imperio romano, era un sistema muy avanzado de realización de ritos. Tenían lugares de enseñanza y aprendizaje, para guías espirituales, y lugares de adoración para los dioses vinculados a estos estudios.
También contaban con un llamativo y variopinto, grupo de mitos romanos tradicionales y provenientes de su historia. Estos mitos versaban sobre el establecimiento y construcción de las grandes ciudades, por obra de personas de carne y hueso, con ocasionales intervenciones de divinidades.
Mitos romanos de dioses
El diseño romano de la mitología, estaba conformado por una secuencia de hechos y acciones diferente al de la Grecia antigua. La forma en que realizaban la descripción y el surgimiento de los dioses era totalmente diferente.
Un ejemplo de esto, lo encontramos en el origen del universo en la mitología de Grecia. En estos mitos griegos, Deméter, tenía como principal característica de su personalidad, que en todas las referencias registradas, aparece como muy apesadumbrado y lleno de tristeza. Esta tristeza se debía a que Hades, el dios del inframundo, secuestró a su querida hija Perséfone y marcó todo el significado de la creación en la mitología griega.
La primera tríada
El pueblo de Roma de esa época, si los comparamos con el pueblo griego, concibieron a su creador con este estilo jerárquico; Ceres era una deidad femenina, con un guía religioso nombrado específicamente para ella, de llamado Flamen. Él era un subyugado de los flamines de Júpiter, Quirino y Marte. Sin embargo tenía un rango superior al que ocupaban Flora y Pomona.
A estas deidades romanas, se les consideraba en un grupo llamado tríada. Estaban acompañados con unos dioses que se ocupaban de lo relacionado a la agricultura, Liber y Libera. También eran muy conocidas sus interacciones con deidades de rango más bajo, que cumplían labores determinadas y los auxiliaban: el desmalezador Sarritor, el recolector Messor, el transportista Convector, el que acopia Conditor, el que sembraba Insitor y por lo menos, 12 deidades más.
Como se puede ver, cuando se trata de los mitos de la roma antigua, en lo que corresponde a las deidades mayores y menores, realmente no estaba compuesta por acciones legendarias que alimentaban los mitos, más bien era una maraña complicada de relaciones entre el accionar de las deidades y el accionar de los seres humanos. Cada dios estaba asociado a el cumplimiento de una necesidad de supervivencia humana.
Registro de los mitos romanos
La firme creencia romana del inicio, se modificó cuando comenzaron a incorporar, numerosas y discrepantes creencias ajenas en épocas ulteriores, y por supuesto por el agregado impresionante que aportó la fabulosa y rica mitología de la civilización griega.
De las creencias religiosas romanas originales se sabe muy poco, ya que no era costumbre de ellos la narración de boca en boca. Los pocos conocimientos que se tienen al respecto provienen de escritores, que hicieron registros posteriores a la época, con la finalidad de preservar las antiguas religiones y tradiciones, del olvido al que parecían condenadas. Uno de ellos fue sabio del siglo I antes de Cristo, Marco Terencio Varrón.
Sin embargo, unos cuantos de estos literatos antiguos, era el de un juglar llamado Ovidio. Él en sus Fastos o calendarios, tenía mucho influjo del modelaje helenístico de la mitología. En sus obras hace excesiva referencia a la creencia griega, para llenar los huecos de las historias del pueblo romano. De esta forma, la mayoría de los registros sobre la roma antigua, no son muy confiables.
Mitología antigua sobre la historia romana
Los habitantes de Roma tenían una creativa y abundante cantidad de relatos, que narraban la institución y crecimiento original de la mismísima ciudad. Estas narraciones, basadas en sus usos y costumbres eran variopintas y en su mayor parte de origen local. Ellos le asignaban carácter de deidad a todo lo relacionado con la vida diaria.
A esto se fue agregando, con el paso del tiempo, contenidos que provenían de los mitos heroicos y de las epopeyas griegas, en su historia temprana. De esta forma transformaron a sus protagonistas locales en unos derivados de los personajes míticos griegos.
Un ejemplo de esta costumbre, es el personaje de Eneas, que viene de la mitología griega y lo convirtieron en ancestro de Remo y Rómulo, los cuales vienen de los mitos romanos. Cuando se revisa La Eneida junto con los manuscritos primeros de Livio, es fácil notar que son los escritos más confiables para saber el contenido y el por qué de los mitos romanos.
