Don de profecía
El don de profecía es una de las capacidades que otorga por gracia el Espíritu Santo de Dios a los que creen en el Señor Jesucristo para salvación. Pues solo los que creen que Jesucristo es el Señor pueden ser guiados por el Espíritu Santo.
Al reconocer a Jesús como nuestro Señor pasamos a formar parte del cuerpo de Cristo que es su iglesia. Y como miembros de la iglesia de Cristo, Dios nos capacita con dones espirituales que proceden de su Espíritu Santo. A fin de que le sirvamos al Señor Jesucristo en diversas formas y según sea la voluntad de Dios.
Dios, entonces nos da por gracia a cada uno de los miembros de la iglesia, la habilidad o el talento especial y espiritual para servir al señor procurando el bienestar de los demás. Estas habilidades o dones espirituales, incluido el don de profecía, son y se fundamentan en la palabra:
1 Corintios 12:7-10: 7 Pero la manifestación del Espíritu le es dada a cada uno para provecho. 8 A uno el Espíritu le da palabra de sabiduría; a otro, el mismo Espíritu le da palabra de ciencia; 9 a otro, el mismo Espíritu le da fe; y a otro, dones de sanidades; 10 a otro más, el don de hacer milagros; a otro, el don de profecía; a otro, el don de discernir los espíritus; a otro, el don de diversos géneros de lenguas; y a otro, el don de interpretar lenguas.
El desarrollo del don de profecía es esencial para la edificación de la comunidad de creyentes.
La palabra profética es la voz de Dios
Dios desde el antiguo testamento establecía hombres con unción divina para hacer llegar su mensaje al pueblo de Israel. Estos hombres fueron los profetas de la Biblia, los mensajeros de Dios, conócelos aquí, Los Profetas: ¿Quiénes eran?, menores, mayores y más.
En la actualidad, Dios hace llegar su mensaje a la iglesia a través del don de profecía, de manera que la voz profética es Dios hablando a través del hombre. Dios habla de forma clara y sencilla para que pueda ser comprendida su voluntad para su iglesia.
En este sentido, la iglesia debe cuidarse de que el mensaje que se le está haciendo llegar en realidad proviene de Dios. Porque Dios en su palabra nos dice que nos cuidemos de los falsos profetas.
Los falsos profetas son aquellos que antes de entregar un mensaje que edifique o corrija a la iglesia, le hablan lo que el hombre en su naturaleza humana quiere escuchar. En este sentido te recomendamos leer sobre los Falsos profetas: ¿Cómo cuidarnos de ellos?
Estos impostores andan en la búsqueda de ejercer un ministerio dentro de la iglesia, llevando un mensaje extraído de sus propios pensamientos. Manifestando por tanto un falso don de profecía, con la finalidad de obtener algún beneficio.
La voz profética se discierne
La voz de Dios a través de una palabra profética dada a la iglesia se discierne. Esta palabra debe ser comprendida, así como verificada y estar conforme a la palabra de Dios en la Biblia.
El ministro o servidor del Señor con don de profecía cuando proclama la palabra en la congregación, los miembros de la iglesia la deben recibir con actitud de escuchar atentamente. De forma de que puedan discernir el mensaje en su espíritu, como está escrito:
I Corintios 14:29: Igualmente, si hay profetas, que hablen dos o tres, y que los otros examinen lo que se haya dicho.
Los miembros de la iglesia deben tener la disposición para comprender el mensaje profético y su impacto en la comunidad.
Porque si alguien proclama un mensaje de parte de Dios, por el don de profecía depositado en él, lo podrá hacer. Mientras que los demás miembros de la iglesia deben prestar atención, para ver si el mensaje realmente proviene de Dios.
Toda palabra profética discernida y confirmada es para glorificar el nombre de Jesucristo nuestro Señor, porque todo es en Él, por Él y para Él. Los fieles en las congregaciones de Cristo debemos dar gracias por cada palabra proclamada por Dios en la voz de sus ministros.
Las profecías mesiánicas son otro ejemplo de cómo se determina la voluntad divina a lo largo de la historia.
El don de profecía edifica
Toda palabra que se proclame por medio del don de profecía es para edificación y fortalecimiento de los fieles en Cristo. Muchas veces puede que nos sintamos amonestados ante una palabra proclamada, pero si estamos en Cristo sabremos discernir que todo es para nuestro bienestar:
1 Corintios 14:3: En cambio, el que comunica mensajes proféticos, lo hace para edificación de la comunidad, y la anima y consuela.
Por medio del don de profecía, el Señor edifica, corrige, consuela, exhorta, aviva la esperanza y la fe en su pueblo. Por lo que la iglesia debe asumir una actitud de temor y obediencia ante la palabra profética dada por Dios.
Además, es importante notar que el don de profecía debe incentivar a los creyentes a un mayor conocimiento de las Escrituras, para que puedan discernir la voluntad divina en sus vidas.
El libro de Daniel es un poderoso ejemplo de profecías y su cumplimiento a través de la historia.
El don de profecía es servicio a la Iglesia
Por último, el don de profecía debe ser usado para servicio a Dios en obras de la iglesia. Porque el Espíritu Santo capacita con sus dones espirituales para que los pongamos al servicio de la comunidad.
Nadie puede hacer uso del don de profecía sin estar autorizado por Dios por medio de su Espíritu Santo:
1 Corintios 12:4-10: 4 Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. 5 Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. 6 Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
En el contexto de la iglesia, este don de profecía trae unidad y crecimiento espiritual a toda la congregación.
El don de lenguas es otro de los dones espirituales que complementa la obra del Espíritu Santo en las vidas de los creyentes.
El don de profecía tiene el propósito de contribuir al crecimiento de la iglesia, llevando el mensaje de Dios a sus miembros.
Las 12 tribus de Israel son una parte importante de la historia bíblica que nos ayuda a entender el contexto de muchas profecías.
En resumen, el don de profecía es un regalo invaluable que debe ser cuidado y utilizado con responsabilidad, siguiendo siempre la dirección del Espíritu Santo.