Tras casi una década de relación, Cayetano Martínez de Irujo y Bárbara Mirjan ya son marido y mujer. La pareja se dio el “sí, quiero” en Sevilla, en la Iglesia del Cristo de los Gitanos, un templo con una fuerte carga emocional para el novio y su familia, al que cada año acuden para recordar a la duquesa de Alba.
El enlace, al que asistieron cerca de 300 invitados, transcurrió entre tradición, discretos gestos familiares y un ambiente de respeto hacia la memoria de Cayetana de Alba. A la salida, sin posar ante los medios, la pareja abandonó el templo en coche de caballos mientras Cayetano pedía calma y privacidad a la prensa congregada.
Un “sí, quiero” con simbolismo y liturgia

La ceremonia estaba prevista para las 13:30 y comenzó con retraso por celebraciones previas en el mismo templo. El párroco Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, habitual en momentos clave de la familia Alba, ofició la misa, en la que sonó el himno de España y se cuidó cada detalle del protocolo religioso.
El duque de Arjona llegó acompañado por su hija Amina, que ejerció de madrina. Para la ocasión vistió el uniforme de gala de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla —sable incluido, que dejó antes de entrar en la iglesia—, una elección que subrayó su vínculo con las tradiciones ecuestres de la ciudad.
La novia llegó unos minutos después junto a su padre, padrino del enlace, en el carruaje de la Casa de Alba conocido como La duquesita. Lució un diseño de Navascués confeccionado en crep, con cortes en godets de organza bordada en seda y delicados motivos de la Virgen de las Angustias, además de una pieza de joyería convertida en diadema y pendientes de estilo art déco regalados por el novio.
A la salida, Bárbara ya no llevaba el ramo: lo dejó como ofrenda en la capilla donde reposan los restos de la duquesa de Alba. El matrimonio subió entonces al mismo carruaje con el que llegó la novia y se marchó entre aplausos y una multitud de curiosos que aguardaban en la calle.
Invitados, familia y ausencias destacadas

La lista de asistentes reunió a rostros de la cultura, la televisión y la aristocracia: Alfonso Díez, Bertín Osborne, Susanna Griso, Carmen Tello y Curro Romero —recientemente convaleciente de una neumonía—, Emilio Butragueño, Carmen Lomana, Olivia de Borbón con Julián Porras, el príncipe Hubertus von Hohenlohe y su esposa, la diseñadora Simona Gandolfi —quienes presentaron a la pareja—, además de Begoña Villacís.
En clave familiar, el abrazo entre Carlos, duque de Alba, y Cayetano a las puertas del templo ayudó a dejar rencillas a un lado. Eugenia Martínez de Irujo acudió con su marido, Narcís Rebollo, y su hija, Cayetana Rivera, y actuó como testigo junto a su hermano Fernando. Jacobo Fitz-James Stuart fue el gran ausente: comunicó por carta su imposibilidad de asistir por compromisos profesionales. Alfonso sí acudió a la ceremonia, pero se ausentó de la fiesta posterior.
El interés mediático fue notable, con público apostado en los accesos del templo y una amplia presencia de reporteros. Pese a ello, los novios optaron por mantener un perfil discreto y evitaron posados formales, en línea con la tónica de su relación.
Celebración en Las Arroyuelas

Tras la ceremonia religiosa, los invitados se trasladaron a Las Arroyuelas, la finca de la familia situada en el Cortijo La Motilla (Carmona), donde la pareja reside desde junio. La víspera, el enclave ya había acogido una preboda en un ambiente más distendido, reforzando el carácter andaluz de toda la celebración.
El banquete corrió a cargo del equipo de Miguel Ángel Jurado, referente del catering sevillano, con protagonismo para productos locales y vinos de la tierra. Aunque el menú se llevó con celo, la propuesta giró en torno a recetas tradicionales con un toque actual, acorde al gusto de los novios.
La música y el baile también tuvieron su espacio: el grupo Los Alpresa animó la velada, y el ex torero Diego Ramos ofreció un espectáculo en homenaje a Julio Iglesias, antes de que la pista se abriera a ritmos clásicos y contemporáneos para alargar la fiesta.
La finca —heredada por Cayetano de su madre— se ha convertido en el centro de sus proyectos agropecuarios y en un refugio personal. Elegir Las Arroyuelas como escenario del festejo reforzó el sello familiar del enlace y permitió reunir a más de 300 asistentes con amplitud y comodidad.
La historia entre ambos comenzó en Marbella, en 2015, cuando ella tenía 19 años y él 52. Un año después, Cayetano presentó públicamente a Bárbara Mirjan durante el Concurso Hípico Nacional de Salto de Obstáculos en Salamanca. Con el tiempo, la relación —cuestionada por la diferencia de edad— se consolidó lejos del ruido, con apariciones contadas y una química que ha pasado por pruebas exigentes.
En lo personal, Bárbara ha compaginado su carrera con la vida en común: formación en Filología Francesa y Gestión de Empresas, experiencia en Mediapro y coordinación de eventos en OK Diario, una faceta que le ha servido para implicarse en la organización del enlace. Su perfil discreto y su papel de apoyo durante etapas complejas han sido clave en la estabilidad de la pareja.
En el terreno familiar y protocolario, los títulos nobiliarios de Cayetano no se transmiten por matrimonio, por lo que la recién casada será duquesa y condesa consorte. La pareja no descarta ampliar la familia: él ya es padre de los mellizos Amina y Luis, fruto de su relación con Genoveva Casanova.
El aristócrata obtuvo la nulidad matrimonial de su anterior boda por parte del Tribunal de la Rota, lo que le ha permitido casarse por la Iglesia en esta ocasión. Pese a la separación, mantiene buena relación con su ex, si bien Genoveva no figuró entre los casi 300 invitados.
Con Sevilla como telón de fondo y la Hermandad de Los Gitanos como nexo emocional, la boda ha unido tradición, familia y sobriedad en un acto que sella una relación que ha madurado sin prisas ni estridencias, y que ahora arranca una nueva etapa desde la intimidad de Las Arroyuelas.