Particularmente los libros de Tito Livio son vitales para entender, cómo era la sociedad romana de la época. A pesar de tener algún sesgo que tiende a glorificar al pueblo romano, en general son apegados a los usos y costumbres de la época en Roma.
Dioses nativos romanos e itálicos
Los romanos respetaban y creían, no solamente en sus dioses, sino también en sus sacerdotes. En los ritos y ceremonias en el imperio romano, los guías espirituales oficiales, hacían una marcada diferencia entre dos clases de deidades:
Los di indigetes
Los “di indigetes”, o deidades indígenas. Estos eran un grupo de deidades, masculinas y femeninas, y espíritus romanos aceptados de diferentes mitos de otras culturas. Indiges es un vocablo del latín tradicional, que normalmente se aplicaba al sol y a Júpiter. Realmente se desconoce su verdadera traducción, hay quienes teorizan que puede significar “hablante interior”.
Estos di indigetes, eran los dioses originales de la república, eran adorados por los más altos sacerdotes, los de mayor prestigio y edad. A ellos les corresponden las festividades marcadas como fijas en los calendarios romanos.
Los di novensides
El otro grupo de dioses eran los “di novensides”. Estos eran las deidades recién llegadas, los ritos dedicados a estas se incorporaron en el período histórico. Estos se hacían en fechas que se conocían, pero que no eran periódicas y se hacían con la finalidad de resolver algún percance, crisis o penuria conocida.
El polidemonismo de los mitos romanos
Los dioses romanos tradicionales tenían entre sí, aparte de los “di indigetes”, otro grupo de deidades. Estos eran dioses que concedían favores en actividades específicas, eran los expertos. Sus nombres se invocaban cuando se debían realizar diversas labores, por ejemplo, cuando se realizaba la cosecha.
Cuando se hacía una tarea como recoger la cosecha, en cada parte distinta de la labor, se convocaba a una deidad diferente. Una para la ciega, otra para el transporte, otra para almacenar y así, diferenciando cada una de las diferentes tareas.
A cada uno de estos dioses, se le dio como nombre, un derivado de la denominación o del verbo asociado a la tarea que debía bendecir y amparar, es por esto que estos dioses de bajo rango habían muchos.
En general estos eran dioses, que como definición, se podían considerar de ayuda o auxilio, siendo este un subgrupo dentro del universo de los mitos romanos. Estos dioses menores eran adorados siempre junto con una deidad más importante.
Ritos romanos
Inicialmente los ritos romanos, dedicados a las deidades, eran polidemonistas, el politeísmo vendría luego. El polidemonismo es la adoración de la personificación de la naturaleza. En este tipo de ritos, los que veneraban, se limitaban a decir un nombre y la tarea que tenía asignada esta deidad. En este caso la musa o el poder del dios, se dice de forma muy específica o especializada.
El carácter de los indigetes, y sus celebraciones, connotan que los habitantes de la antigua Roma, no solamente eran miembros de una colectividad agropecuaria, sino que además eran grandes guerreros y estaban muy comprometidos con la obtención de la gloria por medio de la batalla.
Los dioses se representaban de forma tal que se asocian correctamente con la necesidad práctica de la vida diaria. Así eran cómodamente percibidos y aceptados por el habitante común y corriente, de la comunidad de la que era parte.
Dedicación a los ritos
Las personas se esmeraban y tenían una gran dedicación a los ritos, escogían con mucho esmero las ofrendas para estas deidades, ya que cada parte de esto debía ser apropiado para satisfacer al dios en cuestión.
Es así como, Jano y Vesta, se ocupaban del resguardo de la entrada y la casa en general, los Lares protegían la tierra para siembra y el hogar, Pales el pienso para los animales, Saturno la tierra ya cultivada, Ceres el desarrollo del cultivo, Pomona la mies (cereal) lista para la cosecha y Consus y Ops, la recolecta de la cosecha.
Incluso el espléndido Júpiter, gran señor de las deidades, era venerado y honrado, por que gracias a él caía la lluvia, que daba prosperidad a las siembras y a la agricultura en general. Con esto le daban poderes sobre algo tan cotidiano como la agricultura.
