Eminem: análisis del rapero más escuchado de la década 2010-2019 en Spotify

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Top artistas más escuchados en Spotify 2010-2019

Y decían que Eminem estaba muerto. Ya sea por impacto en los medios o por pura percepción e influencia en los círculos del rap, uno podría inclinarse a pensar que la segunda década de carrera musical de Eminem ha sido un enorme ni fú ni fa. Especialmente si se la compara con la primera, caracterizada por el hegemónico rodillo comercial y mediático que supuso el lanzamiento, en espacio de cinco años (1999-2003), de The Slim Shady LP, The Marshall Mathers LP, The Eminem Show y la banda sonora de 8 Millas.

Spotify ha venido para sacarnos de nuestro error.

En su informe anual de canciones y artistas más reproducidos de 2019 (inesperado giro en los acontecimientos con A Palé-Rosalía-trá trá número 1 en España), Spotify ha añadido un anexo con los ganadores de la década 2010-2019. Entre los sospechosos habituales (Drake, perenne en su reinado inmortal, Ed Sheeran, Ariana Grande…) destaca un nombre: Eminem sigue en el candelero.

A sus 47 años y con nueve discos de platino en su haber, Eminem es el artista más viejo de todos los más escuchados en Spotify.

Artista más reproducido de la década en Spotify

  1. Drake
  2. Ed Sheeran
  3. Post Malone
  4. Ariana Grande
  5. Eminem

Artista femenino más reproducido de la década en Spotify

  1. Ariana Grande
  2. Rihanna
  3. Taylor Swift
  4. Sia
  5. Beyoncé

Artista masculino más reproducido de la década en Spotify

  1. Ed Sheeran
  2. Post Malone
  3. Eminem
  4. The Weeknd

Canciones más reproducidas de la década en Spotify

  1. “Shape of You” – Ed Sheeran
  2. “One Dance”  – Drake, Kyla, WizKid
  3. “rockstar (feat. 21 Savage)” – 21 Savage, Post Malone
  4. “Closer” – Halsey, The Chainsmokers
  5. “Thinking out Loud” – Ed Sheeran

Y no, Drake no es un rapero. Drake es un artista a ratos pop, a ratos RnB que, cuando le da, ni siquiera escribe sus canciones (según ha reconocido él mismo). Aquí estamos hablando de liricistas. Y Eminem podrá ser todo lo blanco y mainstream que uno quiera, pero Eminem es un liricista capaz de encajar 1.506 palabras en una canción de seis minutos, Rap God.

Pero Eminem ha sido mucho más que eso. Y esperemos que lo sea, pues ya ha anunciado que sólo le retirará la muerte.

Análisis/crítica de la década 2010 para Eminem

Eminem, Segunda Época

Desde su resurrección post sobredosis de barbitúricos en 2007, Eminem se ha marcado un Sabina en toda regla: ya no es lo mismo. Más concentrado en dar con la tecla de la fusión de rap con rock/pop y en armar bailes silábicos imposibles con dobles y triples sentidos, Eminem ha protagonizado una muy desigual década con canciones bochornosas (Believe, sacada del que con deferencia es su peor trabajo, Recovery) y canciones a la altura del rey que Spotify nos dice que es.

A sus 47 años, Eminem lanzó en 2018 el que para mucho ha sido el mejor disco de este Eminem Segunda Época: Kamikaze. Terriblemente frágil a las críticas, en su más reciente trabajo de estudio Eminem soltó una bomba nuclear dirigida a la totalidad de sus críticos, dejando para el recuerdo melodías tan memorables como Not Alike, The Ringer o Lucky You. Tres ejemplos de que, como él mismo ha reconocido, estar enfadado y tener a un enemigo en la diana es el principal fuego que calienta la inspiración del rapero.

Eminem: «Para que existiera ‘Kamikaze’ tuvo que existir ‘Revival'»

Cuando Eminem no tiene problemas, él mismo se los crea. El principal leitmotiv de Kamikaze no fue otro que el de don Marshall Mathers pataleando porque su anterior disco no había gustado.

Las cosas como son: Revival es mal. Muy malo.

