José Zorrilla: poemas que no dejarás de leer

José Zorrilla, es un poeta y dramaturgo de origen español. Fue autor del famoso drama de categoría romántica Don Juan Tenorio. José Zorrilla poemas, vieron la luz desde 1837 hasta su muerte en 1893.

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José Zorrilla poemas

A continuación los poemas más destacados del  llamado José Zorrilla poemas:

Con el hirviente resoplido moja

Con el hirviente resoplido moja
el ronco toro la tostada arena,
la vista en el jinete ata y serena,
ancho espacio buscando el asta roja.

Su arranque audaz a recibir se arroja,
pálido de valor la faz morena,
e hincha en la frente la robusta vena
el picador, a quien el tiempo enoja.

Duda la fiera, el español la llama;
sacude el toro la enastada frente,
la tierra escarba, sopla y desparrama;

le obliga el hombre, parte de repente,
y herido en la cerviz, húyele y brama,
y en grito universal rompe la gente.

Análisis

En la obra anteriormente presentada del llamado José Zorrilla poemas,  se describe poéticamente, una sala llena de personas que se encuentran esperando que Inés. Quien para ese entonces era una joven chica, se ocupe de presentar su petición a Don Pedro Ruiz de Alarcón, quien es el gobernado de Toledo para ese entonces y además presidente del Tribunal.

Según la narrativa del poema el ambiente que se vive es calurosa e incluso debida al significado de la petición comienza a tornarse aburrido, pues se ha esperado mucho. En el proceso, se puede visualizar una mezcla de clases sociales. Pues muchos curiosos se encontraban en el lugar.

Según la situación que se describe por el propio Zorrilla del poema, en el conflicto, se pone en tela de juicio a Inés. Esto, debido a que ella está reclamando el incumplimiento de palabra por parte de Diego Martínez. Pues él niega haber hecho un juramento con ella.

Esta situación se solventa, pues Inés presenta un llamado testigo presencial, que hace constar el juramente que fue manifestado por parte de Diego Martínez. Por tanto, este poema, describe el estado en el que se encontraba la chica por el tumulto de personas y a su vez el caso que la llenaba de rabia y dolor.

 A España artística

¡Torpe, mezquina y miserable España,
Cuyo suelo, alfombrado de memorias,
Se va sorbiendo de sus propias glorias
Lo poco que ha de cada ilustre hazaña:

Traidor y amigo sin pudor te engaña,
Se compran tus tesoros con escorias,
Tus monumentos ¡ay! y tus historias,
Vendidos llevan a la tierra extraña.

¡Maldita seas, patria de valientes,
Que por premio te das a quien más pueda
Por no mover los brazos indolentes!

¡Sí, venid ¡voto a Dios! por lo que queda,
Extranjeros rapaces, que insolentes
Habéis hecho de España una almoneda!

Análisis

En el poema A España artística, según situaciones que en ese momento estaba viviendo  Zorrilla, se trata de expresar el contexto decadente por el que paso mientras realizó su viaje a Madrid. Todo esto en busca de expresar su talento.

A pesar de que consiguió empleo, como es descrito en su biografía, José Zorrilla poemas, siguió padeciendo por mucho tiempo ciertos problemas económicos.

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Cólmame, Juana, el cincelado vaso

Cólmame, Juana, el cincelado vaso
Hasta que por los bordes se derrame,
Y un vaso inmenso y corpulento dame
Que el supremo licor no encierre escaso.

Deja que afuera, por siniestro caso,
En son medroso la tormenta brame,
Y el peregrino a nuestra puerta llame,
Treguas cediendo al fatigado paso.

Deja que espere, o desespere, o pase;
Deja que el recio vendaval, sin tino,
Con rauda inundación tale o arrase;

Que si viaja con agua el peregrino,
A mí, con tu perdón, cambiando frase,
No me acomoda caminar sin vino.

Análisis

El llamado José Zorrilla se propuso vivir la poesía, el siempre anduvo por su vida con escaso dinero. Es por esta razón que se propuso hacer personajes como el de Juana, para expresar sus sentires.

En este poema se expresa el sentir de situaciones que rebosan nuestra paciencia. Y a su vez, como a pesar de que sean circunstancias drásticas debemos dejarlas pasar para que puedan fluir y lograr así la calma.

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Ay del triste…

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

La esperanza es de los cielos
precioso y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos.
Que abrasan el corazón.

Si es cierto lo que se espera,
es un consuelo en verdad;
pero siendo una quimera,
en tan frágil realidad
quien espera desespera.

Análisis

El significado de este poema expresa que la unión llena de amor es la que realmente hace la fuerza para vencer dificultades. Pues sea aquí o en los cielos el amor siempre tendrá su triunfo.

Por tanto la fusión de los amores es la que permite que logremos cosas a nivel personal y general. A pesar de ello, resalta que quien espera desespera, lo que significa que debemos actuar, no esperar que las cosas pasen porque sí.

Cristo legislador

Cristo, legislador, no escribió nada;
ni papiro dejó ni un pergamino:
quedó tras Él su espíritu divino,
su fe con su memoria inmaculada.

Cristo, rey, no empuñó cetro ni espada;
en el polvo sembró de su camino
de su fe la semilla; a su destino
dejándola y al tiempo encomendada.

Germen de amor, de paz, de fe y cariño,
culto del alma, religión interna,
de fausto exenta y de mundano aliño,

la propagó el amor, la amistad tierna,
la fe del pobre, la mujer y el niño:
y por eso es veraz, única, eterna.

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Análisis

Aquí el llamado José Zorrilla poemas, nos expresa la importancia de Jesús. Además de ello, resalta la forman en  como él propago su fe. Llena de amor, paz y bondad. Alejada de cualquier acto autoritario.

Por otro lado, indica lo afianzado de su legado, sin que el dejara nada  escrito de puño y letra.

Aparta de tus ojos…

Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, María, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el páramo está.

Tú, bálsamo de mirra; Tú, cáliz de pureza;
flor de paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la Divina Sangre del que murió en la Cruz.

Tú eres, oh María!, un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecida avanza
el náufrago que anhela en el Edén tocar.

Impela, oh Madre augusta!, tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.

Análisis

En estos versos poéticos se habla de la Madre Redentora de Jesús y el hombre. Expresa su pureza y la esperanza que nos da como seres creyentes en el Señor Creador y en su misericordiosa existencia.

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A buen juez, mejor testigo

I

Entre pardos nubarrones
pasando la blanca luna
con resplandor fugitivo,
la baja tierra no alumbra.

La brisa con frescas alas
juguetona no murmura,
y las veletas no giran
entre la cruz y la cúpula.
Tal vez un pálido rayo
la opaca atmósfera cruza,
y unas en otras las sombras
confundidas se dibujan.

Las almenas de las torres
un momento se columbran
como lanzas de soldados
apostados en la altura.