El templo primitivo
La gran estimación que se le tenía a Júpiter, en toda su magnitud, se debía sobre todo a que él era el dueño del rayo. Con esta energía conducía la labor diaria de las personas y, por su gran poder, era el protector de los guerreros romanos, en sus andanzas de guerra en países y pueblos fuera de Roma.
También, tenían un lugar preponderante en la cultura romana, las figuras de las deidades Marte y Quirino, era frecuente que confundieran a el uno con el otro, ya que se les otorgaban dones similares.
Marte era un dios de las batallas, él protegía a las guerras que se deban entre los meses de marzo y octubre. Actualmente se han realizado estudios de los restos de la época, y los arqueólogos modernos creen que Quirino era el protector de los soldados enviados a la guerra pero durante el período de paz. Esta es la razón por la que los confunden.
Como líderes en el templo primitivo se hallaba: la trinidad Júpiter, Marte y Quirino, cuyo trío de guías espirituales o flamines, tenían el estatus superior; por otro lado, Jano y Vesta. En los tiempos antiguos, estos dioses no tenían prácticamente ninguna individualidad, no hay registros de nupcias ni genealogías de descendientes.
Deidades antiguas romanas vs. griegas
Si se contrasta esta forma de ver a las deidades con la griega, era impensable que funcionaran como lo hacían los mortales, por lo que no hacía falta documentar relatos de actos heroicos. De hecho, hay muy pocos registros de ellos.
Numa Pompilio, el fue uno de los primeros soberanos de Roma, fue el que instauró el culto original o antiguo. Este gobernante, se especula que tuvo como pareja y consejera a la diosa romana de las afluentes de agua y los nacimientos. El nombre de esta deidad era Egeria, a esta se le suele describir en la literatura como a una ninfa. Sin embargo, esta tradición agregó elementos nuevos en una época más o menos temprana.
En las fábulas, o historias de mitos, la institución de la magnífica Tríada Capitolina, conformada por Júpiter, Juno y Minerva, que tenían un lugar privilegiado en la cúspide de los ritos religiosos romanos, se le endosó a el linaje de los soberanos Tarquinios.
Otras ceremonias, que se anexaron a las ya existentes en Roma, fue el rito a Diana en el monte Aventino, y la adopción de los Libros Sibilinos. Estos eran vaticinios, de lo que ocurriría en el mundo conocido. Esta adopción, según el mito popular, la realizó Tarquinio a la sibila de cumas, en los últimos años del siglo cuarto antes de Cristo.
Dioses extranjeros
Roma para convertirse en imperio, se dedicó a ocupar todos los territorios que le fue posible. En la medida que fue tomando los territorios vecinos también fue adoptando a sus dioses. Esta asimilación de otras religiones, ocasionó que poco a poco se fueran convirtiendo a una religiosidad politeísta.
El pueblo romano, tenía por costumbre, que a cada deidad que adoptaban, proveniente de los territorios conquistados, le asignaban ceremonias similares a las de los dioses de la Roma antigua, ya que las hacían parte de su gran estado.
Es más, en la mayoría de los mitos romanos, estas deidades eran invitadas de forma oficial a mudar su morada a los templos romanos. Esto se consideraba un gran honor por parte del pueblo romano, que era muy afecto a realizar ritos.
En el año doscientos tres antes de Cristo, la estatua que se encontraba en el sitio del culto que representaba la imagen de la diosa Cibeles, fue retirada de Pesino en Frigia. Esta imagen fue llevada con todos los honores y mucha solemnidad al pueblo romano.
Llegada de la transculturización
En esa época, la gran expansión que tenía la ciudad, atrajo a muchas personas de otras tierras. Estos estaban autorizados para venerar a dioses de sus lugares de origen. Así fue como llegó el culto a Mitra al pueblo romano. Se hizo tan célebre que sus ritos se extendieron a lugares como la lejana Bretaña.
Del culto a Mitra, proviene la deidad Sol Invictus, esta tenía un rito muy propagado en el entorno militar a partir del siglo tercero. La principal prueba de ello, es la representación del dios acuñada en las monedas, por Constantino I el grande.
