Fue fuente de inspiración para muchas obras de arte, la triste historia de su amada Eurídice llega hasta nosotros estremeciéndonos. El Mito de Orfeo nos conmueve así como su voz y su lira conmovieron a los mortales, a los dioses, a la naturaleza y también a las criaturas del inframundo.
Mito de Orfeo
Existen varias versiones sobre la paternidad de Orfeo, según Apolodoro y Píndaro su padre fue Eagro, un antiguo rey de Tracia, según otra versión el padre de Orfeo fue el dios olímpico Apolo quien lo engendró con la musa de la elocuencia Calíope o con su hermana la musa de la armonía Polimnia o con una hija de Piero, rey de Macedonia. Según el mito de Orfeo, el artista nació y fijó su residencia en Pimplea, cerca del Monte Olimpo. Orfeo vivía con su madre y las ocho hermosas hermanas de esta, las musas.
Según el mito Apolo, quien era el dios de la música, le entregó a Orfeo una lira de oro y le enseñó cómo tocarla, por su parte su madre le enseñó a hacer versos y a cantarlos. En los tiempos antiguos se consideró a Orfeo el mayor de los músicos y de los poetas. Orfeo fue el creador de la cítara, lo cual realizó agregándole a la lira de Hermes dos nuevas cuerdas para llevarlas a nueve, cada cuerda en honor a una de las musas.
La música interpretada por Orfeo estaba llena de magia, era capaz de domesticar a las fieras más salvajes, podía detener e incluso variar el curso de los ríos, por su música los árboles cambian de lugar y hasta las rocas cobraban vida. Orfeo fue el primero en enseñar agricultura, medicina y escritura. Practicó la astrología y las artes mágicas, fue augur y profeta.
Mito de Orfeo y los Argonautas
Según el mito de Orfeo en la versión del historiador griego Heródoto, fue el centauro Quirón quien aconsejó a Jasón para que le pidiera a Orfeo que lo acompañara en su viaje en búsqueda del legendario vellocino de oro. El poder de la música de Orfeo podía ayudar a Jasón y a sus valientes tripulantes a enfrentar los graves peligros que un viaje de ese calibre representaba. Jasón se trasladó a Tracia con el fin de entrevistarse con el artista. Orfeo aceptó de muy buena gana la solicitud de Jasón y partió con él a la aventura.
Inicia la travesía del Argos y el ritmo de los remeros es marcado por la música de Orfeo. En la isla de Antemoesa siempre están al acecho las hijas de Aqueloo, las sirenas, que tienen cuerpos de aves de rapiña y rostros de mujer. Estas musas hechizan con su canto y con sus historias a quien las escucha.
Cuando el Argos se acercó a la isla, los tripulantes escucharon los cantos de las sirenas y ya se disponían a dirigir la proa para seguir la irresistible melodía, cuando Orfeo, tocando su lira inició una hermosa melodía.
La melodía y la voz de Orfeo superan en belleza a la interpretada por las musas y así el artista pudo rescatar a los argonautas que ya estaban a punto de sucumbir ante los hechizos de las sirenas. Solo el hijo de Teleonte, el argonauta Butes, fue encantado por las maléficas musas y se lanzó al mar para llegar a donde ellas estaban, por suerte la diosa Afrodita, que siempre sintió predilección tanto por Orfeo como por Jasón, rescató al tripulante antes de que cayera en las garras de las sirenas y lo llevó con ella al monte Lilibeo en Sicilia.
Mito de Orfeo y Eurídice
Orfeo se enamoró de Eurídice, quien era una ninfa auloníade de Tracia, las ninfas auloníade habitan los pastos de las montañas y los valles y a menudo retozan y juguetean con el dios de los rebaños Pan. Orfeo y Eurídice enseguida se enamoraron uno del otro. Orfeo solicitó a Zeus la mano de la ninfa y este la concedió y bendijo su matrimonio. Orfeo y Eurídice vivían felices su tierno y a la vez apasionado amor. Sin embargo, cuando se invitó a Himeneo a bendecir el matrimonio, predijo que su felicidad no duraría mucho.
Poco después del matrimonio y de esta profecía, Eurídice vagaba por el bosque con las ninfas. En algunas versiones de esta historia, el pastor Aristeo, al ver a Eurídice, se dejó engañar por su belleza, se acercó a ella y comenzó a perseguirla. Otras versiones dicen que Eurídice simplemente bailaba con las ninfas. De cualquier manera, mientras huía o bailaba, fue mordida por una serpiente y murió instantáneamente.
Cuando Orfeo se enteró de la muerte de su amada, se internó en los bosques y allí a orillas del río Estrimón cantó sobre su dolor y conmovió a todos los vivos y no vivos del mundo; tanto los humanos como los dioses estaban profundamente conmovidos por su dolor. Los lamentos y las melodías eran tan conmovedoras que las ninfas no dejaban de llorar, hasta los dioses del Olimpo se estremecieron ante tan lastimeras notas y aconsejaron al poeta que no se resignara y se arriesgara a bajar al inframundo en búsqueda de su amor.
En ese momento, Orfeo decidió descender al reino de los muertos para ver a su esposa. La versión de Ovidio del mito de Orfeo no explica su como lo hizo. Cualquier otro mortal tendría que morir para bajar al inframundo, pero Orfeo, protegido por los dioses, lo consiguió.