Reverberan los cristales
la trémula llama turbia,
y un instante entre las rocas
ríela la fuente oculta.

Los álamos de la vega
parecen en la espesura
de fantasmas apiñados
medrosa y gigante turba;
y alguna vez desprendida
gotea pesada lluvia,
que no despierta a quien duerme,
ni a quien medita importuna.

Yace Toledo en el sueño
entre las sombras confusas,
y el Tajo a sus pies pasando
con pardas ondas la arrulla.

El monótono murmullo
sonar perdido se escucha,
cual si por las hondas calles
hirviera del mar la espuma.

Dulce:

¡Qué dulce es dormir en calma
cuando a lo lejos susurran
los álamos que se mecen,
las aguas que se derrumban!
Se sueñan bellos fantasmas
que el sueño del triste endulza,
y en tanto que sueña el triste,
no le aqueja su amargura.

Tan en calma y tan sombría
como la noche que enluta
la esquina en que desemboca
una callejuela oculta,
se ve de un hombre que aguarda
la vigilante figura,
y tan a la sombra vela
que entre las sombras se ofusca.

Frente por frente a sus ojos
un balcón a poca altura
deja escapar por los vidrios
la luz que dentro le alumbra;
mas ni en el claro aposento,
ni en la callejuela oscura
el silencio de la noche
rumor sospechoso turba.

Tiempo largo:

Pasó así tan largo tiempo
que pudiera haberse duda
de si es hombre, o solamente
mentida ilusión nocturna;
pero es hombre, y bien se ve,
porque con planta segura
ganando el centro a la calle
resuelto y audaz pregunta:
«,Quién va?», y a corta distancia
el igual compás se escucha
de un caballo que sacude
las sonoras herraduras.

-«Quién va?» – repite, y cercana
otra voz menos robusta
responde: «Un hidalgo, ¡calle!»
Y el paso el bruto apresura.
-Téngase el hidalgo – el hombre
replica, y la espada empuña.

-Ved más bien si me haréis calle
-repusieron con mesura
que hasta hoy a nadie se tuvo
Ibán de Vargas y Acuña.

-Pase el Acuña y perdone
dijo el mozo en faz de fuga,
pues teniéndose el embozo
sopla un silbato, y se oculta.

Paró el jinete a una puerta,
y con precaución difusa salió
una niña al balcón
que llama interior alumbra.

«¡Mi padre!», clamó en voz baja
y el viejo en la cerradura metió
la llave pidiendo
a sus gentes que le acudan.

Un negro por ambas bridas
tomó la cabalgadura,
cerrase detrás la puerta
y quedó la calle muda.

En esto desde el balcón,
como quien tal acostumbra,
un mancebo por las rejas
de la calle se asegura.

Asió el brazo al que apostado
hizo cara a Ibán de Acuña,
y huyeron con el embozo
velando la catadura.

II

Clara, apacible y serena
pasa la siguiente tarde,
y el sol tocando a su ocaso
apaga su luz gigante:
se ve la imperial Toledo
dorada por los remates
como una ciudad de grana
coronada de cristales.

El Tajo por entre rocas
sus anchos cimientos lame,
dibujando en las arenas
las ondas con que las bate.
Y la ciudad se retrata
en las ondas desiguales,
como en prenda de que el río
tan afanoso la bañe.

A lo lejos en la vega
tiende galán por sus márgenes
de sus álamos y huertos
el pintoresco ropaje,
y porque su altiva gala
más que a los ojos halague,
la salpica con escombros
de castillos y de alcázares.

Un recuerdo es cada piedra
que toda una historia vale,
cada colina un secreto
de príncipes o galanes.
Aquí se bañó la hermosa
por quien dejó un rey culpable
amor, fama, reino y vida
en manos de musulmanes.

Allí recibió Galiana
a su receloso amante
en esa cuesta que entonces
era un plantel Me azahares.
Allá por aquella torre
que hicieron puertas los árabes
subieron el Cid sobre Babieca
con su gente y su estandarte.

Más lejos se ve al castillo
de San Servando o Cervantes,
donde nada se hizo nunca
y nada al presente se hace.

A este lado está la almena
por do sacó vigilante
el conde don Peranzules
al rey, que supo una tarde
fingir tan tenaz modorra
que político y constante,
tuvo siempre el brazo quedo
las palmas al horadarle

Concilio:

Allí está el circo romano,
gran cifra de un pueblo grande,
y aquí la antigua basílica
de bizantinos pilares,
que oyó en el primer concilio
las palabras de los padres
que velaron por la Iglesia
perseguida o vacilante.

La sombra en este momento
tiende sus turbios cendales
por todas esas memorias
de las pasadas edades,
y del Cambrón y Bisagra
los caminos desiguales,
camino a los toledanos
hacia las murallas abren.

Los labradores se acercan
al fuego de sus hogares,
cargados con sus aperos,
cansados de sus afanes.

Los ricos y sedentarios
se tornan con paso grave
calado el ancho sombrero,
abrochados los gabanes,
y los clérigos y monjes
y los prelados y abades
sacudiendo el leve polvo
de capelos y sayales.

Quedase solo un mancebo
de impetuosos ademanes
que se pasea ocultando
entre la capa el semblante.

Los que pasan le contemplan
con decisión de evitarle,
y él contempla a los que pasan
como si a alguien aguardase.

Tímidos aceleran:

Los tímidos aceleran
los pasos al divisarle,
cual temiendo de seguro
que les proponga un combate;
y los valientes le miran
cual si sintieran dejarle
sin que libres sus estoques,
en riña sonora dancen.

Una mujer también sola
se viene el llano adelante
la luz del rostro escondida
en tocas y tafetanes.

Mas en lo leve del paso
y en lo flexible del talle
puede a través de los velos
una hermosa adivinarse.

Base derecha al que aguarda
y él al encuentro la sale
diciendo… cuanto se dicen
en las citas los amantes.

Mas ella galanterías
dejando severa aparte,
así al mancebo interrumpe
en voz decisiva y grave:
-Abreviemos de razones,
Diego Martínez ; mi padre,
que un hombre ha entrado en su ausencia
dentro mi aposento sabe;
y así quien mancha mi honra
con la suya me la lave ;
o dadme mano de esposo,
o libre de vos dejadme
Miróla Diego Martínez
atentamente un instante,
y echando a un lado el embozo,
repuso palabras tales:
-Dentro de un mes, Inés mía,
parto a la guerra de Flandes;
al año estaré de vuelta
y contigo en los altares.

Honra:

Honra que yo te deduzca
con honra mía se lave,
que por honra vuelven honra
hidalgos que en honra nacen.
-Júralo – exclamó la niña.

-Más que mi palabra. Vale
no te valdrá un juramento.
-Diego, la palabra es aire.
-¡Vive Dios que estás tenaz!
Dalo por jurado y baste.

