La educación del siglo XXI transita entre avances vertiginosos y crisis profundas; en medio de ese vaivén, los educadores de esperanza se convierten en brújula. Son quienes sostienen el horizonte posible en tiempos de cambios acelerados, sembrando sentido, justicia y cuidado allí donde emergen incertidumbres.
En 2025, con el Año Santo del Jubileo y su lema “Peregrinos de esperanza”, el llamado del Vaticano a renovar el Pacto Educativo Global (PEG) ha tomado fuerza. Esta invitación a un proceso “glocal” de reflexión-acción anima a salir en éxodo de prácticas obsoletas y a impulsar una transformación cultural que ponga a la persona en el centro, fomente la reconciliación y cultive el cuidado de la casa común.
Qué son los educadores de esperanza
Un educador de esperanza es un sembrador: acompaña, inspira y confía en el potencial del otro incluso cuando el resultado no es inmediato. Educar, en esta clave, es un acto paciente y amoroso que no se rinde ante la complejidad, sino que la abraza con lucidez y propósito. Como señaló el Dicasterio de Cultura y Educación en su guía para un Pacto Educativo “glocal”, la esperanza no es evasión, sino energía transformadora para afrontar la crisis antropológica y socioambiental.
En la tradición ignaciana, la esperanza es pilar espiritual y motor pedagógico. El liderazgo educativo de la Compañía de Jesús ha unido históricamente fe, justicia y aprendizaje para impulsar cambios sociales concretos: educar es amar la dignidad de la persona, confiar en su capacidad de bien y poner el conocimiento al servicio del bien común.
La idea es sencilla y radical: educar es esperar. Es apostar por un alumno que todavía no ha desplegado todas sus posibilidades, por una comunidad que puede reconciliarse, por una cultura que puede regenerarse. Sin esa “paciencia activa” no hay innovación que baste ni tecnología que alcance.
Principios que sostienen a un educador de esperanza
Desde la perspectiva cristiana y humanista, la esperanza apunta a un bien futuro arduo pero posible, con ayuda de Dios y de otros. Por eso el educador de esperanza vincula trascendencia y tarea cotidiana: sitúa la Eucaristía, la escucha y el amor concreto en el corazón del proyecto educativo, y examina la motivación última de sus esfuerzos para purificar intenciones.
Tres fuentes clásicas nutren esta postura: la memoria, el deseo y la promesa. La memoria conecta con la tradición viva y evita el presentismo; el deseo ordena y eleva las aspiraciones hacia bienes grandes; la promesa abre al futuro y compromete con una alianza responsable que se verifica en obras.
En clave institucional, esta esperanza se traduce en acciones tangibles: confiar en los jóvenes (identificar en cada uno su punto accesible al bien), dar credibilidad al educador (formación, reconocimiento, ejemplaridad) y amar la escuela como comunidad que aprende, innova y cuida. Estados que sostienen con realismo una cultura de mejora continua.
Esta ética se completa con actitudes prácticas: discernimiento abierto a la novedad, paciencia que soporta la tribulación, humildad para corregirse y aprender, y aprecio por la vida frente a cualquier cultura de descarte que diluya la dignidad humana.
Pedagogía de la esperanza en Paulo Freire
El educador brasileño Paulo Freire articuló una visión que hoy se vuelve imprescindible: la educación como acto de amor, diálogo y emancipación. Frente al modelo bancario —donde el estudiante es un recipiente pasivo—, propuso una educación problematizadora en la que educador y educando aprenden juntos y transforman el mundo.
Freire entendió que la deshumanización alcanzaba tanto a oprimidos como a opresores. La salida es una praxis de libertad mediante la cual se supera la pasividad y se potencia la conciencia crítica para incidir en la realidad. No hay palabra verdadera sin acción y reflexión unidas: decir la verdad es transformar.
Su método parte de palabras e imágenes generadoras que enraizan el aprendizaje en la vida del grupo. El proceso de alfabetización, concebido como conquista de la propia palabra, convierte a cada persona en autora de su historia. De ahí su secuencia clásica: levantar el universo vocabular, seleccionar términos con potencia fonética y semántica, crear situaciones existenciales, elaborar guías flexibles y trabajar las familias fonéticas.
En síntesis, si hubiera que escoger la definición más adecuada, la Pedagogía de la Esperanza concibe a los estudiantes como sujetos activos de su aprendizaje, capacitados para leer críticamente su contexto y transformarlo junto a educadores humildes que también se dejan educar.
El Pacto Educativo Global: una agenda “glocal” de transformación
El PEG es un llamamiento a reconstruir la educación colocando a la persona en el centro, reforzando la inclusión, la justicia social y el cuidado de la casa común. Su enfoque integra cultura y educación para promover un cambio civilizatorio desde lo local con visión global, favoreciendo procesos compartidos de participación y responsabilidad.
Entre los aportes destacados, se subraya que nació en respuesta a la crisis cultural, antropológica y socioambiental. La educación integral, abierta y acogedora se reconoce como herramienta decisiva para regenerar el tejido social. En esta narrativa, el tiempo histórico de crisis es oportunidad para un nuevo comienzo educativo.
