El zumbido en la naturaleza: animales, ciencia y curiosidades detrás de sus sonidos

  • El zumbido y sonidos naturales provienen de insectos, aves y otros animales con funciones ecológicas y comunicativas esenciales.
  • La bioacústica permite estudiar, identificar y proteger especies a través de la grabación y análisis de sus sonidos.
  • La pérdida de sonidos animales refleja crisis ambientales y subraya la importancia de proteger los paisajes sonoros.

Colibrí

¿Alguna vez te has detenido a escuchar el peculiar zumbido que inunda los campos, bosques o, incluso, tu propio jardín? Este sonido, tan presente como misterioso, esconde historias fascinantes detrás de cada vibración. La naturaleza se comunica en un lenguaje que muchas veces pasa desapercibido, pero que, si prestamos atención, nos revela la increíble diversidad de animales que lo producen y los motivos que los llevan a hacerlo.

En este artículo vas a descubrir al detalle qué hay detrás de esos zumbidos, chirridos, croares y demás sonidos en la naturaleza, explorando en profundidad los animales responsables, su funcionamiento, las curiosidades de cada especie, cómo se estudian estos sonidos y por qué forman parte esencial de la vida en nuestro planeta. Analizaremos desde el batir de alas de un insecto diminuto, hasta el potente canto de una ballena, pasando por aves, anfibios y mamíferos, y comprenderemos cómo la bioacústica ha abierto un universo de posibilidades tanto para la investigación como para la conservación de la fauna silvestre.

El abanico de sonidos en la naturaleza: más allá del zumbido

La naturaleza es un concierto multiespectral donde los zumbidos comparten protagonismo con croares, trinos, chirridos, siseos y grajeos. Cada uno de estos sonidos tiene detrás a un animal y una función vital, ya sea la búsqueda de pareja, la defensa del territorio, la alerta ante depredadores o simplemente la comunicación entre individuos de una misma especie. Desde los insectos que zumban en vuelo hasta los coros multitudinarios de ranas al anochecer, el universo sonoro natural se compone de una compleja orquesta.

Gran parte del fondo sonoro de nuestros paisajes está compuesto por los sonidos de los animales más modestos: insectos y anfibios. Si bien el canto de las aves es más reconocible, insectos como abejas, mosquitos, grillos o cigarras, y anfibios como ranas y sapos, configuran la base acústica de muchos ecosistemas. Esta ambientación sonora varía según la hora del día, la estación e incluso la meteorología, haciendo que cada experiencia en la naturaleza sea única.

Los sonidos, lejos de ser simples ruidos, cumplen funciones ecológicas importantes. Por ejemplo, ayudan a los científicos a identificar especies, realizar censos y monitorear la biodiversidad. Además, los cambios en el paisaje sonoro pueden alertar sobre crisis ambientales como la pérdida de especies o la fragmentación del hábitat.

¿Qué es un zumbido y cómo se produce?

El zumbido, en términos zoológicos, se refiere a un sonido vibratorio generado principalmente por el batir rápido de alas o la vibración de ciertas partes del cuerpo. Este fenómeno es muy común entre los insectos voladores como las abejas, moscas, avispas, tábanos, mosquitos y abejorros. No obstante, también existen aves pequeñas, como los colibríes, capaces de zumbar mediante el rápido movimiento de sus alas.

El mecanismo más habitual del zumbido es el batido de alas a gran velocidad. Por ejemplo, una abeja puede batir sus alas unas 230 veces por segundo, mientras que un colibrí puede llegar a realizar entre 80 y 200 aleteos por segundo dependiendo de si está en vuelo normal o durante el cortejo. Esta vibración genera ondas sonoras que, al pasar por el aire, llegan a nuestros oídos como un zumbido inconfundible.

No todos los sonidos similares al zumbido se producen de la misma forma. Hay animales, como los grillos, saltamontes y cigarras, que generan sonidos parecidos por métodos distintos, como la estridulación o fricción de partes del cuerpo. Por tanto, aunque los humanos percibamos ciertos ruidos como «zumbidos», desde el punto de vista biológico pueden tener un origen muy diferente.

El zumbido en la naturaleza: ¿qué animales producen este peculiar sonido?-1

Insectos zumbadores: los verdaderos protagonistas

Los insectos son, sin lugar a dudas, los reyes del zumbido en la naturaleza. Muchos de ellos emplean este sonido como resultado directo de su locomoción aérea, pero también como herramienta de comunicación y defensa.