Además, si tomamos en cuenta los lugares conquistados en Italia, Cástor y Pólux, estos según parece agregaron a los templos romanos a: Diana, Minerva, Hércules, Venus y otros dioses de menor importancia. Si quieres saber más sobre seres míticos en diferentes culturas, puedes leer: El Alicanto.
Estas deidades nuevas para los romanos, eran traídas algunas de la región itálica, y otras eran originarias de la cultura griega y su rica mitología, específicamente de Magna Grecia. A los romanos les cautivaba, mucho todo lo referente a la idolatría.
Las deidades del pueblo romano, las de mayor rango, al fin se lograron asemejar con las más antropomorfas (esto es semejante a los humanos), deidades femeninas y masculinas del mundo griego, se apropiaron de sus características y leyendas. Lo que a los romanos más le llamaba la atención de los dioses griegos, eran sus modos de actuar al estilo humano.
Mitos romanos famosos
Al ser conquistadores, los romanos tomaron muchas tierras fuera de la Roma antigua. Esto hizo que la cultura romana, se inundara de los usos y costumbres de los pueblos conquistados. Hicieron suyas a las deidades de los lugares tomados a la fuerza y alteraron sus nombres para hacerlos romanos e incorporarlos a su propia mitología, esto hace muy interesantes a los mitos romanos.
Todo esto, tenía como objeto lograr que en los mitos romanos, las deidades actuaran como las personas de Roma, es decir, lograr humanizar un poco más a sus dioses. Las divinidades originales de la Roma antigua, realmente no tenían mucho de humanidad, estaban más asociadas a eventos naturales y a tareas cotidianas. A continuación presentamos los mitos romanos más famosos de la historia:
El mito de Rómulo y Remo
En la roma antigua se tenía una gran adoración por los mitos y las leyendas. Dado que Roma estaba en constante expansión, sus habitantes creaban mitos, con el fin de explicar su derecho divino para tener poder sobre los otros. Es así como surge el mito de Rómulo y Remo, es quizás el más famoso de todos los de la época.
Rómulo y Remo eran dos hermanos gemelos, cuyas vidas se funden entre lo real y lo legendario. En su historia convergen el crimen, la traición y la venganza, pero también el aura de los dioses y el semblante mismo de una civilización que gobernó con similares artimañas. La historia de Rómulo y Remo, es en sí la historia de Roma, la historia de una ciudad eterna.
Estamos a inicios del siglo octavo antes de Cristo y cerca de lo que hoy es la ciudad de Roma existía una ciudad llamada Alba Longa, que había sido fundada siglos atrás por Ascanio, hijo de Eneas, uno de los pocos supervivientes a la guerra de Troya.
Ascanio, fundó sobre estas tierras una dinastía, que a inicios del siglo ocho antes de Cristo, enfrentaba por el poder a otros dos hermanos: Numitor y Amulio. Estos fueron el abuelo y el tío abuelo de Rómulo y Remo. Que en los mitos romanos, son los más reconocidos por todos y fundadores de Roma.
Numitor era mayor que Amulio, y por tanto el heredero legítimo del trono de Alba Longa, pero Amulio conspiró contra Numitor y usurpó el poder. Amulio ya con el trono, desterró a su hermano y asesinó a todos sus hijos varones para evitar su descendencia, sin embargo, le perdonó la vida a su sobrina, Rea Silvia, con la condición de que esta fuera consagrada a la diosa Vesta.
Al ser convertida en sacerdotisa, Rea no podría tener hijos, y así Amulio, eliminaba cualquier rivalidad futura por el trono de parte de su sobrina. Rea Silva, tomó los hábitos vestales, pero los dioses tenían otros planes para ella. El dios Marte, entró donde ella estaba y la despojó de su virginidad, la violó.
El nacimiento de los gemelos
Rea Silvia, dio así a luz a dos gemelos, a uno lo llamó Rómulo y al otro lo llamó Remo. Al enterarse del acontecimiento, su tío Amulio, ahora rey, los mandó ahogar en el río Tíber, el río que corría cerca de la ciudad de Alba Longa.