Pero el camino al mundo de los muertos es peligroso y está lleno de obstáculos. Al llegar junto a Caronte lo convenció a que lo atravesara por el río Aqueronte cantando una dulce melodía que hizo llorar al duro barquero. Después enfrentó a Cerbero, el guardián del reino de los muertos, el can de tres cabezas que protege la entrada al inframundo. Otra vez Orfeo se valió de la magia de su música y con ella apaciguó al terrible monstruo y este le dejó seguir su camino.
Acompañado con su música Orfeo se adentra en el tenebroso mundo. Su melodía hizo que el suplicio de los condenados se detuviera. Su canto hizo que la piedra que empujaba Sísifo quedara en suspenso por un tiempo, que fue aprovechado por el condenado para descansar. Los buitres que devoraban incansables a Prometeo detuvieron por un rato su sanguinaria labor al quedar embelesados por la dulce música. Tántalo olvidó su eterna hambre y su sed al escuchar la voz de Orfeo.
El enamorado Orfeo llegó finalmente ante la presencia de Hades, el gobernante del inframundo y de su esposa la bella Perséfone. Orfeo siempre acompañado de su música y con suplicantes palabras, solicitó al dios su permiso para llevarse con él a su adorada esposa de nuevo al mundo de los vivos. Hades le dijo que su fama de excelente músico había llegado incluso al inframundo, pero solo después de escucharlo pudo convencerse de la verdad de lo que decían las leyendas.
Estremecido por su voz y el sonido de su lira el feroz Hades accedió a la petición del poeta, pero Perséfone los detuvo, y puso como condición de que caminara delante de Eurídice sin hablar, sin preguntas y no volviese la vista a mirarla en ningún momento hasta que estuvieran en el mundo superior, fuera de los dominios del mundo subterráneo de la oscuridad y los rayos del sol iluminan completamente a su esposa. Después aceptar las reglas, Orfeo emprendió el regreso, con ella siempre detrás de él y él sin verla.
Orfeo a duras penas pudo resistir durante todo el camino la tentación de mirar a su esposa, aunque no sentía ni su respiración y ni siquiera sus pasos y no tenía seguridad de que ella lo seguía o todo había sido un engaño de los dioses del inframundo. Se presentaron ante el barquero quien se regocijó de llevarlo de vuelta al mundo exterior.
Cuando ya llegaban al mundo de los vivos, Orfeo, desesperado, volvió la vista a su esposa, pero lamentablemente ella aún tenía un pie en el camino del inframundo que no había sido iluminado por los rayos del sol. Orfeo vio con terror como su adorada Eurídice se transformaba en una columna de humo que se iba desvaneciendo con lentitud dejándolo solo para siempre.
Muerte de Orfeo
Según el mito de Orfeo contado por el poeta romano Ovidio, el poeta intentó volver al inframundo en desesperada búsqueda de Eurídice, pero Caronte esta vez no acepto transportarlo por órdenes de Hades. Fuertemente abatido Orfeo se retiró a la montaña Ródope en Tracia. Adentrado en los bosques, Orfeo rechazó los ofrecimientos de las ninfas y de muchas otras mujeres que atraídas por su voz se acercaban a él con fines amorosos. Orfeo lloraba y tocaba dolorosas melodías en las que recordaba a su amada que hacían estremecer a todo el bosque.
Las bacantes de Tracia escucharon la música de Orfeo y se dispusieron a seducirlo, pero el poeta, fiel a la memoria de su esposa las rechazó con desprecio. Las mujeres se ofendieron al ver cómo eran despreciadas y le lanzaron piedras hasta darle muerte, no contentas con esto lo desmembraron. Tiraron su cabeza y su cítara al río Hebro en cuya corriente flotó hasta el mar llegando después a la isla de Lesbos. Cuenta una leyenda que la cabeza del poeta seguía llorando por su amada mientras navegaba sobre las aguas.
Mientras flotaba sobre las aguas una serpiente intentó tragarse la cabeza de Orfeo y Apolo acudió enseguida y la convirtió en piedra. Dioniso convirtió a las bacanes en árboles como castigo por el asesinato cometido. Las almas de Orfeo y Eurídice se encontraron en el mundo de los muertos donde permanecen juntas por toda la eternidad.
Otra versión sobre la muerte de Orfeo recopilada por Eratóstenes de una obra olvidada de Esquilo dice que Orfeo decidió no seguir oficiando los misterios del culto a Dioniso y prefirió tomar como deidad principal al dios del sol Helios otorgándole en nombre de Apolo. Dioniso se molestó y ordenó a las ménades que lo atacaran. Las seguidoras del dios hallaron a Orfeo en la montaña Pangeo y lo desmembraron. Las ninfas rescataron las partes de Orfeo y las sepultaron cerca del monte Olimpo en Libetros.
El geógrafo e historiador griego Pausanias sostiene que a Orfeo lo asesinaron, ebrias por el vino, las mujeres a las que él sobornaba para que lo siguieran en sus viajes, a partir de entonces se estableció la costumbre, según Pausanias, de que los guerreros solo combatían tras beber vino. También se dice que Zeus lanzó a Orfeo un rayo por haber contado a los mortales secretos divinos de los cuales tuvo conocimiento en su incursión al inframundo. También se sostiene que Orfeo se quitó la vida al darse cuenta que Eurídice no logró salir del inframundo.
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