-No me basta, que olvidar
puedes la palabra en Flandes.
-¡Voto a Dios!, ¿qué más pretendes?
-Que a los pies de aquella imagen
lo jures como cristiano
del santo Cristo delante.

Vaciló un poco Martínez,
mas porfiando que jurase
llévalo Inés hacia el templo
que en medio de la vega yace.

Enclavado en un madero,
en duro y postrero trance,
ceñida la sien de espinas,
descolorido el semblante,
vías allí un crucifijo
teñido de negra sangre,
a quien Toledo devota
acude hoy en sus azares.

Ante sus plantas divinas
llegaron ambos amantes,
y haciendo Inés que Martínez
los sagrados pies tocase,
pregúntale
-Diego, ¿juras
a tu vuelta desposarme?
Contestó el mozo
-¡Sí, juro!
Y ambos del templo se salen.

III

Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó
y un año pasado había;
mas de Flandes no volvía
Diego, que a Flandes partió.

Lloraba la bella Inés
su vuelta aguardando en vano;
oraba un mes y otro mes
del crucifijo a los pies
do puso el galán su mano.

Todas las tardes venía
después de traspuesto el sol,
y a Dios llorando pedía
la vuelta del español,
y el español no volvía.

Y siempre al anochecer,
sin dueña y sin escudero,
en un manto una mujer
el campo salía a ver
al alto del Miradero.

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!
La esperanza es de los cielos
precioso y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos,
que abrasan el corazón.

Si es cierto lo que se espera,
es un consuelo en verdad,
pero siendo una quimera,
en tan frágil realidad
quien espera desespera.

Así Inés desesperaba
sin acabar de esperar,
y su tez se marchitaba,
y su llanto se secaba
para volver a brotar.

En vano a su confesor
pidió remedio o consejo
para aliviar su dolor;
que mal se cura el amor
con las palabras de un viejo.

En vano:

En vano a Ibán acudía,
llorosa y desconsolada,
el padre no respondía,
que la lengua le tenía
su propia deshonra atada.

Y ambos maldicen su estrella,
callando el padre severo
y suspirando la bella,
porque nació mujer ella,
y el viejo nació altanero.

Dos años al fin pasaron
en esperar y gemir,
y las guerras acabaron,
y los de Flandes tornaron
a sus tierras a vivir.

Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó,
y el tercer año corría;
Diego a Flandes se partió,
más de Flandes no volvía.

Era una tarde serena;
doraba el sol de Occidente
del Tajo la vega amena,
y apoyada en una almena
miraba Inés la corriente.

Iban las tranquilas olas
las riberas azotando
bajo las murallas solas,
musgo, espigas y amapolas
ligeramente doblando.

Algún olmo que escondido
creció entre la yerba blanda,
sobre las aguas tendido
se reflejaba perdido
en su cristalina banda.

Ruiseñor:

Y algún ruiseñor colgado
entre su fresca espesura
daba al aire embalsamado
su cántico regalado
desde la enramada oscura.

Y algún pez con cien colores,
tornasolada la escama,
saltaba a besar las flores
que exhalan gratos olores
a las puntas de una rama.

Y allá en el trémulo fondo
el torreón se dibuja
como el contorno redondo
del hueco sombrío y hondo
que habita nocturna bruja.

Así la niña lloraba
el rigor de su fortuna,
y así la tarde pasaba
y al horizonte trepaba
la consoladora luna.

A lo lejos por el llano
en confuso remolino,
vio de hombres tropel lejano
que en pardo polvo liviano
dejan envuelto el camino.

Bajó Inés del torreón,
y llegando recelosa
a las puertas del Cambrón,
sintió latir zozobrosa,
más inquieto el corazón.

Tan galán como altanero
dejó ver la escasa luz
por bajo el arco primero
un hidalgo caballero
en un caballo andaluz.

Jubón negro acuchillado,
banda azul, lazo en la hombrera,
y sin pluma al diestro lado
el sombrero derribado
tocando con la gorguera.

Bombacho gris guarnecido,
bota de ante, espuela de oro,
hierro al cinto suspendido,
y a una cadena prendido,
agudo cuchillo moro.

Vienen tras este jinete,
sobre potros jerezanos,
de lanceros hasta siete,
y en la adarga y coselete
diez peones castellanos.

Asiese a su estribo Inés,
gritando: «¿Diego, eres tú?»
Y él, viéndola de través,
dijo: «¡Voto a Belcebú,
que no me acuerdo quién es!»

Dios bajo tristes alaridos:

Dio la triste un alarido
tal respuesta al escuchar,
y a poco perdió el sentido
sin que más voz ni gemido
volviera en tierra a exhalar…

Frunciendo ambas a dos cejas,
encomendó la a su gente
diciendo: «¡Malditas viejas
que a las mozas malamente
enloquecen con consejas!»
Y aplicando el capitán
a su potro las espuelas,
el rostro a Toledo dan,
y a trote cruzando van
las oscuras callejuelas.

V

Era entonces en Toledo
por el rey gobernador
el justiciero y valiente
don Pedro Ruiz de Alarcón.

Muchos años por su patria
el buen viejo peleó;
cercenado tiene un brazo,
más entero el corazón.

La mesa tiene delante,
los jueces en derredor,
los corchetes a la puerta
y en la derecha el bastón.

Está, como presidente
del tribunal superior,
entre un dosel y una alfombra
reclinado en un sillón,
escuchando -con paciencia
la casi asmática voz
con que un tétrico escribano
solfea una apelación.

Los asistentes bostezan
al murmullo arrullador;
los jueces medio dormidos
hacen pliegues al ropón;
los escribanos repasan
sus pergaminos al sol.

Los corchetes a una moza
guiñan en un corredor,
y abajo, en Zocodover,
gritan en discorde son
los que en el mercado venden
lo vendido y el valor.

Una mujer en tal punto,
en faz de gran aflicción,
rojos de llorar los ojos,
ronca de gemir la voz,
suelto el cabello y el manto,
tomó plaza en el salón
diciendo a gritos: «¡Justicia,
jueces; justicia, señor!»
Y a los pies se arroja humilde,
de don Pedro de Alarcón,
en tanto que los curiosos
se agitan alrededor.

Calmando confusión:

Alzóla cortés don Pedro
calmando la confusión
y el tumultuoso murmullo
que esta escena ocasionó,
diciendo
-Mujer, ¿qué quieres?
-Quiero justicia, señor.

-¿De qué?
-De una prenda hurtada.
-¿Qué prenda?
-Mi corazón.

-¿Tú le diste?
-Le presté.
-¿Y no te le han vuelto?
-No.

-¿Tienes testigos?
-Ninguno.
-¿Y promesa?
-¡Sí, por Dios!
Que al partirse de Toledo
un juramento empeñó.

-¿Quién es él?
-Diego Martínez.

-¿Noble?
-Y capitán, señor.

-Presentadme al capitán,
que cumplirá si juró.

Quedó en silencio la sala,
y a poco en el corredor
se oyó de botas y espuelas
el acompasado son.