Algunas semanas antes del lanzamiento de Revival, en diciembre de 2017, Interscope puso en marcha una campaña de anuncios en periódicos, revistas e Internet sobre un medicamento ficticio cuyos eslóganes publicitarios parafraseaban con ninguna sutileza algunos de los himnos más famosos de Eminem.  Bajo el lema Seize the moment (sacado de la canción con más clics del rapero, ésa que nadie no ha escuchado, Lose Yourself), el falso medicamento hasta contó con spots publicitarios y una línea telefónica de contacto a modo de sutil pero obvia súplica de viralidad.

De golpe y sin anestesia, el fan de Eminem pasó de un estado de incertidumbre (que duraba ya cuatro años, desde la publicación de The Marshall Mathers LP 2) a uno de espera, expectación y nerviosismo ante un regalo navideño anticipado que terminó siendo el peor trabajo de toda la carrera de Eminem. Revival fue el zarandeo innecesario de un rapero que a ratos pareciera estar derrumbando a posta su legado.

Las críticas fueron unánimes: Marshall Mathers se ha hecho mayor, pero a Eminem sigue sin salirle. Y no digamos ya a Slim Shady, del que todavía anda dando explicaciones. Después de tres videoclips en los que Em intentó ordeñar algo de atención mediante colaboraciones con artistas inusitados de la talla de Beyoncé o Ed Sheeran, el recorrido promocional de Revival terminó dejando tras de sí unas vibraciones solo conocidas tiempo atrás en su época de lavaplatos en Detroit: indiferencia. Por eso, el informe de Spotify sorprende (y de qué manera).

La explicación no sólo está en el después (Kamikaze) sino en el antes: nueve discos que, con sus altos (The Marshall Mathers LP) y con sus bajos (Relapse), están repletos de himnos abonados al clic de Spotify y Youtube.

Marshall Mathers: 20 años de dominio en la escena rap

Eminem es el principal responsable de que a comienzos del milenio el rap diese el salto definitivo al fenómeno global (no-sólo-para-negros) de masas que es hoy día.

Eminem basó el pelotazo de sus primeros discos en el lanzamiento de un single ruidoso de estribillo pegadizo en el que se mofaba del panorama social y cultural estadounidense para, después lanzar dos o tres canciones de calidad superlativa dirigidas al núcleo duro de oyentes interesados en algo más que chistes sobre la MTV, Christina Aguilera y Britney Spears. Ejemplo de ello son la súplica rabiosa en pos del respeto hacia su vida privada que fue The Way I am, el alegato anti George W. Bush de Mosh, o la historia de un fan hipotético que se toma las letras del rapero al pie de la letra hasta el punto de matar a su mujer y suicidarse que fue Stan, ganadora de un Grammy.

Las colaboraciones de otros artistas en los discos de Eminem, por lo general escasas, eran de raperos segundones (buenos, pero no en la Champion’s League) como Xzibit, Nate Dogg o Royce Da 59, rara vez primeros espadas. Eminem no necesitaba otras voces salvavidas que no fueran su voz chillona de lengua lagarta y cerebro astuto; tal y como demostró con Renegade, de Jay Z, tampoco eran demasiados los raperos que estaban dispuestos a ser humillados en su propio disco invitando a una caja de pandora fuera de control que más que escupir flow lo que hacía era surfear sobre las barras con un rifle de asalto en cada mano.

Y, encima, el tipo era blanco.

Rakim, uno de los arquitectos del rap allá por los setenta, dijo de Eminem que “es tan chungo que, si fuese negro, sería el nuevo Muhammad Ali vivo”; Kanye West ha dicho que nadie llegará a ser tan grande como Eminem, y el propio Snoop Dogg ha llegado a reconocer que no contaría con Eminem para una colaboración en ninguno de sus discos. Así de bueno era.

‘Relapse’ y ‘Recovery’ : cuando regresó, todo no seguía igual

Después de lanzar The Slim Shady LP, The Marshall Mathers LP, The Eminem Show y el irregular (tirando a malísimo) Encore, Eminem se toma un descanso largo motivado, en parte, por los mencionados porblemas de salud. Al regresar, estamos a 2009 y la fórmula del single jocoso se antoja algo menos efectiva. Drake comienza a eregirse nuevo rey de la música urbana/negra y Eminem reivindica su trono con con un disco exótico y repleto de acentos extraños y un marcado tono softcore limítrofe con el pop.  