La mujer encargada de ahogar a los gemelos, no fue capaz de cometer tal asesinato con sus propias manos. A cambio los dejó en una cesta a la deriva por el río, esperando que por las turbulencias del río encontraran la muerte. Pero morir en este río no era el destino de los gemelos.
El destino hizo que los gemelos quedaron al amparo de una loba que se acercó a beber al río. Esta era la famosa loba Luperca, que los adoptó y los amantó como a sus propios lobeznos o hijos, en una guarida del monte Palatino. Después de amantarlos durante unos días, un pastor de nombre Fáustulo, encontró a los niños y los terminó de criar junto a su esposa Aca Larentia.
La reunión con su abuelo
Cuando Rómulo y Remo fueron mayores, no tardaron en destacar por su valentía, sobre todo al enfrentarse a los ladrones, que iban a robar los ganados que guardaban ellos y los de los alrededores de donde vivían. Siendo temidos por los delincuentes y respetados por los lugareños, lo que hizo que los primeros trataran de destruirlos.
Fue en la pugna con este tipo de maleantes, que Remo cayó preso de ellos, y en venganza, ellos lo acusaron de saquear y de robar las tierras de Numitor, su abuelo, pero que todavía no sabía que era su abuelo.
Cuando iba a ser condenado por Numitor, su padre adoptivo Fáustulo, les desveló su triste historia a ellos y al mismo Numitor, para evitar que los mataran. Numitor no tardó entonces en reconocer a sus dos nietos, y únicos herederos. Siendo feliz, al darse cuenta de que tenía descendencia.
Los dos gemelos tramaron entonces la venganza contra su tío Amulio. Lo asesinaron y restauraron en el poder a su abuelo. Una vez hecho esto, Rómulo y Remo decidieron fundar su propia ciudad. Se dirigieron entonces a lugar donde habían sido encontrados por el pastor y allí, en aquel lugar mítico, donde Luperca les dio de comer, comenzó el odio entre los dos hermanos.
Rómulo y Remo, no se ponían de acuerdo sobre el lugar donde debían erigir su ciudad. Tampoco lograban acordar quien gobernaría, pues al ser gemelos, ninguno podía ser considerado el primogénito. Comenzó así una lucha fratricida por el poder, decidieron resolverlo de esta manera: cada uno elegiría el monte donde quería hacer la ciudad y allí esperaría un designio de los dioses, visto en el vuelo de los buitres.
La fundación de Roma
Remo, que se situó en la colina del Monte Aventino, fue el primero en divisar seis buitres. Sin embargo Rómulo, desde la cima del Monte Palatino, los divisó más tarde, pero en vez de divisar seis logró ver doce buitres. Esto representaría una razón para enemistar a más todavía a los dos hermanos y a sus seguidores.
Los dos se declararon entonces vencedores e igual hicieron sus partidarios. Remo tenía su justificación porque él había visto los buitres antes, en cambio la justificación de Rómulo era porque había visto el doble de buitres. Aumentando así la tensión entre los dos hermanos y sus partidarios.
Rómulo que se auto proclamó vencedor, trazó los límites de su ciudad Roma sobre el Monte Palatino. Entonces prohibió bajo pena de muerte que nadie traspasara las líneas que él había hecho con su yunta. Sobre todo durante la ceremonia de fundación y de consagración.
Remo, desafiando a su hermano, desobedeció la orden y se adentró en ellas, traspasó las líneas, entonces Rómulo lanzó una piedra sobre Remo y lo dejó herido de muerte. El crimen que tenía tiempo anunciándose, se había perpetrado. Rómulo, enterró a su hermano en el lugar en el que Remo había soñado su ciudad, Renovia.
Roma, según las fuentes antiguas, se había fundado oficialmente el veintiuno de abril de 753 antes de Cristo. Su historia comenzaba a escribirse sobre la sangre maldita de un crimen fratricida, un crimen entre hermanos. Sobre un lastre tan pesado del cual nunca llegaría a liberarse, y que no hizo más que repetirse como en un bucle con otros rostros y otros nombres, hasta el fin mismo de sus días.
Júpiter y la abeja
Hay muchas leyendas y mitos romanos acerca de Júpiter, el rey de los dioses romanos. Una de estas leyendas romanas, muy difundida es la de Júpiter y la Abeja. Un mito que pretende dejar una moraleja. Dejar lecciones para el buen vivir, era casi siempre el objetivo de este tipo de historias, donde se le conferían características humanas a los animales.