Un portero, levantando
el tapiz, en alta voz
dijo: «El capitán don Diego.

Y entró luego en el salón
Diego Martínez, los ojos
llenos de orgullo y furor.

¿Sois el capitán don Diego
-díjole don Pedro- vos?
Contestó altivo y sereno
Diego Martínez:
-Yo soy.

-¿Conocéis a esta muchacha?
-Ha tres años, salvo error.

-¿Hicísteisla juramento
de ser su marido?
-No.
-¿Juráis no haberlo jurado?
-Sí juro.

-Pues id con Dios.
-¡Mientes! – clamó Inés llorando (
de despecho y de rubor.
-Mujer, ¡piensa lo que dices!
-Digo que miente: juró.

¿Tienes testigos?
-Ninguno.

-Capitán, idos con Dios,
y dispensad. Que acusado,
dudara de vuestro honor.

Tornó Martínez la espalda
con brusca satisfacción,
e Inés, que le vio partirse,
resuelta y firme gritó:
-Llamadle, tengo un testigo.
Llamadle otra vez, señor.

Calmando confusión:

Alzóla cortés don Pedro
calmando la confusión
y el tumultuoso murmullo
que esta escena ocasionó,
diciendo
-Mujer, ¿qué quieres?
-Quiero justicia, señor.

-¿De qué?
-De una prenda hurtada.
-¿Qué prenda?
-Mi corazón.

-¿Tú le diste?
-Le presté.
-¿Y no te le han vuelto?
-No.

-¿Tienes testigos?
-Ninguno.
-¿Y promesa?
-¡Sí, por Dios!
Que al partirse de Toledo
un juramento empeñó.

-¿Quién es él?
-Diego Martínez.

-¿Noble?
-Y capitán, señor.

-Presentadme al capitán,
que cumplirá si juró.

Quedó en silencio la sala,
y a poco en el corredor
se oyó de botas y espuelas
el acompasado son.

Un portero, levantando
el tapiz, en alta voz
dijo: «El capitán don Diego.

Y entró luego en el salón
Diego Martínez, los ojos
llenos de orgullo y furor.

¿Sois el capitán don Diego
-díjole don Pedro- vos?
Contestó altivo y sereno
Diego Martínez:
-Yo soy.

-¿Conocéis a esta muchacha?
-Ha tres años, salvo error.

-¿Hicísteisla juramento
de ser su marido?
-No.
-¿Juráis no haberlo jurado?
-Sí juro.

-Pues id con Dios.
-¡Mientes! – clamó Inés llorando (
de despecho y de rubor.
-Mujer, ¡piensa lo que dices!
-Digo que miente: juró.

¿Tienes testigos?
-Ninguno.

-Capitán, idos con Dios,
y dispensad. Que acusado,
dudara de vuestro honor.

Tornó Martínez la espalda
con brusca satisfacción,
e Inés, que le vio partirse,
resuelta y firme gritó:
-Llamadle, tengo un testigo.
Llamadle otra vez, señor.

Tengo un testigo:

Volvió el capitán don Diego,
sentase Ruiz de Alarcón,
la multitud aquietase
y la de Vargas siguió:
-Tengo un testigo a quien nunca
faltó verdad ni razón.

-¿Quién?
-Un hombre que de lejos
nuestras palabras oyó
mirándonos desde arriba.
-¿Estaba en algún balcón?
-No, que estaba en un suplicio
donde ha tiempo que expiró.

-¿Luego es muerto?
-No, que vive.
-Estáis loca, ¡vive Dios!
¿Quién fue?
-El Cristo de la Vega
a cuya faz perjuró.

Pusiéronse en pie los jueces
al nombre del Redentor,
escuchando con asombro
tan excelsa apelación.

Reinó un profundo silencio
de sorpresa y de pavor,
y Diego bajó los ojos
de vergüenza y confusión.

Un instante con los jueces
don Pedro en secreto habló,
y levantase diciendo
con respetuosa voz:
«La ley es ley para todos;
tu testigo es el mejor,
mas para tales testigos
no hay más tribunal que Dios.

Haremos… lo que sepamos;
escribano: al caer el sol,
al Cristo que está en la vega
tomaréis declaración.»

VI

Es una tarde serena,
cuya luz tornasolada
del purpurino horizonte
blandamente se derrama.

Plácido aroma las flores
sus hojas plegando exhalan,
y el céfiro entre perfumes
mece las trémulas alas.

Brillan abajo en el valle
con suave rumor las aguas,
y las aves en la orilla
despidiendo al día cantan.

Allá por el Miradero,
por el Cambrón y Bisagra,
confuso tropel de gente
del Tajo a la vega baja.

Vienen delante don Pedro
de Alarcón, Ibán de Vargas,
su hija Inés, los escribanos,
los corchetes y los guardias;
y detrás monjes, hidalgos,
mozas, chicos y canalla.

Otra turba de curiosos
en la vega les aguarda,
cada cual comentarían
el caso según le cuadra.

Entre ellos está Martínez
en apostura bizarra,
calzadas espuelas de oro,
valona de encaje blanca,
bigote a la borgoñesa,
melena desmelenada,
el sombrero guarnecido
con cuatro lazos de plata,
un pie delante del otro,
y el puño en el de la espada.

Los plebeyos de reojo
le miran de entre las capas:
los chicos, al uniforme,
y las mozas a la cara.
Llegado el gobernador
y gente que le acompaña
entraron todos al claustro
que iglesia y patio separa.

Encendieron ante el Cristo
cuatro cirios y una lámpara,
y de hinojos un momento
le rezaron en voz baja.

Cruz en tierra:

Está el Cristo de la Vega
la cruz en tierra posada,
los pies alzados del suelo
poco menos que una vara;
hacia la severa imagen
un notario se adelanta,
de modo que con el rostro
al pecho santo llegaba.

A un lado tiene a Martínez,
a otro lado a Inés de Vargas,
detrás al gobernador
con sus jueces y sus guardias.

Después de leer dos veces
la acusación entablada,
el notario a Jesucristo
así demandó en voz alta
«Jesús, Hijo de María,
ante nos esta mañana
citado como testigo
por boca de Inés de Vargas,
¿juráis ser cierto que un día
a vuestras divinas plantas
juró a Inés Diego Martínez
por su mujer desposarla?»
Asida a un brazo desnudo
una mano atarazada
vino a posar en los autos
la seca y hendida palma,
y allá en los aires ¡Sí, juro!,
clamó una voz más que humana.

Alzó la turba medrosa
la vista a la imagen santa…
Los labios tenía abiertos
y una mano desclavada.

Conclusión

Las vanidades del mundo
renunció allí mismo Inés,
y espantado de sí propio
Diego Martínez también.

Los escribanos temblando
dieron de esta escena fe,
firmando como testigos
cuantos hubieron poder.