Las guías operativas insisten en itinerarios que nacen del territorio: diagnosticar, dialogar, planificar, experimentar, evaluar y escalar. Lo glocal invita a tejer redes entre aulas, centros, comunidades y autoridades, impulsando ciudades y regiones educadoras que hablen el lenguaje del cuidado, la fraternidad y la paz.
Recursos y documentos clave para educar desde la esperanza
A. Educar es un acto de esperanza
- Misioneros de la esperanza según Spes non confundit (2024): analiza la desesperanza por sistemas deshumanizados y guerras, y propone la esperanza arraigada en la relación con Dios y el prójimo, vivida en la caridad.
- El valor de la esperanza en la educación (2018): explora su papel decisivo en las relaciones educativas y su necesidad para afrontar dificultades y crear soluciones.
- El rol de la esperanza a partir de Gabriel Marcel (2024): muestra la esperanza como dinamismo de la relación pedagógica, un alumbramiento recíproco entre educador y educando.
- Los valores y la esperanza (2004): llama a los docentes a ser militantes de la esperanza, capaces de soñar y enseñar a soñar por una sociedad justa y solidaria.
- Una escuela esperanzadora (2024): aboga por educación que inspira y transforma mediante paz, diálogo y sentido vital, con la esperanza como impulso de cambio social.
B. Propuestas del Papa Francisco con el PEG
- Magisterio cultural y educativo (2024): convoca a una cultura abierta y amable; educación integral, inclusiva y justa como motor de futuro esperanzador.
- La educación: entre crisis y esperanza (2023): explica el nacimiento del PEG frente a las crisis y promueve fraternidad, cooperación y cuidado ambiental.
- ¿Cómo ve Francisco la educación? (2022): clarifica qué es (y qué no es) educar, amenazas y líneas de cambio; familia y comunidad como agentes educativos.
- La nueva educación y el PEG (2021): describe rasgos de una educación orientada al futuro con sugerencias para implementar el pacto.
- La escuela católica ante el PEG (2022): resume implicaciones del llamado universal de Francisco para renovar la escuela católica.
- Aportes al PEG desde la educación humanizadora (2022): vincula pedagogía liberadora, amor como núcleo de educar y calidad con sentido.
- Perspectivas teológicas desde Latinoamérica (2025): ofrece caminos educativos integrales hacia una sociedad justa, equitativa y ecológica.
- Época y crisis en la narrativa del PEG (2024): ubica el Pacto como horizonte de acción ante crisis interconectadas, con objetivos y compromisos transversales.
C. Guías y recursos para construir el PEG desde lo glocal
- Vademécum del PEG (2021): plantea siete objetivos como itinerarios educativos y proyectos contextualizados en retos locales.
- Construir el PEG desde lo local (2021): guía metodológica para conocer, debatir, crear y desplegar el Pacto según cada realidad educativa.
- Claves para trabajar el PEG en la escuela (2024): láminas con elementos clave y sugerencias prácticas para la vida escolar y el entorno.
- Los 7 objetivos del PEG (2024): carteles y cuadernos por edades para profundizar y movilizar compromisos en educadores y comunidades.
- Construir juntos el PEG (2023): contenidos y herramientas para avanzar del nivel escolar al territorial y nacional.
- Experiencia del Norte de Santander (2023): inspiraciones y pautas para generar regiones educadoras con apertura global.
D. Reflexiones y propuestas ignacianas en sintonía con el PEG
- Universidades jesuitas y sociedad global (2023): más autonomía estudiantil, investigación con impacto y liderazgo social colaborativo.
- Transformación jesuita en la era digital (2025): integrar tecnologías sin perder el humanismo; aprendizajes desde proyectos profesionales.
- Docencia y aprendizaje en tiempos de IA (2024): formación docente, ética y participación del profesorado ante la IA generativa.
- Acompañamiento psicopedagógico en U. jesuita (2024): trayectorias educativas con enfoque integral y compromiso social.
- La Gaviota: artes como estrategia (2025): trabajo cooperativo y herramientas artísticas para comprensión y pensamiento crítico.
- Siembra de esperanza al estilo ignaciano (2025): protagonismo estudiantil y acción solidaria; ejemplo: “Compartiendo Sabiduría”.
- Música y transformación educativa (2025): aulas creativas donde justicia y cuidado se entretejen en cultura del encuentro.
- Guardianes del Cerro Azul (2025): espiritualidad, ecología integral y ciudadanía global desde el discernimiento comunitario.
- Codocencia en clave ignaciana (2024): docente, amistad en la misión y discernimiento para aprendizaje interactivo y crítico.
- Aprendizaje dialógico en educación jesuita (2023): tradición pedagógica y principios dialógicos como aporte en reformas educativas.
- Esperanza desde la experiencia personal (2025): educación que habilita a cuestionar y actuar; desafío ante la desigualdad educativa.
- Derecho a la educación y Compañía de Jesús (2025): exigibilidad del derecho, familia educadora y mejora en educación personalizada.