En los registros de los mitos romanos, se narra que hace un largo tiempo atrás, se encontraba una modesta abeja, que se cansó de que todo el que podía, animales o seres humanos, se robaran su miel. Esta abeja, imploró tener un arma o instrumento con que alejar a los bandidos.
Esta abejita, pidió y pidió, oró y oró, mas las deidades se hicieron de oídos sordos y no le concedieron nada. Entonces la abeja, decidió pedir ayuda directamente a Júpiter, rey de todas las deidades. Hubiera pedido a una deidad inferior, pero Júpiter era al único que sabía encontrar.
Buscando a Júpiter
La pequeñita abeja, comenzó a volar hacia el cielo, y lo hacía zumbando con toda la energía que podía, hasta que Júpiter notó su presencia y la miró. Entonces la abeja dijo, “mi gran señor Júpiter”, zumbó: Te traje miel como regalo. Esto puso sumamente contento al dios y el rostro se le puso radiante de alegría, así pues le contestó a la abeja: «qué gran obsequio».
Júpiter le obsequió a su vez, una gran sonrisa y le preguntó: “¿qué necesitas de mi abejita?” Llena de miedo, pero con mucha decisión para hacer el intento, la abejita planteó su dilema. El dios se quedó pensando, pues no encontraba la solución para ayudar a la abeja. La miel tenía un sabor tan rico, que por supuesto debía ser muy buscada, por cualquiera que tuviera paladar, fuera animal o ser humanos. Al mismísimo Júpiter le había parecido exquisita.
Júpiter se quedó pensando, la abejita estaba muy nerviosa por no saber qué ocurriría y le dijo al dios: “yo podría cuidar mejor de mi miel si tuviese un arma”. Algo que pica y pincha, como si fuera una aguja. El dios montó en cólera e increpó a la abeja diciéndole: «serías capaz de pinchar a los dioses, me herirás a mí«, la cuestionó.
«Claro que no«, exclamó compungida la abeja. Retrocedió asustada por la ira de Júpiter. No había notado la presencia de Juno, la reina de todos los dioses, y con sorpresa choco con ella. La soberana había llegado en silencio y había escuchado toda la conversación. Júpiter, le dio miel a su esposa y esta quedó encantada con el dulce sabor de esta.
La intervención de Juno
«Este es un sabor tan prodigioso que por supuesto que hay que proteger«, así dijo Juno, a ella le parecía razonable la solicitud de la abeja. Entonces le dio como consejo a su esposo que le diera un aguijón a todas las abejitas, con esto podrán defenderse.
Obviamente tenía que haber un pago por tan inmenso favor, así que la condición sería que: toda aquella abejita, que utilizará el arma con la que había sido dotada, debía pagar con su vida. A partir de este momento el dilema de las abejas será: dar protección a la miel y morir, o serenarse y colaborar con los otros seres vivos compartiendo la miel.
La abejita quiso protestar por el pago, pero ya era tarde, Júpiter había dado una aprobación inmediata a la propuesta de su esposa. Como es usual pensó que su compañera tenía grandes y magníficas ideas. Júpiter hacia lo que fuera para que Juno sea feliz. Habría de complacer pedidos mayores y más graves.
Hizo un ademán con su mano y la solicitud quedó concedida de forma inmediata. “Ves abejita, gracias a Juno tu deseo ha sido concedido”. La abeja no tuvo más remedio que agradecer a Júpiter y su esposa Juno, a pesar de que por dentro estaba mortificada, intentó sin mucho éxito demostrar gratitud por el regalo.
El regreso a casa
La abeja, nuevamente emprendió el largo vuelo de regreso, llegó a la tierra pero no entró a la colmena. Estuvo un par de días oculta detrás de la misma, tratando que las demás abejas se olviden de ella. Estaba segura, que se molestarían al escuchar las implicaciones del don que les había sido concedido. Era un obsequio que les costaría la vida de ser utilizado.