Entre los principales detractores de su primer disco post sobredosis están el propio Eminem. La principal crítica de Relapse es la variedad de acentos que el rapero usa en cada canción y lo aguda que se ha vuelto su voz, haciendo de la escucha de algunas canciones tedios verdaderamente irritables. El propio Eminem (que temía haberse olvidado de cómo rapear) ha admitido en muchas canciones que Relapse fue un despropósito y, según cuenta en su último disco, Kamikaze, lo peor que ha publicado en su vida. Y, con todo, algunos cortes superan el aprobado: la íntima Beautiful o la reivindicativa Underground, por poner dos ejemplos.

Le seguirá un año después Recovery, de factura mucho más resuelta y superior en todos los sentidos a Relapse. Es aquí donde encontraremos el siacaso mayor éxito de Eminem en esta década: su éxito junto a Rihanna, Love the way you lie. El vídeoclip roza la friolera de 1.900 millones de reproducciones en Youtube. También en Recovery encontramos I’m not afraid, el que fuera el primer single del disco, con la nada despreciable suma de 1.300 millones de reproducciones. Recovery fue el primer disco en el que Eminem rompió con la tradición de sacar un primer single juguetón haciendo el tonto para así facilitar la entrada al album de toda clase de fans. Una tradición que nunca más ha vuelto a abrazar en los tres discos que siguieron a Recovery.

‘The Marshall Mathers LP 2’

A la manera de Jay-Z con sus Blueprints o Lil Wayne con sus Carters, Eminem tira de nostalgia, agarra su disco más popular, y le coloca un número dos delante. Exceptuando ciertas referencias a Stan o Criminal, así como algunas interludios jocosos, este disco sólo se parece a The Marshall Mathers LP en el nombre. Es quizás el mejor disco de Eminem en su segunda era. Y ni por esas, se acerca en calidad a cualquiera de la santa trinidad iniciada en 1999.

Rap God, el himno más recordado de este nuevo Eminem liricista hiper vitaminado ejemplifica como ninguna otra canción el nuevo rol del rapero de Detroit. Toda ella es pura extravagancia con ningún aliciente para la reescucha más allá de la enémisa comprobación sobre cuan rápido puede rimar el hombre. Rap God es el mejor ejemplo de la desafectación estética y fijación por el esqueleto y el ornamento que invade a Eminem en toda canción propia o ajena en la que colabore (con momentáneos paréntesis como el ejecutado en la casi totalidad de Kamikaze). Está más centrado en fabricar malabares imposibles con las palabras que en la musicalidad de sus canciones. Técnicamente, el nuevo Eminem es tan impecable como olvidable.

Partiendo de la base de que no es Dr.Dre sino Rick Rubin (abanderado de las resurrecciones de grupos como Metallica o los Red Hot Chili Peppers), su principal productor, en todo The Marshall Mathers LP 2 flota una atmósfera de rock rap mezclada con el nuevo Eminem que sobrevive hasta nuestros días: un rapero obsesionado por la métrica, por el triple mensaje, por la estructura de rimas y la repercusión de sus letras, tan centrado en la forma que parece haberse olvidado del fondo; de hacer disfrutables y reescuchables sus canciones.

Y he aquí la paradójico del asunto que hoy nos ocupa. Que Eminem sea el rapero más escuchado de la década en Spotify sólo evidencia lo mucho que siguen gustando sus discos antiguos. De hecho, es posible acceder a la lista de sus 30 canciones más escuchadas en Spotify, donde se puede comprobar como, efectivamente, no es que escaseen canciones antiguas de Emine (si bien Recovery resulta ser un disco con muy buena acogida).

Bochornoso ‘Revival’

De regreso a 2017, merece la pena incidir en la idea: Revival es un disco bochornoso. A pesar de Beyonce, a pesar de Ed Sheeran: Eminem está a otra cosa. ¿No son estas colaboraciones pop el indicativo más claro de que alguien parece necesitado de visitas en Youtube? Eminem cambia su clásico primer hit single juguetón por seis minutos de lamento hablado («ya no puedo ser como queréis que sea, etc, etc) en Walk on water.