- Educación para la paz (2024): autoconocimiento, habilidades emocionales, servicio y ciudadanía crítica como motores de cambio.
- Educar para esperanza y paz en Venezuela (2024): equidad e inclusión con Diseño Universal para el Aprendizaje en contextos complejos.
- Modelo “Fe y Alegría Universidad” (2024): docencia, investigación, extensión y gestión orientadas por ética, tecnología, ciudadanía y espiritualidad.
Familia, escuela y la difícil travesía de la preadolescencia
La esperanza es imprescindible para acompañar la preadolescencia, cuando muchas certezas parecen tambalearse. Renunciar a tiempo es perder la siembra justo antes del fruto. Padres y docentes están llamados a permanecer cerca, con respeto, límites y conversación, confiando en que todo lo cultivado terminará madurando.
Como recordaba Benedicto XVI, la raíz de la crisis educativa es una crisis de confianza en la vida. La esperanza fiable se convierte así en alma de la educación, un auténtico cheque al futuro que se escribe con la tinta del ejemplo, el tiempo compartido y la coherencia cotidiana.
También inspira una pedagogía preventiva en sentido salesiano: convivencia, alegría, compromiso y una vida infantil y juvenil rica en experiencias significativas. Educar es custodiar la posibilidad de bien que late en cada chico y chica, incluso cuando ellos mismos no la ven.
Actitudes concretas para cultivar esperanza en las aulas
Discernir lo nuevo sin dogmatismos: evaluar tendencias, modas y tecnologías sin fascinación ciega ni rechazo reflejo, buscando lo valioso y descartando lo alienante. Esta apertura inteligente ayuda a encarnar el PEG en contextos reales.
Practicar la paciencia fecunda: el trabajo educativo se cocina a fuego lento. Hay renuncias y demoras que forjan carácter; la cultura del mínimo esfuerzo es incompatible con el crecimiento auténtico.
Vivir la humildad como fuerza: reconocer límites, aprender, agradecer y corregirse. Esta virtud —lejos de la debilidad— es antesala de esperanza, porque habilita cambios duraderos.
Cuidar la vida en todas sus etapas: frente a miradas utilitaristas, promover el respeto radical a la dignidad humana y el compromiso por la casa común. Una cultura de la vida sostiene la ética educativa y da coherencia al mensaje.
Del aula al territorio: cómo se despliega lo “glocal”
Las guías del PEG proponen itinerarios prácticos que se adaptan a cada entorno: diagnóstico participativo, metas compartidas, proyectos que respondan a desafíos locales, y evaluación para aprender y escalar. Así nacen territorios educadores.
Materiales como carteles y cuadernos por edades hacen accesibles los compromisos del Pacto a escuelas y familias. Del trabajo intramuros se pasa a alianzas con otros centros y autoridades, generando aprendizajes que transforman barrios y regiones.
En educación superior, modelos integrales articulan docencia, investigación, extensión y gestión con pilares éticos, tecnológicos y ciudadanos. La IA y lo digital se abordan con humanismo, escuchando al profesorado, formando en ética y poniendo la innovación al servicio del bien común.
Un hilo espiritual y cultural que no se rompe
La esperanza no es ingenuidad ni optimismo vacío: conoce el dolor, el fracaso y el esfuerzo, y aun así despierta cada mañana. La intuición poética de Charles Péguy retrata esa “pequeña esperanza” que levanta el mundo cuando todo parece oscuro.
En la educación católica, el objetivo último rebasa los buenos resultados y el prestigio institucional: apunta a la plenitud en Dios e integra las otras metas nobles. Por eso el proyecto educativo debe reservar espacios reales para el encuentro con Él y para el amor concreto al prójimo.
La pregunta frecuente “¿para qué hacerlo?” se responde en la vida cotidiana: para humanizar la historia a través de la reconciliación, la justicia, la cultura del cuidado y la amistad social, allí donde se estudia, se investiga y se sirve.
Ejemplos que encarnan la esperanza
Las experiencias compartidas muestran caminos muy diversos: proyectos artísticos que mejoran la comprensión lectora, iniciativas musicales que abren espacios creativos, propuestas ecológicas que enlazan espiritualidad y ciudadanía, codocencia que dinamiza la clase, acompañamiento psicopedagógico de trayectorias, y programas universitarios con enfoque ético y comunitario.
También hay aprendizajes duros: educar para la paz en contextos vulnerables exige diseños inclusivos (como el DUA) que hagan el aula habitable para todos. La esperanza, allí, significa persistir y crear oportunidades donde parecía imposible.
En suma, esta constelación de prácticas evidencia que el educador de esperanza no opera en solitario: trabaja en red, discierne en comunidad y multiplica el impacto a medida que teje alianzas.
Todo lo anterior dibuja una idea simple y poderosa: la esperanza se hace aprendizaje cuando se arraiga en memoria viva, ordena los deseos hacia bienes grandes y se compromete con promesas que cambian realidades. El educador de esperanza no espera sentado: se levanta cada mañana para sembrar, confía en que el tiempo hará lo suyo y, mientras tanto, ensancha con otros los márgenes de lo posible.

