Jojo Rabbit: Hitler, eres muy plasta, en serio | Crítica

¡El póster honesto de Jojo Rabbit tiene toda la razón! Hace unos días nos atragantamos de entusiasmo por todo lo que hemos gozado Diamantes en bruto. Hoy nos toca enfrentarnos al otro reverso de este pasadizo traicionero y con goteras que a veces puede ser la cultura: Jojo Rabbit. ¿Con respecto a qué virtudes alguien está autorizado a decir que un esfuerzo de millones de dólares que ha gustado a mucha gente (y que hasta tiene nominaciones al Oscar) es una película que, en el fondo, no merece demasiado la pena? He aquí, el drama fundamental de todo ejercicio de opinión/crítica/análisis.

Crítica de JoJo Rabit

Cómo una película de corte tan infantil ha logrado colarse en la lista de las nominadas al Oscar 2020 es otra de ésas preguntas incómodas y difícilmente resolubles. De hecho, tenemos un puñado: ¿qué pretende aportar exáctamente Jojo Rabit al género de crítica/sátira al nazismo? ¿Por qué todo en Jojo Rabbit (Moonrise Kigdom: Berlin Days) se nota manoseado (El niño del pijama de rayas, La vida es Bella, Malditos bastardos), y lo que no (Taika Watiti interpretando a Hitler) resulta cansino?

¿En qué momento la ironía se vuelve insuficiente justificación para lo que muchos podrían considerar una desvirtualización flagrante de la realidad? Hace unos días, creo que fue en La Sexta, vi como una reportera preguntaba a un grupo de jóvenes por el significado de un folio que tenía impreso la palabra Auschwitz.

Ninguno sabía qué era eso.

La mayor aportación de Jojo Rabbit al cine es el estudio de cómo se las ha ingeniado su director para encajar la toma de Berlín en una película para niños a la que sólo le ha faltado que el Führer se tirase cuescos.

¿Qué es eso que siento? ¿Acaso me he convertido en un ofendidito? ¿Yo?

Un buen resumen de Jojo Rabbit en una imagen

Un buen resumen de Jojo Rabbit en una imagen

Un Hitler un tanto cansino

En el 2000, todavía. Pero en 2020 tenemos más que deglutido al Hitler de Tarantino, todos nos hemos leído (o visto) Ha vuelto y hasta en Rick & Morty hacen chistes sobre nazis.

El Führer Jim Carrey de Jojo Rabbit (con muecas en, literalmente, cada una de sus escenas) cansa desde su primera intervención. Las apariciones de Hitler (interpretado por el director) son pausas para la comedia; monólogos que nada aportan a la trama (un niño fanático del nazismo descubre a una niña judía viviendo en su armario), pero que no dudamos que serán incluidos hasta la saciedad en todos los resúmenes futuros de películas históricas traviesas: Hitler saltando por una ventana, Hitler hablando con sangre en el cráneo, etc. El atractivo plástico y la fuerza visual de este hombre que todavía hoy es la personificación número 1 del mal no conoce límites.

Si quitamos a Hitler, sinceramente, nos quedamos sin película. La historia del niño distraído hablando como hablan los niños (lobotomizados), la madre superviviente (Scarlett Johansson) colaboracionista y que le da al vino pero sin pasarse, la judía inocentísima y los alemanes victimarios (casi) todos se nos ha hecho vieja. Saltearla con los Beatles, Bowie o Tom Waits no va a hacer el milagro. Las intervenciones del amigo gordito son casi el único salvavidas que arroja Jojo Rabbit al espectador.

Ese niño se merece su propia película y en Postposmo lucharemos por ella.

Thomasin McKenzie, la Anna Frank, es, quizás, la mayor sorpresa y descubrimiento de Jojo RabbitVolveremos a verla este año en Top Gun.

Jojo Rabbit sería deslumbrante… hace 30 años

Necesitamos avanzar de la casilla de los Monthy Pyton. Reunir a un montón de miembros de la gestapo y soldados de la SS para ridiculizarlos tiene que dejar de ser considerado trangresor. O eso, o dejamos la Segunda Guerra Mundial un ratito en paz.

No haremos spoiler, pero Jojo Rabbit termina exáctamente como imaginas que va a terminar. Todo en ella es cándida, hasta las urgentes dosis de moralina final. Da la sensación que sólo se han trabajado los personajes del niño, la judía y la madre. El resto, de tebeo. Si es que estamos hablando de una película dirigida al público adulto, claro. De lo contrario, que tengan la decencia de, al menos, no nominarla a ningún Oscar, para que al menos sepamos a que nos exponemos durante las próximas dos horas.

El espectador diletante sin demasiada tradición cinéfila igual puede pasar un rato divertido y en familia con Jojo Rabbit. Para todos los demás que valoren su tiempo, Jojo Rabbit es una película rápidamente olvidable que no deja poso alguno.

5/10


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