Fundase un aniversario
y una capilla con él,
y don Pedro de Alarcón
el altar ordenó hacer
donde hasta el tiempo que corre
y en cada año una vez,
con la mano desclavada
el crucifijo se ve.

Análisis

El tema primordial del que se habla en   este poema de José Zorrilla, expresa la tradición de ciertas personas en relación a la religión. Además de ello, indica las intervenciones milagrosas que restauran la justicia y a su vez la verdad de los hombres.

Es por esta razón, que se visualiza en el poema las consecuencias que trae consigo el milagro. En ello, los personajes que se expresan en el texto abrazan la vida religiosa de manera expresiva. Tras esto, es que se procede a representar de manera visible el amor por la divinidad del Señor.

Por otro lado, el llamado José Zorrilla, resalta emociones emergentes y a su vez decisivas que determinan a su vez el destino de las personas. En donde se expresa elementos que reflejan el honor de las personas.

Las hojas secas (A mi madre)

La mía es triste, cansa y no interesa;
Sin aventuras intrincadas, corta;
Es una historia solamente mía,
Como otras muchas que a la vez se ignoran.

Es la historia de un sueño fatigoso,
En que nada sucede, nada importa;
No se comprende, pero no se olvida,
Y sus vagos recuerdos nos acosan.
Yo la recuerdo con vergüenza siempre,
Temo profundizarla, y sus memorias,
Como gotas de mágico veneno,
Caen en mi corazón una tras otra.

¿Qué os hicisteis, dulcísimos instantes
De mi infancia gentil? ¿Dónde están ahora
Los labios de coral que me colmaron
De blandos besos que mis ojos lloran?

¿Dónde está la mano amiga que trenzaba
Las hebras mil de mi melena blonda,
Tejiéndome coronas en la frente
De azucenas silvestres y amapolas?

Era ¡ay de mí! mi madre; alegre entonces,
Tranquila, amante, como el alba hermosa;
Jamás me ha parecido otra hermosura
Tan digna de vivir en mi memoria.
Apartaos, impúdicas quimeras;
Más os detesto cuanto más vosotras
Tenaces me seguís; ya no sois nada,
Cesó el festín, rompieron se las copas.

Ella es mi madre; sus ardientes besos
Con vuestra vil presencia se inficionan;
Idos en paz, que el llanto de sus ojos,
Del alma impura vuestra imagen borra.

¡Madre, te encuentro llorando!
¡Ah! ¡No atiendes a mis voces!
Mírame, ¿no me conoces?
¿Tan mudado, madre, estoy?
¿Tan pronto borrar pudieron
Mi rostro las desventuras?
¡Bebí tantas amarguras!…
Pero al fin, madre, yo soy.

¡Cuán trémula está tu mano!
Tu corazón, ¡cuán opreso!
Madre, ¿no tienes un beso
Ni una queja para mí?
¡Lloras! Beberé tu llanto…
Más abrasan tus mejillas…
Heme, madre, de rodillas
Avergonzado ante ti.

II

Apartas de mí los ojos;
Sufres viéndome, lo veo;
Mas estoy como está el reo,
Humillado ante su Dios.
Tornadme el rostro, señora,
Y aunque lo tornéis severo,
Aunque sea el favor postrero
Porque me ausente de vos.

Lo sé: receláis acaso
Que vendí vuestro cariño
Por el impúdico aliño
De otro amor más terrenal.
Este color de mi frente
Tal vez os parece impuro…
¡Oh, Madre mía, os lo juro:
Me habéis comprendido mal!

Soñé, y me desvanecieron
Mis fatales ilusiones;
Sentí mis locas pasiones
Dentro de mi pecho arder.
La tempestad era horrible,
La noche lóbrega, densa,
La mar tormentosa, inmensa,
Mi barca débil ¿Qué hacer?

Lanzado al mar sin aviso,
Déjeme llevar del viento;
Sácame el mar turbulento
A otra playa de ilusión;

Yo a lo lejos la miraba:
Y era una tierra tan bella,
Que el pasar, madre, por ella,
Fue terrible tentación.

Bebí el agua de sus fuentes,
Gocé el aura de sus flores;
Embriagado en sus amores,
En sus bosques me adormí;
Allí, el placer me esperaba;
Vos, en la opuesta ribera……
Horrible tentación era,
Mas luché, madre, y vencí.

Tal vez en mi sien soñaba
Glorioso laurel naciente;
Yo lo arranqué de mi frente;
Pensaba en vos, y le hollé.
Allí quedó entre la arena,
Y, al lanzarle, dije: -Crece,
Que si mi sien te merece,
Más ansioso volverá.

En vano mis ilusiones
Me acosaron tumultuosas;
A las ondas procelosas
Me arrojó audaz, y volví.
Sin fuerza, sin esperanza,
Madre, en mi congoja fiera,
Tu imagen fue la postrera
Que guardé mientras viví.

III

¿Más tú, inconsolable lloras
Sin atender a mis voces!
¡Mi vida! ¿No me conoces?
¿Tan mudado, madre, estoy?
¿Tan pronto borrar pudieron
Mi rostro las desventuras?
¡Bebí tantas amarguras!…
Pero, al fin, madre, yo soy.

¡Más no me escuchas! ¡Llorando,
La faz amorosa escondes!
Te llamo y no me respondes:
¡Tanto, madre, te ultrajé!
Te entiendo, por fin: yo solo
No basto ya a consolarte;
Me será fuerza dejarte,
Y a la mar me volveré.

Mas oye: Es el otoño; rebramando,
El ábrego los árboles sacude;
De roncos cuervos el siniestro bando,
A los peñascos cóncavos acude.

Brilla sin fuerza el sol en Occidente,
Y allá en la falda de espinoso risco,
Guía el pastor, con paso indiferente,
Las humildes ovejas al aprisco.

Seco el follaje de la selva umbría,
De sus verdes doseles se despoja;
Y al empuje de ráfaga bravía,
El bosque se desnuda hoja por hoja.

El ábrego las huella y arrebata,
Las arrastra en revuelto torbellino,
Ciega en la fuente la serena plata,
Borra los lindes del igual camino.

Triste fantasma del vergel ameno
Y esqueleto fantástico, semeja
Cada desnudo tronco, un día lleno
De la sombra magnífica que deja.

Flores, ¿en dónde estáis? Y ¿dónde se esconden
Los céspedes que amenos os cercaban?
¿Cómo los ruiseñores no responden
Al son de las alondras que pasaban?

¿Qué es del arrullo de la mansa fuente
Donde a beber bajaban las palomas?
¿Qué es del aura que erraba suavemente
Cargada de suspiros y de aromas?

IV

Las galas del Abril se marchitaron,
Los céfiros errantes se extinguieron,
En oyes los murmullos se tornaron,
Y anchos arroyos las corrientes fueron.

Todo pasó. En el valle pantanoso
Hay en vez de una fuente una laguna,
Y en las ramas del álamo pomposo,
Las hojas se desprenden una a una.