Beyoncé hace del estribillo lo único. Lo mismo con el corte de Ed Sheeran. Y nada de malo habría en ello si el tema fuese una introducción del festín en lugar del exponente de lo que estaba por venir en Revival. La idea central del disco queda resumida en el estribillo de su segunda canción, Believe: “¿Aún creéis en mí?”

Como no es posible levantar un trabajo de 77 minutos ante semejante premisa, el resto de canciones son un desfile de frases atropelladas y fuera del ritmo, con rock rap desnortado que no interesa ni a los aficionados del rock ni a los aficionados del rap, borrachera de estribillos pop que vuelven clónicas las canciones (en la de Pink, Eminem más bien parece un featuring de la cantante) y unas gracietas que pueden resumirse con el verso “Your booty is heavy duty like diarrea” (Tu culo es una tarea pesada como la diarrea).

Castle (o Stan II), una carta dirigida a su hija y en tres actos es casi lo único salvable:

Preocupado por contentar a todo el mundo, en Revival Eminem jugó la carta de rapero maduro pero sin olvidarse, y aquí está el fallo, de seguir siendo un payaso. La incongruencia es rotunda. En Untouchable, usa la dicotomía entre policía blanco/ciudadano negro para denunciar (durante seis minutos tediosos de estribillo bobalicón), un mensaje sobre abuso policial que cabe plantearse si llega algo tarde. Después de comparar en Like home a Donald Trump con Hitler, en Heat confiesa que quizás lo único que tenga en común con el presidente de los Estados Unidos sea su afición a “agarrarlas por el coño” (en alusión al “grab her by the cunt”, proferido por el propio Trump en una grabación no autorizada).

¿Y ahora?

“Eminem parece necesitado de demostrarnos algo que no necesita demostrarnos y que nadie le ha pedido que demuestre: que sabe rapear”, opina Mal, colaborador del programa número 1 sobre hip hop en Spotify y Youtube, The Joe Budden Podcast.

Está claro que Eminem no puede (ni quiere) ser un nuevo 6ix9ine. El escollo principal al que Eminem tiene que hacer frente es el de decidir quién quiere ser. Jay-Z, por ejemplo, ha superado con nota este trance con su último disco, también de 2017. En 4:44 el de Brooklyn sorprendió con su trabajo más maduro, uno en el que el todo es mucho más que la suma de las partes: con producciones muy simples, Jay Z ha escrito una carta de amor a la edad adulta en la que le pide perdón a su esposa por haberle sido infiel, ejerce de consejero de finanzas (llegando a decir que es mucho mejor invertir dinero en propiedades que en barras de striptease), e incide en la toma de conciencia de la comunidad afroamericana estadounidense y sus orígenes.

Kanye west, más centrado en el mundo de la moda, las zapatillas, el famoseo, la religión y puede que hasta la política, se ha zambullido de lleno en la experimentación de sonidos alejados del rap en The Life of Pablo, Ye o Jesus is King. 50 Cent lo ha dejado, de Nas no se acuerda casi nadie, Snoop Dogg sigue explotando el mantra del viva la fiesta de la vida, etc, etc.

Menos de un año después de Revival, Eminem lanzó otro disco, esta vez de la noche a la mañana y sin anuncio alguno. Por mucho que Kamikaze (2018) sea superior a Revival en todos los sentidos, la incertidumbre y la confusión siguen ahí: ¿cómo es posible que Eminem tardase cuatro años en fabricar el peor disco de su carrera para, nueve meses después, cual embarazo, parir trece cortes con los que ha logrado emular algunos resquicios de su antiguo yo?

¿Cuál es el Eminem que sobrevive y que deberíamos esperar para el undécimo disco? ¿El cantarín que habla fuera de ritmos entre estribillos de Pink y Alicia Keys, o el MC al que le ha bastado una sola canción (The ringer) para desacreditar a toda la escena trap actual estadounidense?

Sea cual sea, esperemos que Eminem cumpla con su amenaza de no retirarse mucho. Aunque saque un disco por década. Que no pare nunca.


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