Entre los insectos zumbadores más comunes encontramos:

  • Abejas, avispas y abejorros: Estos polinizadores esenciales producen un zumbido característico al volar, cuyo tono puede variar en función de la especie, el tamaño y la velocidad del batido de alas.
  • Mosquitos: Su zumbido es especialmente perceptible cuando están cerca del oído humano. Se produce por el movimiento rapidísimo de sus alas, que vibran cientos de veces por segundo.
  • Moscas y tábanos: Emiten un zumbido grave durante el vuelo. Es posible que notes su presencia incluso antes de verlos, gracias a este sonido.
  • Escarabajos voladores: Algunas especies, como los de la familia Scarabaeidae, generan un zumbido intenso debido al tamaño y fuerza de sus alas.
  • Mántidos y langostas: Aunque más raro, ciertas especies pueden zumbar al volar en grandes grupos, generando incluso una especie de “murmullo” colectivo.

La función de estos zumbidos va más allá del mero desplazamiento. En ocasiones, el sonido sirve de advertencia para ahuyentar a depredadores, como ocurre en algunas abejas y avispas, o actúa como mecanismo de atracción durante el cortejo.

Grillo

Grillo

Colibríes y el zumbido de las aves

Aunque menos frecuentes que en los insectos, algunos pájaros también producen zumbidos, siendo los colibríes el ejemplo más conocido. Estas aves, exclusivas del continente americano, son famosas por su pequeño tamaño y capacidad de permanecer en el aire, batiendo sus alas a velocidades asombrosas. Este movimiento genera un zumbido similar al de los insectos, aunque de mayor intensidad y frecuencia variable.

El colibrí zunzuncito, la ave más pequeña del mundo, es capaz de aletear hasta 80 veces por segundo. Durante el cortejo, el ritmo puede duplicarse, llegando a 200 aleteos por segundo, lo que produce un sonido audible incluso a cierta distancia. Este zumbido es tan significativo, que en muchas culturas se asocia a lo mágico o a la buena fortuna.

Otros pájaros, como los carpinteros, producen sonidos característicos, aunque no se consideran zumbidos como tal. En su caso, el golpeteo rítmico del pico sirve para marcar territorio y atraer pareja, mostrando cómo cada especie ha desarrollado su propio lenguaje acústico.

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El arte de la estridulación: grillos, cigarras y saltamontes

Si bien el zumbido suele estar reservado para insectos que baten alas, existen otros sonidos repetitivos en la naturaleza generados por estridulación. Esta técnica consiste en frotar partes endurecidas del cuerpo, generalmente alas o patas, para producir una vibración audible. Es el caso de grillos, cigarras y saltamontes, famosos por sus “cantos” nocturnos o veraniegos.

En grillos y saltamontes, el mecanismo implica frotar los fémures contra las alas o el abdomen, mientras que en las cigarras, el sonido se produce mediante órganos específicos llamados timbales. Estos órganos, localizados en el abdomen, funcionan como una membrana que vibra rápidamente al contraerse y relajarse, generando un potente chirrido capaz de escucharse a cientos de metros.

El canto de los grillos, por ejemplo, tiene una longitud de onda similar a la distancia entre la dos oídos humanos. Esto dificulta distinguir la dirección exacta de donde proviene el sonido, una curiosidad que la naturaleza ha convertido en ventaja para estos insectos.

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Curiosidades acústicas de otros animales

La variedad de sonidos animales es abrumadora y no solo se limita a zumbidos y chirridos. Encontramos ejemplos fascinantes en muchas otras especies:

  • Búhos y lechuzas: Emplean la ululación o ulular para comunicarse durante la noche. Se trata de un sonido grave, profundo y de gran alcance.
  • Cuervos y córvidos: Producen graznidos, una llamada áspera y llamativa utilizada tanto para comunicarse como para advertir de peligros.
  • Palomas y tórtolas: Sus sonidos, llamados zureos y arrullos, sirven para cortejar y mantener las relaciones de pareja.
  • Cigüeñas: Crotoran golpeando sus picos, ya que carecen de cuerdas vocales. El crotoreo es muy reconocible en época de celo.
  • Jabalíes: Emiten arrúos, una mezcla de gruñidos y bufidos empleados para alertar de peligro o expresar incomodidad.
  • Elefantes: Barritan, usando su trompa a modo de instrumento musical natural, con resonancias que atraviesan largas distancias.
  • Zorros: Gañen, una especie de ladrido agudo y corto, similar al de los perros pero más afilado, útil para diversas situaciones.
  • Ballenas: Sus cantos son tan profundos y potentes que pueden propagarse a kilómetros bajo el agua, demostrando que la comunicación acústica es esencial incluso en el mar.

Cada uno de estos sonidos tiene nombre propio y un sentido concreto en el comportamiento de la especie. Su estudio no solo ayuda a conocer mejor a los animales, sino que amplía nuestra comprensión del entorno en el que vivimos.