Así, madre, van mis días,
Con las hojas de consuno,
Desprendiéndose uno a uno
Al vaivén de la pasión.

Y así van las ilusiones
De mi esperanza importuna,
Desprendiéndose una a una
De mi seco corazón.

Como esas hojas marchitas
No volverán a su rama;
El cierzo las desparrama,
La lluvia las pudrirá.
Como el bosque queda triste,
Y silencioso y desnudo,
Seco y solitario y mudo
Mi corazón siento ya.

Esas hojas amarillas
Que ayer nos prestaron sombra,
Ni aun las querrá por alfombra
El tornasolado Abril;
Míralas, madre, cuál ruedan
Entre la arena perdidas,
Holladas y sacudidas
Por el aura más sutil.

Eso son nuestras creencias,
Nuestras míseras ficciones;
Eso son nuestras pasiones,
Nuestra vida terrenal:
Nacen, dan sombra un instante,
Suenan, se mecen, se cruzan,
Caen, ruedan, se desmenuzan,
Y las lleva el vendaval.

Si ellas al rápido soplo
Del cierzo desaparecen,
Otras en el árbol crecen
Y se apiñan otra vez;
Mas yo iré, cual hoja seca
Por el viento desprendida,
Arrastrando de mi vida
La juventud, la vejez.

Y el negro remordimiento
Irá por doquier conmigo,
Como verdugo y testigo
De mi perdurable afán.
Y cuando a su vieja llama
Encanezcan mis cabellos,
Madre, debajo de aquéllos
Jamás otros nacerán.

V

Porque estas hojas errantes
que por mi memoria vagan,
Estos recuerdos que amagan
No dejarme hasta morir,
Hojas secas de mí mismo,
Que arrancadas de mi centro,
A mí asidas las encuentro
Sin poderlas desasir,

No pasarán como pasan,
Esas hojas del otoño;
No tienen otro retoño,
Mas tampoco tendrán fin;
Sopla el viento y no las lleva,
Cae la lluvia y las perdona;
Igualmente las abona
El desierto y el jardín.

Dicen que todo al fin se desvanece,
Todo pasa, se olvida, pierde o borra…
¿Soy infeliz? No sé. Más vivo triste
Y un torcedor arrastro en mi memoria.

Madre, ¿creerás también que todo pasa
Como en alas del ábrego las hojas,
del vago céfiro los oyes,
Como del mar las fugitivas ondas?

¿Crees tú que pasarán para tu hijo,
Como del bosque la agostada pompa,
Tus recuerdos, tu amor, tu sacra imagen,
Que todo el corazón le ocupa sola?

¿Crees, madre, que al huir desesperado
A playas extranjeras y remotas,
Corre tras la molicie y los placeres,
Busca una libertad cínica y loca?

¿Crees tú que anhela, en climas apartados,
Libre gozar su juventud fogosa?
¿Crees que, olvidado de su madre, viva?…
Quien lo dijo, mintió, madre y señora,

Doquier que arrastre su existencia inútil,
Suerte feliz o mísera le acorra,
Ya duerma en los harapos del mendigo
En blanda pluma de opulenta alcoba,

Ya espere un porvenir sin esperanza,
circunde su sien verde corona,
En la mazmorra, en el alcázar madre,
Dondequiera que aliente, allí te adora.

Que es mi pecho tu altar, y aquí tu imagen
Nunca pasa, se olvida, pierde o borra,
Como pasan al aire del otoño,
Del bosque umbrío las marchitas hojas.

Análisis

Habla de la importancia de tener claro, que los momentos difíciles pasan e incluso llegan a olvidarse. Existen momentos en que las  personas no viven su vida bajo la infelicidad, más bien es con un halo de tristeza por todas las memorias que llevan por el pasar de sus memorias.

Es además una forma de despedirse de personas que en tu corazón se encuentran. Además de ello, la manera de vivir sin mayor dolor que él que ya existe la perdida de alguien amado.
Por otro lado, es una forma de mencionar los fracasos que se suscitan en la vida. Otra forma de recordar como llegaste a ir moldeando tu vida a través de sucesos y personas que resguardaron tu alma en su momento.

Es importante resaltar que el llamado José Zorrilla poemas, expresa el gran amor que siente por su madre. La importancia que le dio a aquellos años en que lo resguardo en sus brazos, trazando su vida.

Pereza

¡Cuán descansadamente,
Lejos del vano mundo, se reposa
A la orilla de límpida corriente
O de un moral bajo la sombra hojosa!

En el césped mullido,
Sin luz los ojos, sin vigor los brazos,
De la tranquila soledad el ruido
Se pierde por la atmósfera a pedazos.

El ánima descansa
De la ciega pasión y su braveza,
Y el cuerpo, presa de indolencia mansa,
Se goza en su pacífica pereza.

Entonces, no el tesoro
Ni la sed del placer el alma aviva;
El más rico licor, en copa de oro,
Entonces se desprecia y no se liba.

La mente no se inquieta
Por pensamientos de dolor cercada:
Que a su honda languidez yace sujeta,
Y a su propia impotencia encadenada.
Sin luz el ojo vago,
Sin un sonido sobre el labio abierto,
Pasa la vida cual por hondo lago
De incierta luz el resplandor incierto.

Así vuelan las horas,
Y así pasan pacíficas y bellas,
Cual las aves del viento voladoras,
Cual la cobarde luz de las estrellas?

Así el pesar se aduerme,
Y al grato son de un aura que murmura,
Tal vez se goza del reposo inerme
Que confunde el pesar con la ventura.

Así mis horas quiero
Que pasen sin valor y sin fortuna,
Ya al manso son del céfiro ligero,
Ya al resplandor de la amarilla luna.

II

Ven, amorosa Elvira,
Ven a mis brazos, que de amor sediento,
El perezoso corazón suspira
Por ver tus ojos, por beber tu aliento.

Ven, adorado dueño,
Sepa que estás, en mi descanso inerte,
Cercado mí para velar mi sueño;
Cerca, hermosa, de mí cuando despierte.

Yo, en la hierba tendido,
En la sombra de un álamo frondoso,
Entreveré, con ojo adormecido,
Cuál velas mi descanso silencioso.

El sol, a lento paso,
Hundió en el mar su faz esplendorosa,
Marcando su camino en el ocaso
Vivo arrebol de púrpura y de rosa,

El agua, mansamente,
Con monótono arrullo le despide;
Y arrastrando sus ondas lentamente,
El ancho espacio de sus ondas mide.

Sólo queda en la tierra
El vapor del crepúsculo dudoso,
Y el vago aroma que la flor encierra,
Se esparce por el aire vagaroso.

Y las fuentes corriendo,
Las brisas volando, se estremecen,
Y su soplo en los árboles creciendo,
A su soplo los árboles se mecen.

