El desorden de tu nombre, de Juan José Millás | Reseña

Hace pocos días en Postposmo comentamos El Adversario, de Emmanuel Carrère, y mira la casualidad, que de todos los libros de Juan José Millás, justo en El desorden de tu nombre hemos encontrado una reflexión que habría encajado bastante bien en la reseña, comentario, análisis, cosa del otro día:

“La vida diaria está llena de sucesos inverosímiles que son buen material para las páginas de sucesos porque, aunque carezcan de lógica, tienen a su favor el hecho de haber sucedido. Esos mismos sucesos, en una novela, parecerían falsos. Las leyes de la verosimilitud son diferentes en la realidad y en la ficción”.

Si la hemos metido aquí es porque también le va muy bien a esta.

Reseña de El desorden de tu nombre

Como tantos otros de esos piezas que te encuentras por ahí, de esos que pululan con gafas redondísimas, lo que sea de tweed y mirada anclada al infinito, Julio Ortega es un escritor que no ha publicado un solo libro en su vida. Bueno, publicar sí, porque él lo que es es editor, y de los gordos. Planeta o Alfaguara como mínimo. Pero escribir, lo que es escribir, nada.

Bueno, escribir sí. Mentalmente, sus buenos tochos se marca. A poco de arrancar El desorden de tu nombre, Julio Ortega empieza a garrapatear mentalmente su nueva novela: se le ocurre que la hermosa Laura con la que coincide en el parque cada martes y viernes a la salida del psicoanalista, esa mujer madura cuyo amor le hace sentir “estar en el otro lado de las cosas”, es en realidad la esposa de su psicoanalista.

En dicha novela en construcción en la mente de Julio, el psicoanalista está al tanto de que su mujer se la pega con su paciente (premisa plausible). También, la mujer que hace de Laura está enterada de que su amante es cliente de su esposo (difícil de creer), y el único que no se pispa de nada es el propio protagonista y alter ego de Julio (inverosímil).

Sucede que la historia con la que fantasea Julio Orgaz no es ficción sino realidad, ya que es eso mismo lo que está sucediendo (muy inverosímil). Para rematar, tanto en la novela como en la vida real la pareja de adúlteros planea asesinar al tercero en discordia (muy muy inverosímil).

En resumen, el libro empieza bien y, al rato, se pone peliculero de cuidado. Dicho esto, casos más extraños e inverosímiles arroja la vida misma a diario.

Rizando el rizo de la trama de El desorden de tu nombre

Bonus de inverosimulitud: el propio psicoanalista de Julio Orgaz no solo escucha con atención visita tras visita el relato de las peripecias sexuales con las que guarrean su esposa y su paciente. Es que encima siente una especie de placentero interés ante el hecho de que haya un hombre que deseé tanto a esa mujer de la que él no está enamorado y con la que vive de forma administrativa, con el único placer de tener a alguien que le limpie la casa y le críe a la hija.

Bonus metaliterario Vila-Matesco: La novela que está escribiendo/imaginando Julio Orgaz se titula El desorden de tu nombre.

Pero no nos volvamos locos todavía. El libro de Juan José Millás es poco creíble, sí. Pero, una vez sentadas las bases de este ejercicio de metaliteratura tan ameno en el que nos ha metido, bien merece la pena subrayar lo que leemos en la página 101. En un brote de vanidad, Julio Orgaz le cuenta a un joven escritor el argumento de la novela que está escribiendo y éste, soberbio pero sincero, le dice que es “un buen vaudeville, un juego de enredo, un triángulo, que puede producir situaciones divertidas y tensas”.

¿Acaso no está el propio Millás guiñándonos el ojo y confesando que este libro que hoy nos ocupa no es más que eso, un librito de lectura rápida y para el cajón que te vas?

El amor como un contenedor con fecha de caducidad

cSu protagonista es un tipo solitario bastante despreciable, separado, y con un hijo del que no quiere saber nada. Víctima de una crisis de mediana edad (y/o de existencia), cree escuchar La Internacional por todos lados y está convencido de que Laura es la resurrección de su antigua amante, Teresa.

La resurrección no tanto de la persona como del eso, de esa sensación. Ojo a este párrafo:

“Yo me enamoro de las mujeres pensando que tienen ese algo de lo que yo carezco, pero que sin embargo me concierne. En realidad, todas las mujeres que miro parecen guardar fragmentos de algo que me pertenece; ocasionalmente, en una de ellas se produce la suma de todas esas partes y entonces me enamoro. Naturalmente, ellas ignoran que son poseedoras de lo mío, como Laura ignora que Teresa vive en sus gestos, o en sus ojos, o en su voz o, en fin, en el modo de derramar su pelo por mi pecho».

Un apunte más y nos vamos. Porque la idea sigue:

Lo que ocurre es que, pasado un tiempo, o habiendo llegado la relación a un punto determinado, eso que era tan visible desaparece, se volatiliza y aparece gratuitamente en otra. Entonces, la mujer que amaba adquiere esa apariencia de solidez y de falta de tono que posee el resto de las cosas. Puede quedar en ella algún fragmento, algún brillo de la totalidad anterior, pero eso no calma mi afán de completud. A veces pienso que lo que albergan circunstancialmente las mujeres se lo van pasando de unas a otras para volverme loco”.

Quizás tildar de vaudeville al libro sea cruel. En él hay algo más que amor y desesperación. Hay reflexión. El juego metaliterario y la idea de que todos en un determinado momento podemos cambiar nuestros roles en la vida (bastante revelador el momento en el que le perdemos todo el respeto al psicoanalista cuando él mismo se sienta en el diván de uno mucho más mayor y experimentado) hacen que este libro, además de entretener, se te quede revoloteando unos días en la cabeza.

Reseña de El desorden de tu nombre

El desorden de tu nombre, Juan José Millás
Barcelona, Seix Barral 2012 (Fecha original de publicación: 1986)
189 páginas | 8 euros

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