La importancia ecológica de la comunicación acústica

El sonido es un medio de comunicación muy efectivo en la naturaleza. Permite transmitir información rápida y eficazmente, incluso sin contacto visual. Por ejemplo, los cantos de las aves permiten a las hembras diferenciar entre machos de su propia especie, lo que facilita el reconocimiento y el éxito reproductivo. En el caso de los depredadores, los sonidos de sus presas pueden ayudarles a localizarlas, y viceversa, ya que muchas presas aprovechan los sonidos para advertir de amenazas.

La evolución ha dotado a cada especie de adaptaciones acústicas únicas. Así, los animales pequeños suelen emplear frecuencias más agudas, mientras que los grandes usan graves para comunicarse a mayor distancia. Además, la capacidad de modular los sonidos permite adaptarse a distintos ambientes y situaciones, como ocurre con las aves urbanas, que cantan más alto para compensar el ruido de las ciudades.

El paisaje sonoro es, por tanto, un reflejo de la salud de los ecosistemas. Cuando disminuyen los sonidos animales, suele ser indicativo de pérdida de biodiversidad o de alteraciones ambientales, una cuestión de máxima preocupación para biólogos y conservacionistas.

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Bioacústica: cuando la ciencia escucha a la naturaleza

La bioacústica es la disciplina que estudia los sonidos biológicos para identificar, analizar y conservar la biodiversidad. Investigadores de todo el mundo emplean grabadoras y técnicas sofisticadas para capturar los sonidos de la fauna silvestre y crear bancos de datos sonoros. Estos registros permiten conocer mejor las especies, realizar censos sin perturbar el entorno y detectar cambios ecológicos que podrían pasar inadvertidos mediante otros métodos.

En España y Latinoamérica, la bioacústica ha permitido descubrir especies mediante sus cantos, identificar poblaciones aisladas y analizar la riqueza sonora de lugares como bosques, selvas y humedales. Por ejemplo, la grabación de coros de ranas, grillos y pájaros en parques naturales ha demostrado cómo la contaminación acústica y la desaparición de hábitats reducen la presencia de determinadas especies.

El trabajo de campo puede ser arduo y exigente, ya que requiere localizar animales activos, esperar el momento oportuno y grabar en condiciones adversas. Sin embargo, este esfuerzo es esencial para documentar la riqueza acústica de nuestros entornos y poder tomar medidas de conservación más eficaces.

Ballena

Ballena

Cómo se graban y estudian los sonidos animales

El proceso de grabación acústica de animales implica excursiones nocturnas o al atardecer, cuando los animales están más activos. Se utilizan micrófonos sensibles, a menudo colocados cerca del animal que emite el sonido, para obtener registros limpios y de alta calidad. Posteriormente, los audios se analizan en laboratorio para clasificarlos e identificar a la especie emisora.

Entre los parámetros estudiados están la frecuencia, intensidad, duración y patrón del sonido. Esta información permite comparar las llamadas entre distintas especies, e incluso distinguir variaciones entre individuos de una misma especie.

Los bancos de sonidos naturales se utilizan en docencia, divulgación científica, documentales y para desarrollar aplicaciones de reconocimiento de especies por sonido. Además, ayudan a detectar especies en peligro, poblaciones desaparecidas o invasiones biológicas simplemente escuchando el entorno.

El empobrecimiento del paisaje sonoro: una señal de alarma

Uno de los grandes retos actuales es la contaminación acústica y la desaparición de la banda sonora natural. Conforme aumenta el ruido humano en ciudades y campos, el concierto de la naturaleza se va silenciando. Los expertos han observado una drástica reducción de insectos y aves en las últimas décadas, con la consiguiente pérdida de zumbidos, trinos y croares.

Este fenómeno no solo empobrece la experiencia sensorial, sino que afecta directamente a la ecología y al ciclo vital de la fauna. Muchas especies ven dificultada su comunicación, su reproducción y su defensa frente a amenazas, lo que puede llevar a su declive o desaparición.

Escuchar la naturaleza, por tanto, es un acto de valoración y respeto hacia el entorno. Nos permite conectar con los procesos naturales, aprender y disfrutar de la inmensa riqueza que nos rodea.

La naturaleza como auditorio, el reto de aprender a escuchar

El paisaje sonoro natural es irrepetible, cambiante y sorprendente. No hay dos lugares ni dos momentos del día que suenen igual. La temperatura, la estación y la hora determinan qué especies se hacen oír y cómo lo hacen, dotando a cada rincón del mundo de una personalidad acústica única.

Reconocer los sonidos y a sus autores es un ejercicio fascinante y enriquecedor. Escuchar zumbidos de insectos al atardecer, el croar de ranas en una charca o el ulular de un búho en la noche nos conecta directamente con las tradiciones y los ciclos vitales de la naturaleza.

Los expertos coinciden en que para conocer un paisaje, hay que escucharlo. Solo así descubriremos todo lo que ocurre a nuestro alrededor y comprenderemos la importancia de protegerlo para las futuras generaciones.

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