Trémulas van las olas
Bajo sus alas mansas y ligeras,
Reflejando las sueltas banderolas
De las naves que el mar surca veleras.

III

Y la luna argentina,
La bóveda al cruzar del firmamento,
La inmensidad del Bósforo ilumina,
Color prestando al invisible viento.

Y al son del mar vecino,
Al murmullo del viento caluroso,
Y al reflejo del éter cristalino,
Se aduerme el cuerpo en lánguido reposo

En la quietud amiga
De la callada noche macilenta,
Hasta la misma languidez fatiga,
Y el ánima se rinde soñolienta.

¡Oh! Bien haya el estío
Con su tranquila y bochornosa calma,
Que roba al corazón su ardiente brío
Y en blanda inercia nos aduerme el alma

Ya de ese insomnio presa,
Me faltan voluntad y pensamiento,
Y hasta mi cuerpo sin valor me pesa,
Y el son me cansa de mi propio aliento.

Dadme deleites, dadme;
Henchidme de placeres los sentidos;
Venid, eunucos, y al harén llevadme
En vuestros brazos, al placer vendidos.

Abridme esas ventanas,
Dadme a beber el aura de la noche
Y a saborear las ráfagas livianas
Que a la flor rasgan su aromado broche.

Quiero al son de las olas
Secar un corazón en solo un beso;
Traedme mis esclavas españolas,
Que el mío tienen en sus ojos preso.

Venid, venid, hermosas,
Divertidme con danzas y canciones;
Venid en lechos de fragantes rosas,
Venid, blancas y espléndidas visiones,

Quemad en mis pebetes
Cuanto aroma encontréis en mi palacio,
Y respiren sus anchos gabinetes
Ámbar opreso en reducido espacio.

IV

Ven, voluptuosa Elvira,
Trénzame con tu mano mis cabellos;
Y tú, Inés, por quien Málaga suspira,
Nardo derrama y azahar en ellos.

Traedme a esos esclavos
Que aportan mis bajeles viento en popa;
Presa que hicieron mis piratas bravos
En un rincón de la dormida Europa.

Vengan a mi presencia,
Y al son de sus extraños instrumentos
Sirvan a mi poder y a mi opulencia,
Si no con su canción, con sus lamentos.

Dadme deleites, dadme;
Cúbreme, Elvira, con tu chal de espumas,
Y las tostadas sienes refrescadme
Con abanicos de rizadas plumas.

Suene en mi torpe oído
Su suave son como murmullo blando
De arroyo que a la mar baja perdido,
De peña en peña juguetón rodando;
Cual tórtola que llama,
Con lento arrullo que en el viento pierde,
La descarriada tórtola a quien ama,
De árbol sombrío en el columpio verde.

Danzad mientras reposo,
Cantad en derredor mientras descanso,
Y no sienta en mi sueño voluptuoso
Más que murmullo lisonjero y manso.

Análisis

Aquí se resaltan los momentos en los que nos encontramos agotados de los momentos dificultosos de la vida y nos dejamos abrazar con pasión por el cansancio que genera nadar contra la corriente.

Además de ello, el llamado José Zorrilla poemas, habla de la importancia de cercar los malos momentos que se resguardan en el alma. Debemos pasar nuestra vida enfocados en encontrar la luz, por más incierto que se vea el camino hacia ella.

Biografía de José Zorrilla

Este escritor, fue el hijo de José Zorrilla Caballero, un hombre que se consideraba chapado a la antigua, que poseía una ideología absolutista. Por otro lado, su madre fue Nicomedes Moral, que se consideraba una mujer piadosa. Nace el 21 de febrero de 1817 en Valladolid.

José Zorrilla fue ingresado en el Seminario de Nobles, que estaba regentado por los jesuitas. En ese lugar represento personajes en obras teatrales y además de ello, pudo aprender bien el italiano.

El carácter que lo definía en sus estudios, su atracción por el dibujo, las mujeres, la literatura y por supuesto su inspiración en Alejandro Dumas, Víctor Hugo, el Duque de Rivas y Espronceda fue lo que trasformaron a José Zorrilla poemas que son imposibles dejar de leer.

Para el transcurso de su camino como dramaturgo y poeta, descubre que es sonámbulo, pues en ocasiones se acostaba dejando un poema incompleto y al despertar estaba totalmente acabado. Incluso en ocasiones al dormir estaba con barba y al despertar rasurado, es tras esto que pidió que lo dejaran dormir bajo llave.

Huye a Madrid en 1836, es tras esto que inicia a hacer literario frecuente en aspectos artísticos y bohemios, junto a Miguel de los Santos Álvarez, lo que lo llevo a pasar bastante hambre.

Inicios y desarrollo

Cuando estuvo en Madrid, comenzó a escribir para los periódicos El Español y El Porvenir, en estas empresas de la prensa escrita, llego a cobrar un sueldo de seiscientos reales. Por otro lado, participo en El Parnasillo y además de ello, leyó poemas en su liceo. Además de ello, participo en la crítica teatral.

En 1837 publica su primer libro, llamado Poesías, que resaltaba José Zorrilla poemas, que contaba con prólogo de Nicomedes  Pastor Díaz, que fue su primer drama, que estaba escrito en colaboración con García Gutiérrez.

Su obra Juan Dándolo fue estrenada en julio de 1839 en el Teatro del Príncipe. Por otro lado, su resaltante obra llamada Cantos del trovador, al igual que Más vale llegar a tiempo, Vivir loco y morir más y Cada cual con su razón fueron estrenadas y publicadas en 1840.

Por otro lado, por sus obras fue tan reconocido que para finales de 1843 recibió por parte del Gobierno de España la cruz supernumeraria de la Real y Distinguida Orden de Carlo III. A

l igual que Manuel Bretón de los Herreros y Juan Eugenio Hartzenbusch.

Su vida personal

En 1838 se casa con Florentina Matilde OReilly, quien era una viuda irlandesa que se encontraba arruinada y contaba con dieciséis años mayor, que contaba con un hijo de su anterior marido José Bernal. Este  matrimonio fue lleno de infelicidad,  pues tuvo una hija que murió al tiempo de nacida y su esposo tuvo varios amantes.

Tras esto lo hizo abandonar el teatro y tras el éxito de Don Juan Tenorio en 1844 decide abandonarla en 1845 y emigro a Francia y posterior en 1855 a México, tras cartas difamatorias de su mujer. Es en ese momento cuando vive sus penas con su amante Leila. Tras esto escribió dos tomos de su poema Granada.

En 1852 el llamado José Zorrilla poemas, fue impreso en un tercer tomo de Obras poéticas y dramáticas. En Londres en 1853 aun con problemas económicos. Es tras eso que saca el relojero Losada.

Además de ello, publico su famosa Serenata morisca que fue dedicado a Eugenia de Montijo, que se casó en ese año con el emperador Napoleón III. José Zorrilla poemas iba a obtener la legión de honor, pero tras unas cartas nuevamente de su esposa no logro obtenerlo.

