1917 es un escándalo a la altura de Salvar al soldado Ryan | Crítica

1917 es una película que progresa como un videojuego. A pesar del falso plano secuencia, las casi dos horas que invierten Schofield y Blake (para hacer llegar un mensaje clave a un destacamento británico a punto de caer en una trampa) atraviesan distintos fragmentos episódicos muy a lo Battlefield o Medal of Honor. Si la comparásemos con una cinta, no sabemos muy bien por qué, pero nos apetece mencionar El renacido. Si 1917 se lleva el Oscar a Mejor película será más que merecido. Uno no sale igual del cine después de exponerse al barro, el polvo y los muñones de 1917.

1917: guerra y barbarie sin matices

Es de agradecer que su director, Sam Mendes, nos libre de retórica alguna. Aceptada la glosa de la barbarie de Apocalypse Now, La chaqueta metálica, La delgada línea roja y Dunkerque, la ganadora del globo de oro 2020 a mejor película es un desfile de pánico crudo en sintonía con Hamburguer Hill en lo referente a la nula esperanza para el soldado desplegado en un conflicto: Aquí se ha venido a morir, y toda salvación será recibida como un milagro del divino. El propio director de 1917 la asemeja más a una película de terror que de guerra. Mención especial merece la conseguidísima sensación de asfixiante agobio y estrechez a lo largo de todo 1917 y, sobre todo, en las escenas de trincheras. Es que se puede oler hasta el sudor y los orines.

Por como está rodada,1917 captura la intensidad inmersiva de los primeros 15 minutos de Salvar al soldado Ryan y los amplía hasta hacerlos largometraje (con sus correspondientes descansos para el corazón). 1917 es un contínuo «¿y ahora qué?» que te deja atornillado a la butaca con el gesto horrorizado. Cuando las casas revientan en mil pedazos puedes sentir los garbanzos de polvo atravesándote la garganta. Puedes sentir las moscas y oler el pus cuando te encuentras con la enésima pila de cadáveres descompuestos junto al barro, y casi puedes ver los tendones abriéndose paso cuando uno de los personajes clava la mano en una alambrada de pinchos ( para después introducirla dentro del agujero del pecho abierto de un cadáver).

1917 no necesita diálogos

El impacto de 1917 es devastador. A diferencia de muchas otras películas bélicas, los sopapos de crudeza y espanto se centran más en el después que en el durante; no hay tantas escenas de acción como de prolegómenos y consecuencias: los soldados que se preparan para la muerte, y las pilas de cadáveres que confirman el sinsentido. Con suerte, este impacto se nos queda perforado, como metralla, durante días. A veces semanas. En el mejor de los casos, el resto de nuestras vidas. ¿Puede una película sin actores y actrices nominados llevarse el oscar a mejor película?», se pregunta The Hollywood Reporter acerca de Parásitos y 1917. En efecto, si por algo no destaca 1917 es por sus diálogos.

Los diálogos brillan por su ausencia a lo largo de casi toda la película, y bien está así. 1917 es un portentoso despliegue de recursos que no necesita de demasiadas palabras, pues el cuadro es harto evidente. Cero mensajes ideológicos aquí y cero preocupaciones por la caída en clichés. El espectáculo al que asistimos es terrible. La única mujer que sale en toda la cinta es una francesita de bebé descarriado que le cura las heridas a uno de los protagonistas.

La música, criticada por algunos debido a su excesivo rol paternalista, en nuestra opinión está perfectamente introducida. Marca muy bien los tiempos y tiene destellos de genialidad con subidas de BPMs en momentos que, por respeto al spoiler, nos reservamos. Más que música son corrientes de muerte agazapada haciendo de techo en escenas de nueve o diez minutos sin cortes; la vida misma entendida como un ejercicio de futilidad en cuando a los seres humanos les da otra vez por no entenderse, con la música ayudando en ciertas ocasiones a convertir algo nimio en algo lleno de trascendencia.

El plano secuencia de 1917

Circulan por ahí, sueltos y sin bozal, artículos del estilo «¿Es auténtico el plano secuencia de 1917?«. Menudo titular, ¿no? ¿Es posible condensar en menos palabras el funcionamiento entero de la información cultural en Internet?

Dicho esto, negativa rotunda a escribir ni una coma más acerca del manido asunto técnico. Es triste, injusto y estúpido reducir el impacto de un producto cultural a una simple etiqueta. Una línea mil veces repetida por telediarios, críticos y posts de facebook. Se ha hablado tanto sobre el plano secuencia de1917 que su globo de oro a la mejor película de 2019 parece anecdótico. A El irlandés le pasó algo parecido con los efectos especiales: la película se volvió algo secundario.

Mejor hablemos de asuntos con sustancia; hablemos de premios y de por qué es factible que 1917 haga historia en los Oscars 2020.

1917 está a la altura de Salvar al Soldado Ryan

Por planteamiento, despliegue de recursos y factura, 1917 puede hablarle de tú a tú a Salvar al soldado Ryan. Esto es algo inaudito. Ni Christopher Nolan. Esto es algo maravilloso y pura historia del cine.

Ahora bien.

Las competiciones a Mejor película de la historia carecen de sentido. También las listas de las mejores películas, todos los premios y, por supuesto, los Oscars (agenda ideológica a un lado). ¿Cómo alguien puede afirmar que Joker es mejor o peor que Érase una vez en Hollywood? ¿De qué manera alguien puede comparar las intrincadas sutilezas visuales de la surcoreana Parásitos con el despliegue de medios, tecnología y británicos mutilados que es 1917? ¿Por qué tengo que creerme que Shakespeare in love es superior a Salvar al soldado Ryan?

Nos gusta hacer quinielas y preparar palomitas en las noches de Oscars porque al final, como dice Jep Gambardella en La gran belleza, «es todo un truco».

No es el palmarés lo que determina el lugar en la historia de cada película. De eso se encargan el corazón, la memoria, las charlas de bar y las filias y fobias de las nuevas generaciones de cineastas.

En Postposmo publicamos esta crítica semanas después del estreno de 1917 en cines. No tenemos ningún problema, ni tampoco prisas. Tendrán que pasar muchas más semanas, meses incluso, para saber con certeza el lugar de 1917 en la historia.

1917 es la confirmación de Sam Mendes como un grande del cine

Un año después de que Shakespeare in love le robase el oscar a mejor película a Salvar al soldado Ryan, el premio recayó sobre American Beauty , obra de un tal Sam Mendes que por entonces se estrenaba en esto del cine. Han pasado dos décadas y Kevin Spacey ya no se dedica al cine, sino a los juzgados. Sam Mendes (siempre ausente de las listas de los mejores directores de cine actuales), ha hecho Camino a la perdición, Revolutionary Road, Jarhead y dos de las actualizaciones más refrescandes y originales de la saga James Bond: Skyfall y Spectre.

Este año, el británico aspira a diez Oscars con su colosal y maravillosa 1917 (después de agenciarse el globo de oro hace unas semanas). Por desgracia para él, este año también aspiran a diez estatuillas Érase una vez en Hollywood y El irlandés, mientras que Joker es la favorita con once nominaciones. Este año, tenemos noche de Oscars de las de verdad.

Al final del día, toda película, independientemente de su género, comparte ingredientes comunes. Una estructura de actos, una duración similar y un impacto último en la memoria del espectador para cuando éste regresa al mundo. Si son éstos los criterios que determinan el éxito de un director de cara al número de veces que tendrá que dar las gracias el próximo 10 de febrero en el Dolby Theathre de LA, Sam Mendes está en posición de arrasar.


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