La colmena se había vuelto muy bulliciosa, esto debido a que la totalidad de las abejitas, estaban tan contentas con sus aguijones, que no paraban de zumbar y celebrar. En un comienzo, nadie notó la presencia de la abeja detrás de la colmena. Pero en algún momento la vieron y un enjambre la ubicó. Con un gran zumbido las abejas recibieron la noticia de lo que había hablado con los dioses.
Pero resulta que cada abeja es fiel y admitiendo que la abejita tenía como propósito ayudar, no se molestaron con ella. Al contrario, la reina abeja dijo que debían agradecerle, porque les habían dado una opción para defenderse. Es más, muy probablemente este regalo de los dioses no duraría.
Pero para infortunio de las abejas, el obsequio no desapareció, al contrario, en la actualidad cualquier abeja que utilice su aguijón paga con el costo de su vida. La moraleja de esta historia es, reflexionar bien sobre las consecuencias de tus deseos.
Plutón y el Rey (un mito griego y romano)
En la cultura romana antigua, se contaba un mito sobre un gobernante tan inteligente, que durante un período concreto, gobernó la ciudad griega de Corinto. Los primeros en contar este relato fueron los griegos de la antigüedad y luego los habitantes de roma, alteraron ligeramente la historia. Cambiando los nombre de dos de los dioses.
Los antiguos griegos llamaban a Zeus como el rey de todas las deidades. Al narrar los vetustos romanos la leyenda, colocaron a Júpiter como el supremo de las deidades. Los narradores de Grecia indicaron que Hades era el dios del inframundo. Al narrar en la cultura romana esta historia, ubicaron a Plutón como la deidad del inframundo.
Pero aún conservaron el mito en la Grecia clásica, aunque ellos ubicaban la región romana, como el epicentro del mundo antiguo. Este mito se fue propagando en ambas culturas, dándole cada una, un nombre propio a los dioses.
La versión romana
La leyenda romana, expresa que un día el gobernante de Corinto estaba tratando de diseñar un plan, para encontrar solución a la dificultad del agua dulce en el reino. Cierto día el gobernante paseando miró hacia el cielo y se sorprendió cuando miró a Júpiter volar con algo agarrado, el gobernante no fue capaz de reconocer lo que tenía en las manos.
“Qué extraño“, pensó el soberano. “Es raro encontrarse a Júpiter. Escasas ocasiones deja los reinos celestiales. Me pregunto ¿qué tramará?“. El rey se encogió de hombros y tornó a sus cavilaciones por el escaso suministro de agua en Corinto. Los habitantes de lugar no tenían medios para transporte de agua, o su dificultad se hubiera resuelto hace mucho.
Pasado un rato, otro dios voló encima del rey, y al mirar al gobernante se paró y le gritó: “¿por casualidad has visto a mi hija?”. “Si le suministras a mi gente un surtidor de agua dulce, te diré lo que miré”, profirió el gobernante e inmediatamente un afluente de agua fresca y cristalina brotó frente a él. “Júpiter llevaba una cosa en las manos y posiblemente era tu hija” fue lo que dijo el rey.
Júpiter reprobaba que los seres humanos intervinieran en sus asuntos. Al oír que el soberano lo culpaba, le requirió a su familiar Plutón que trasladase al rey al inframundo. Al ser oído esto por el soberano, este le expresó a su cónyuge: “En lo que te digan que ya he muerto, no me pongas una moneda de oro debajo mi lengua” y ya que era una mujer buena, hizo exactamente lo que el rey le había pedido.
El engaño a Plutón
El mismísimo Plutón se encontró con el soberano en el río Estigia, la entrada del inframundo. Al no tener la moneda de oro bajo su lengua, el soberano arribó a la puerta del inframundo como un dócil indigente. “¿Dónde está tu pago para atravesar el río?” Plutón quiso saber. “¿De qué forma has pagado tu traslado por el río Estigia y así llegar al inframundo?”
El soberano bajó ultrajado y dijo: “Mi cónyuge era muy pobre y no pudo pagar el pasaje”. Plutón gritó: “regresa allí y enseña a esa mujer cómo actuar de forma correcta”. Y es así como Plutón regresó al rey de vuelta a la tierra de los vivos. Dando con esto una demostración de su inteligencia e ingenio. Para conocer mitos de otras culturas y civilizaciones, puedes revisar leyendas salvadoreñas.