México

José Zorrilla poemas, se dirige hacia México en donde vivió once años de su vida. Él llega hasta Veracruz el 9 de enero de 1855. Fue acogido con mucho respeto a pesar de falsas quintillas contra el país.

Estuvo el lapso de 1854 a 1866 pasando largas temporadas  en Valle de Apan. Es aquí donde vivió una historia de amor con Paz. Posterior a ello, bajo protección del emperador Maximiliano, que fue bajo la interrupción en 1858 en Cuba. Es en ese momento cuando empieza a padecer de epilepsia, la cual tendría toda la vida.

Cuba

Mientras estuvo en Cuba, formo parte del tráfico de esclavos. Por otro lado, estableció una sociedad con un librero y periodista de origen español llamado Cipriano de las Cagigas, quien era hijo de un reconocido negrero que importaba indios prisioneros de la guerra contra los mayas, para venderlo a las azucareras de Cuba.

El llamado José Zorrilla poemas  compro indios pero la muerte de Cagigas hizo que el negocio no progresara. Tras esta situación decide volver a México en marzo de 1859. Vivió una vida llena de aislamiento y pobreza.

A pesar de ello, en el momento en el que Maximiliano I ocupa el poder como emperador en México en el año de 1864, José Zorrilla pasó a ser un poeta áulico y además de ello, se convirtió en el director del Teatro Nacional.

Muerte de su esposa

Su esposa Florentina OReilly muere tras padecer la enfermedad del cólera en octubre de 1865. Tras esta situación el llamado José Zorrilla poemas, se encontró con la libertad de ir hacia España. Es por esta razón que embarco en el año de 1866, para llegar el 19 de julio de ese año a Barcelona.

Decidió dirigirse hasta Valladolid el 21 de septiembre de ese año, con el propósito de arreglar los asuntos que tenía pendiente. José Zorrilla poemas se dispuso a recibir en su casa a muchas personas, además de ello, acudió a los toros, también ofreció dos lecturas que fueron efectuadas en el Teatro Calderón y también en el Teatro Lope d Vega, en donde se dispuso a representar el drama de su autoría Sancho García.

Fallecimiento de José Zorrilla poeta

El 14 de febrero de 1890 se procedió a realizar una operación en Madrid, pues contaba con un tumor cerebral. Tras su situación, la reina María Cristina decidió concederle apresuradamente la pensión dos meses posteriores.

Sin embargo, el tumor se reprodujo y termino por morir en Madrid en el año de 1893, tras realizarse otra operación. Los restos del poeta y dramaturgo José Zorrilla poemas  fueron enterrados en el cementerio de San Justo de Madrid.

A pesar de ello, en 1896, se decide cumplir la voluntad de José Zorrilla poemas  y sus restos se trasladaron hasta Valladolid. El día de hoy su cuerpo se encuentra en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres del cementerio del Carmen.

En su ciudad natal se inaugura el estudio del Real Valladolid C.F, en el año de 1982. Este lugar fue llamado con su nombre.

La literatura de José Zorrilla

El llamado José Zorrilla poemas, cultivo todos los géneros que destacan en la poesía, como es el caso de la lírica, la épica y la dramática. Además de ello, José Zorrilla poemas cortos resaltaron por la forma en como cada palabra se adentraba en quien lo leyera.

Existen tres elementos que se consideran de interés en la vida de José Zorrilla poemas, poeta y dramaturgo que representan la orientación de sus obras. La primera a destacar es la relación que guardaba con su padre. Es tras esto que refleja la culpa de no hacer lo que su padre deseaba para él. Dejando atrás los ideales tradicionalistas en relación a las acciones de su vida.

El segundo elemento a destacar,  de José Zorrilla poemas se centra por completo en su postura sensual, en donde las mujeres eran consideradas de importancia. Entre esposa, un amor temprano con una prima y amoríos por su paso en París y México. Por tanto, para él el amor formaba parte de los ejes de su vida.

Como tercer elemento de José Zorrilla poemas  se puede tomar en cuenta las condiciones de salud de Zorrilla. Realizo inclusive una autobiografía en donde demuestra su afición al Tarot, en donde refleja sus supuestas alucinaciones, el sonambulismo y la epilepsia. De igual forma, la aparición del tumor cerebral pudo llegar a marcar un ritmo en sus obras. Es importante mencionar que en sus escritos resalta la fantasía.

Obras literarias más destacadas de José Zorrilla poemas

Las poesías, I, Madrid: J. Sancha, 1837.

Poesías, II, Madrid: José María Repullés, 1838.

También las poesías, III, Madrid: José María Repullés, 1838.

De igual forma las poesías, IV, Madrid: José María Repullés, 1839.

Poesías, V, Madrid: José María Repullés, 1839.

Así mismo las poesías, VI, Madrid: José María Repullés, 1839.

Poesías, VII, Madrid: José María Repullés, 1840.

De igual forma resaltan las siguientes obras literarias del llamado José Zorrilla poemas:

Vigilias del estío. Madrid: Boix, 1842.

Recuerdos y fantasías. Madrid: J. Repullés, 1844.

Cuentos de un loco, 1853.

La flor de los recuerdos. Ofrenda que hace a los pueblos hispano-americanos, 1855.

Dos rosas y dos rosales, 1859.

Con José Heriberto García de Quevedo,  María. Corona poética de la Virgen. Poema religioso, Madrid, Imprenta que fue de Operarios, a cargo de A. Cubas, 1849.

Poesías

Debemos destacar que José Zorrilla poemas contó con poesías liricas a pesar de no ser las mejores resaltaron, como es el caso de la conocida Orientales, que fue un género que ya había sido cultivado por Víctor Hugo. De igual forma resalta, mejores son las Leyendas, en donde figura que fue mejor poeta narrativo.

Fueron celebres sus poesías Margarita la Tornera, A buen juez mejor testigo y El capitán Montoya. Por otro lado, a sus treinta y cinco públicos la obra Granada, en donde resalta la vida en el mundo de los musulmanes.

Se pueden resaltar debido a sus temáticas a tratar cinco bloques del llamado José Zorrilla poemas  que son los siguientes:

  • Lírica religiosa, en donde resaltan Ira de Dios y La Virgen al pie de la Cruz.
  • La lirica amorosa conociéndose principalmente Un recuerdo y un suspiro, así como A una mujer.
  • También la lirica sentimental en donde La meditación y La luna de enero fueron muy conocidas.
  • De igual forma la lirica descriptiva Toledo, A un Torreón resaltaron.
  • Importante mencionar también la lirica filosófica en donde Cuentos de un loco fue de las más conocidas.

Todo lo que buscas de literatura se encuentra en este blog. Es por ello que te invito a que pases por los siguientes artículos y así conozcas un poco más sobre la Biografía de Lewis Carroll y sobre los Escritores famosos de la historia. No te arrepentirás.


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